El presidente del llamado Tribunal de Ética del PLN me acusa de desinformado y visceral, pero no está seguro si más bien actúo, simple y sencillamente, de mala fe. El domingo pasado aburrí a mis escasos lectores con una columna donde mencioné el uso del tribunal partidario y otros medios de la baja política para eliminar a los adversarios en las luchas internas, mientras se dejan pasar sin juicio asuntos de hondo calado ético.
Para evidenciar una de muchas inconsecuencias, mencioné “el difícil trance en que ahora se encuentra el presidente del tribunal encargado de dispensar justicia selectiva”. La referencia a Álvaro Castro, acusado de herir de gravedad, con una copa de cristal, al padre de un compañero de su hija, es inequívoca para cualquier persona medianamente informada, especialmente porque el párrafo trata de la sanción impuesta a Johnny Araya por el tribunal presidido por Castro Garnier.
Pero don Manuel Carballo dice no haber entendido la alusión. “Ignoramos a qué se refiere el señor González. No hay tal trance difícil en que ahora se encuentra el presidente del Tribunal de Ética”. Desde hace dos meses, él es el presidente y no se encuentra en un trance difícil. En este punto, supongo, debo aclarar que en el párrafo anterior, cuando menciono el “tribunal presidido por Castro Garnier”, no quiero decir que Castro Garnier preside el tribunal en la actualidad.
Pero la respuesta de don Manuel confirma la crítica. No es la primera vez que el tribunal finge poco entendimiento. Si le creemos a su presidente, la columna ni siquiera despertó sospecha de que la alusión podía estar dirigida a don Álvaro y su lamentable incidente, del cual la prensa acababa de informar pero en el PLN nadie recuerda.
Eso confirma otra crítica. El “nuevo” PLN crea groseras disonancias con sus proclamas éticas, muy distantes de lo que el país cree y conoce. El mismo problema surge cuando la ciudadanía sabe de un caso como el de don Álvaro, tan impropio de un encargado de juzgar la ética ajena, pero el presidente del tribunal, ahora sí, el actual, responde con el rábano asido por las hojas, declarándose desconcertado, como si no tuviera el asunto presente.
Preocupa que don Manuel se dé por aludido con la referencia al “presidente del tribunal encargado de dispensar justicia selectiva”. Eso haría pensar que no solo sustituirá a don Álvaro en el cargo, sino también en la función cuestionada. Bienvenida la polémica sobre las históricas omisiones del tribunal. Así se confirma la crítica central: hay en el PLN un indomable impulso suicida.