Barcelona
"Desaparecido en Barcelona", se lee en un mensaje de Facebook colgado por Tony Cadman, pidiendo compartir la fotografía de su nieto de siete años que desapareció después de que una furgoneta arrolló a la multitud en esta ciudad española.
Justo debajo, la fotografía de un niño sonriente con una sudadera de color verde y el nombre de una escuela, a quien identifica como su nieto Julian Alessandro Cadman.
"Encontramos a Jom (mi nuera) y ella está grave, pero estable en el hospital", pero el niño todavía no ha aparecido, dice el texto, ejemplo de la desesperación de los afectados por los dos atentados acontecidos en esta región del noreste de España, Cataluña.
Más de 100 personas de 35 nacionalidades resultaron muertas o heridas en Las Ramblas de Barcelona y en la localidad balnearia de Cambrils, a 120 km al sur, en incidentes separados.
En ambos casos fueron arrollados por vehículos conducidos por individuos dispuestos a hacer daño.
Impacto emocional. Sus historias eran consternadoras. Un hombre italiano falleció enfrente de su mujer y sus dos hijos pequeños, que escaparon ilesos cuando la furgoneta avanzaba a toda velocidad por el centro de Las Ramblas.
"Nuestro amigo y colega Bruno Fulotta fue atropellado y matado por un odioso terrorista en el corazón de Barcelona", decía un comunicado de la compañía de computación Tom's Hardware.
"Nos ponemos en la piel del pequeño Alessandro, que está a punto de empezar la escuela primaria (...) Y pensamos en la bebé Aria... que nunca conocerá a su padre", dijeron.
Una familia belga vivió un caso muy similar. "El padre y los dos hijos han visto como moría la madre y mujer", explicó una fuente del Ayuntamiento de Barcelona.
El dolor todavía se palpaba en el Hospital del Mar, el más cercano al lugar de los hechos y donde fueron trasladados gran parte de los heridos.
Frente al centro está la playa de Barcelona, normalmente copada de turistas tostándose al sol aunque esta vez también había muchos dentro del hospital convaleciendo de sus heridas.
En su cafetería, la familia de un herido español almorzaba un bocadillo con desgana, con los ojos morados de llorar y aire de cansancio.
"Lo estamos pasando muy mal", comentó una mujer del grupo, excusándose por no querer decir más al periodista.
El responsable de Interior de Cataluña, Joaquim Forn, había advertido que el balance de fallecidos podría agravarse.
Jordi, que no quiso dar su apellido, empleado de un restaurante en el paseo que discurre junto al mar, explicó que se veían "más huecos en la playa que de costumbre".
Además, añadió, había percibido un humor diferente: "Está todo el mundo más silencioso, pocas risas y pocas charlas".
En el Hotel Avenida Palace, muy cerca del Paseo de Gracia, y un poco más allá de Las Ramblas, se alojaban unos pocos familiares de las víctimas, expresó su director, Albert Álvarez.
Pero, además, el hotel se encontró la noche del atentado con una avalancha de turistas que no podían acceder a sus lugares de hospedaje en la zona acordonada por la Policía.
"Corrió la voz de que éramos hotel-refugio, y empezó a llegar gente, no sabría decirte, unas 600 personas. Les dimos lo que pudimos, cena, agua...".