Mientras entramos en la tercera década del milenio, no debemos temer lo extraño, sino a un enemigo mucho más antiguo: nosotros mismos.
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La trayectoria actual de Estados Unidos no augura nada bueno, pero es posible revertir el daño.
Hoy la innovación tecnológica y los cambios demográficos son vientos que van en contra del aumento del crecimiento, en lugar de empujarlo, y la ingeniería financiera ya no puede arreglar la situación.