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Ritos burocráticos

Una palabra de más en la certificación de un contador público desató los vientos de la tramitomanía

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Sufrí la ordalía de actualizar mis datos en un banco estatal del que soy un modesto cliente. Me apersoné con temor al contagio, apurado porque bloquearon mis cuentas y mis acreedores daban signos de impaciencia. Llevé cédula de identidad, licencia de conducir, por si acaso, y copias de ambas. Además, dos constancias, una certificación de ingresos expedida por un contador público autorizado y recibos de luz, agua y teléfonos. También, constancias de estar al día en el pago de impuestos nacionales y municipales, boleta de vacunación contra la covid-19 y otros documentos que he olvidado.








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