Warren Buffett es uno de los billonarios más famosos del mundo. Es conocido no solo por el éxito en sus negocios, sino también por lo que dice. Por ejemplo: “El éxito en invertir no está correlacionado con el coeficiente intelectual, una vez que este sobrepasa 125. Desde el momento en que usted tiene una inteligencia ordinaria, lo que usted necesita es el temperamento para controlar los impulsos que llevan a otra gente a tener problemas invirtiendo”.
En palabras muy sencillas, Buffett dice que la disciplina y la perseverancia son más importantes que la inteligencia para tener éxito. Por eso, al invertir, primero se debe tener muy claro cuáles son los objetivos en el horizonte. Con base en ellos, trabajar duro y de manera constante para alcanzarlos. Si en el camino uno se deja llevar por los impulsos, y no por lo planificado, terminará fracasando.
En nuestro país, desgraciadamente, la disciplina y la perseverancia son atributos relativamente escasos. Plantearse objetivos de largo plazo y pensar en cómo ejecutar de manera metódica los planes no es algo muy común. A nivel de Gobierno, por ejemplo, se tiene la costumbre de que, cada cuatro años, el nuevo gobernante cambia casi todo lo que venía del anterior. Aunque sea un cambio cosmético, como solo el nombre, los nuevos gobernantes sienten la necesidad de hacer cambios. Es poco lo que se reconoce como bueno de la anterior Administración. Cada ministro o jerarca de institución viene con ideas nuevas. A las ideas que se les da continuidad son las menos.
La verdad: en muchos casos sí tiene sentido el desechar ideas, planes o acciones de la anterior Administración. Precisamente, por ahí es por donde viene buena parte del problema. Muchas de las ideas o planes que se llevan a cabo en el Gobierno son simplemente ocurrencias (impulsos) del ministro o funcionario de turno. Pocas veces se tiene claro cuáles son los objetivos de largo plazo, ni el plan para conseguirlos.
Eso sucede a nivel de obras de infraestructura, programas sociales y políticas en general. El MOPT, por ejemplo, que debería ser uno de los ministerios con mayor planificación de largo plazo, es probablemente el más desordenado en ese sentido. Las obras de infraestructura vial usualmente se ejecutan según las prioridades del ministro de turno, y no necesariamente de acuerdo con un plan nacional. Solo hay que ponerse a pensar por qué se está reconstruyendo primero la sección de carretera Cañas-Liberia que la sección Barranca-Cañas. Alguien tratará de justificarlo, pero la verdad es que no parece obedecer a ningún plan de largo plazo.
Si seguimos actuando sin inteligencia, a base de impulsos, sin tener una disciplina clara y perseverancia hacia el logro de objetivos de largo plazo, estaremos condenados a seguir siendo siempre un país “en vías de desarrollo”.