La credibilidad de un ministro de Hacienda debe ser sólida, pues de él dependen la transparencia en el manejo de las finanzas públicas y asegurar la aplicación justa de las leyes tributarias. Sin embargo, es preocupante cómo Nogui Acosta erosiona la confianza que había en él, pero también en el Ministerio de Hacienda. Lo mismo, el director de Tributación, Mario Ramos.
Cada vez se hace más creíble que el Ministerio usó una denuncia anónima para desacreditar a Leonel Baruch, al atribuirle un “megacaso de evasión fiscal” por ¢11.000 millones a través del banco BCT.
Aquí hay un elemento peligroso: cuando un ministro de Hacienda o un director de Tributación son incapaces de prever las consecuencias de un anónimo en la reputación de un banco, ni sopesan que publicitar hechos no probados puede hasta quebrarlo. Tal insensatez provoca inseguridad jurídica y ahuyenta la inversión extranjera. Estos errores son señales de que la idoneidad de ambos para ejercer los cargos tocó techo.
Hay otro agravante: el atentado contra la democracia. Es muy probable que a Baruch no lo denunciaran por ser accionista del BCT, sino por ser propietario de CRHoy, medio de comunicación que informa a fondo sobre las pifias, desaciertos e incumplimientos del gobierno de Rodrigo Chaves.
CRHoy es otro medio acosado, y lo sucedido causa duda por otro ingrediente: la falsedad en la afirmación que hizo el ministro ante los diputados cuando garantizó, el 31 de enero, que un informe técnico de Hacienda determinó que “hay una acción fraudulenta”. Ese informe no aparece.
El que sí aparece es uno en el cual funcionarios de Hacienda descartaron elementos para denunciar en la Fiscalía una evasión fiscal y pidieron archivarlo. Aun así, el ministro respondió a una diputada en el plenario que hay un informe técnico. “Puede estar segura de eso”, afirmó. Ese desvarío mina la confianza en lo que pueda garantizar en adelante.
Por dignidad, pero sobre todo por respeto a sí mismos y al país, el ministro y el director de Tributación deben disculparse o evaluar separarse de sus cargos. Deben tener conciencia de que en la credibilidad de Hacienda, y de ellos, queda un hueco.
Ingresó a La Nación en 1986. En 1990 pasó a coordinar la sección Nacionales y en 1995 asumió una jefatura de información; desde 2010 es jefe de Redacción. Estudió en la UCR; en la U Latina obtuvo el bachillerato y en la Universidad de Barcelona, España, una maestría en Periodismo.
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