Cocorí nació de la misma edad que yo tenía entonces. Nos llegó un nuevo hermano, que siempre nos gustó. Nos emocionaba, nos divertía. Disfrutábamos a sus amigos: el tití era gracioso, doña Modorra inspiraba ternura y respeto, pero, de todos ellos, yo prefería al Negro Cantor.
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Las instituciones públicas deben revisar, una y otra vez, aquello que nuestro sistema educativo y cultural propone como epítome de lo nacional y, finalmente, responder a las demandas de quienes históricamente han estado al margen de la discusión y la misma idea de “lo costarricense”.
La polémica sobre el musical basado en <em>Cocorí</em> , obra de don Joaquín Gutiérrez Mangel, nos pone frente al espejo. La imagen reflejada no complace del todo. El bello rostro de Costa Rica muestra inaceptables imperfecciones.