Reino de Daniel y Rosario. Nombre oficial: República de Nicaragua. El 26 de julio del 2018, al cumplirse 100 días de las protestas ciudadanas iniciadas por los estudiantes, hoy declarados terroristas por un acto de magia legislativo, mediante una ley a la medida elaborada por la sastrería del Congreso sandinista, habían muerto 448 personas, 595 estaban desaparecidas y se registraban 2.830 heridos.
Contar las historias de todos no es posible, pero quiero dirigirme a las familias costarricenses que tienen hijos adolescentes. Les voy a resumir la vida de Alvarito Conrado Dávila, quien recién dejaba el cascarón de niño y empezaba a ser un jovencito de 15 años rumbo a la aún lejana adultez.
Su madre se llama Liseth Dávila. Como muchos niños, Álvaro le dijo que de grande quería ser bombero, ella recuerda que el chavalito tenía una enorme vocación de servicio, que cuando al güila se le metía una idea en la cabeza, difícilmente cambiaba de opinión y no soportaba las injusticias. Protegía a los niños más pequeños de eso que llamamos ahora bullying y que en la época de quien escribe se traducía en trompadas e insultos varios.
Alvarito estudiaba en el Instituto Loyola de Managua y fue un muy buen estudiante, cursaba el cuarto año de secundaria, su meta inmediata era ganar su cuarta medalla en atletismo esa semana, pero estallaron las protestas, y en el segundo día compró un par de botellas de agua en una gasolinera para llevarlas, a escondidas de sus padres, a los estudiantes que recogían víveres en la catedral de Managua, no muy lejos de Metrocentro.
Un joven como todos. Apenas 12 días antes, había cumplido 15 años. Vestía jeans azules, zapatos deportivos y llevaba puesta una chaqueta roja, que probablemente lo marcó como blanco fácil. Un disparo percutido por un policía nacional lo impactó en la garganta.
Varios universitarios y estudiantes de Medicina lo asistieron de inmediato, le negaron la atención en el Hospital Cruz Azul que está cerca, lo atendieron en el Hospital Bautista donde murió en el quirófano aproximadamente a las dos de la tarde del viernes 20 de abril del 2018. El domingo 22 de abril fue despedido por sus compañeros y multitud de personas en la iglesia de Santo Domingo de Guzmán, en una misa de cuerpo presente.
En la vida no se eligen muchas cosas, el color de piel, la cuna, la belleza (o su ausencia), el territorio donde venimos al planeta. Esto se parece a una ruleta. Imagine por un momento que este jovencito de 15 años, quien aprendió inglés y guitarra, que recién descubría el rock clásico de Los Beatles y Queen, fuese su hijo. O al menos, tiene que admitir que se comportaba muy parecido a cualquier adolescente, pero con un alma noble que le costó la vida.
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Hace poco, el dictador Ortega articuló unas palabras para la cadena estadounidense Fox, negando todo, culpando a otros, señalando la intención de una conspiración golpista. Su cinismo es vomitivo aun para sus estándares, y como golpe de efecto se atrevió a poner de telón de fondo tres banderas de Nicaragua. Daniel sabe que no combate una guerra, sino que ejecuta crímenes de lesa humanidad; se convirtió en el tirano que juró derrocar.
En nombre de Dios y de todo lo sagrado, Daniel Ortega, no matés más en Nicaragua.
El autor es abogado.