La falta de conectividad de casi 400.000 estudiantes podría explicar que tengan que recurrir a sus padres para que les expliquen la materia y así resolver las Guías de Trabajo Autónomo (GTA) que el Ministerio de Educación Pública (MEP) implementó durante la pandemia.
No obstante, pareciera no ser la única razón, según argumentos de directores de colegio. Para ellos también falta compromiso de los estudiantes.
Ana Rodríguez, directora del Liceo de Escazú, en San José, denunció que alumnos que sí tienen acceso a Internet mediante una computadora u otro dispositivo, no se conectan a clases en los horarios establecidos por los docentes para explicar temas y aclarar dudas.
La situación, aseguró la directora, ha venido ocurriendo con mucha frecuencia en los últimos meses.
Para ella, esa es una de las razones por las cuales los estudiantes acuden luego a sus padres en busca de ayuda para comprender los contenidos y resolver las guías que les envían los docentes.
“En realidad las clases se dan para que se conecten y se den las lecciones, entonces, en mi caso, damos clases presenciales y virtuales; si el chico se conecta no tiene por qué el papá explicarle, pero si el chico no se conecta, ¿qué es lo que pasa?, tiene que recurrir al padre de familia”, afirmó Rodríguez.
Según ella, lo que realmente se espera de los padres es el apoyo y vigilancia para que sus hijos se comprometan.
“Los chicos no se conectan porque se despiertan tarde, son convocados a las 7 a. m. y se van conectando a las 8:20 a. m. Uno como papá tiene que inculcarles la responsabilidad. En mi caso, hay chicos que no se conectan, ahí le toca al papá resolver”, manifestó Rodríguez a La Nación.
El Liceo de Escazú tiene 2.063 estudiantes. Aquí, para mantener los protocolos sanitarios y el distanciamiento, los alumnos asisten una semana presencial y otra virtual.
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La directora se quejó de que los alumnos tampoco están entregando las GTA resueltas y que alumnos con clases a distancia exclusivamente, no recogen el material impreso que se les prepara para resolver en el hogar.
Pese a las conversaciones que se tienen con los padres, dijo, la situación continúa.
Marjorie Chaves, directora del Liceo Vicente Lancher Sandoval, en Cartago, comparte las preocupaciones de Rodríguez.
El problema, aseveró, es que los jóvenes no se conectan durante el tiempo que les corresponde la virtualidad, tiempo que el docente destina a la semana para aclarar las dudas. Son 80 minutos por semana por cada profesor.
De acuerdo con Chaves, el educador organiza un horario que mensualmente se le envía a los padres para que estén enterados de la dinámica y de las horas a las que deben conectarse sus hijos.
Esta secundaria tiene una población de 1.209 estudiantes.
“Hay papás cuyos hijos se mandan solos y, quienes tomaron la decisión de que solo recibieran clases a distancia, fueron los hijos”, expresó.
La directora aseguró que en ese centro educativo han hecho “trabajo de hormiga” para ayudar a los estudiantes, y reconoció que se se han encontrado con papás muy comprometidos, pero hay otros que no lo son.
“¿Si no está el chico en el colegio, cómo le damos la explicación? Si el chico no viene, el profesor tiene planificado las horas de consulta, pero si el papá no está pendiente de que los hijos se conecten y aclaren dudas, ¿cómo hacemos? No podemos hacer la parte que le corresponde al estudiante; le estamos diciendo que hay un espacio para que se aclaren dudas y que manden las consultas, pero algunos alumnos, si la GTA hay que entregarla el viernes, la hacen el jueves en la noche”, manifestó Chaves.
Se toparon además con padres de familia que solicitaron que sus hijos fueran solo a clases a distancia desde principios de año y otros que se sumaron cuando se registró el pico de la pandemia, aunque no tenían en su hogar las herramientas para conectarse con el docente.
“Les decíamos que cómo y quién le iba a explicar al alumno la materia; allí tienen que asumir los papás. ¿Quién le va explicar si no tiene conectividad?”, planteó la directora.
Ella estimó que solo la mitad de los padres están pendientes de sus hijos, otros no los monitorean y, en otros, no es que el padre o la madre no quieran ayudar, si no que no saben leer ni escribir, o bien, tienen varios trabajos que los dejan sin tiempo.