Tengo un amigo enfadado conmigo por mi empatía con Tesoro Directo (TD). Dice que hago mal; que el diablo está en los detalles (espero no me vea como Satanás en lo demás); que TD es una “fechoría” y “arbitrariedad” de la Tesorería (cargo muy grave) y no recomienda comprarle bonos, lo que, en sí, es una diablura mayor que huele a boicot.
¿Tiene la Tesorería potestad legal para emitir TD no estandarizados? Él dice que no; yo digo que sí. Dejémoslo así. Mi instinto (mefistofélico) me dice que lleva las de perder en este envite. En lo económico, yerra al decir que “los inversionistas reciben tasas bajas” (las tasas de interés dependen de otros factores ajenos a TD); que “no habrá fondos para proyectos importantes” (la disponibilidad de fondos depende de muchas otras variables, incluidas monetarias y fiscales); y “los gestores de portafolio terminan buscando opciones en mercados extranjeros” (la salida de capitales responde a otros criterios). Revela desconocimiento económico.
Admito no ser experto en lo bursátil, pero tengo colegas más duchos. Me dicen que la crítica a TD está sobredimensionada, pues representa un porcentaje muy chico de la captación total; que los bancos emiten miles de certificados a plazo no estandarizados (pecado original atribuido a TD) sin que diga nada; que, contrario a su visión, sí hay demanda real por títulos personalizados no estandarizados; y, sobre todo, que el mecanismo de bolsa aplicable a títulos estandarizados es muy oneroso para Hacienda y enriquece a un grupito.
“Adquirir un valor estandarizado mediante la BNV –dicen– obliga al ahorrante a pagar una comisión al puesto de bolsa, firmar un contrato de depósito con una entidad de custodia (pagando comisiones) y sufragar el costo que cobra la BNV por facilitar su infraestructura. Esto significa pagar cuatro tipos de comisiones: generación de un número único ISIN que identifique la emisión (donde la BNV cobra $500 por emisión), al intermediario bursátil (puestos de bolsa), al custodio (puestos o bancos) y por usar la infraestructura de la BNV”.
Pienso que tras la crítica, disfrazada de tecnicidad, se esconde algo más perverso y diabólico: proteger intereses privados nacidos al amparo de una ley de valores que trata de mantener el monopolio en la transmisión de títulos de Gobierno –porción del león de lo transado en el mercado– y forzar comisiones. Tesoro Directo, en vez de una fechoría, es una salida para adecentar el financiamiento público y liberarlo de mórbidas tajadas, prohijadas al tenor de una ley con nombres y apellidos.