Era en su voz donde uno realmente podía conocerla. Ahí se escuchaban sus sueños, susurraban sus alegrías, se calmaban sus angustias y se desgarraba su sufrimiento. Su alma, su mente y su corazón quedaban totalmente desnudos, al descubierto ante quienes tuvieron el privilegio de escucharla.
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Guadalupe González tenía todo, era un torrente y su presencia escénica suscitaba la devoción en la sala.
La cantante nacional, conocida como ‘Lupita’, falleció ayer en horas de la noche