Desde el caso Weinstein, la palabra se ha liberado en el Reino Unido, que se interroga sobre una “cultura del acoso sexual” que habría proliferado en los pasillos de Westminster, la sede del Parlamento, y ya provocó la caída del ministro de Defensa, Michael Fallon.
El ministro fue acusado de haber posado la mano en la rodilla de una periodista durante una cena del Partido Conservador en el 2002.
Fallon, de 65 años, un peso pesado del gobierno y cercano a la primera ministra Theresa May, dijo que mucha de las acusaciones eran “falsas”, pero admitió “que en el pasado quizá no estuvo a la altura”.
Otro ministro y aliado de May, el vice primer ministro Damian Green fue acusado por una exmilitante del Partido Conservador, Kate Maltby, de haberle tocado la rodilla con la mano en un pub en el 2015 y de haberle enviado un SMS “sugestivo”, acusaciones que el ministro rechaza.
También quedó en la picota el ministro de Comercio, Mark Garnier, quien reconoció que le puso a su secretaria un apodo con connotaciones sexuales y la mandó a comprar juguetes sexuales.
Garnier admitió que su comportamiento podía ser visto como una “actitud de dinosaurio”.
Desde hace varios días, se multiplican los testimonios de acoso sexual provenientes de asistentes parlamentarios o militantes. Un miembro de un grupo de discusión WhatsApp aconseja evitar a tal o tal político porque tiene la “mano larga”.
Lista negra
Circula una lista con el nombre de 40 parlamentarios conservadores objeto de acusaciones diversas, desde adulterio hasta agresiones sexuales.
Con sus 650 diputados, entre ellos una gran mayoría de hombres, algunos se preguntan si Westminster se convirtió en un lugar peligroso para los jóvenes y las mujeres.
“El problema de los abusos hacia las mujeres y del acoso sexual no se limita a los que hacen propuestas indeseadas a las mujeres”, opinó Dawn Butler, ministra de la Mujer y la Igualdad en el “gabinete fantasma” del Partido Laborista.
“Se extiende a una cultura que toleró o minimizó los abusos demasiado tiempo”, agregó en una carta dirigida a Theresa May.
“En los bastidores existe y prospera una cultura degradante”, manifestó, por su parte, el líder del Partido Laborista Jeremy Corbyn.
El Partido Laborista no escapa a la ola de denuncias y revelaciones.
La más grave fue la formulada por una militante, Bex Bailey, quien afirmó haber sido violada cuando tenía 19 años en el 2011 durante un evento del partido por un militante de más edad.
Bailey dijo además que le habían aconsejado no presentar una demanda para no afectar su carrera.
Por su parte, el ministro de Medio Ambiente, Michael Gove, tuvo que disculparse por un chiste de mal gusto en una radio.
Al entrar el estudio de BBC Radio 4, Gove había expresado que “era como entrar en la habitación de Harvey Weinstein, uno espera salir con la dignidad intacta”.
Alcohol en el Parlamento
Algunos ponen de relieve el consumo de alcohol en el Parlamento, donde hay varios bares y restaurantes.
Un diputado “que apestaba alcohol” se me acercó en un bar de la Cámara de los Comunes y apoyó un brazo en mi hombro, contó a la BBC James Greenhalgh, quien hacía una pasantía en el Parlamento.
“De pronto su brazo resbaló hacia mis nalgas” y “fue un poco más lejos entre mis piernas”, explicó. “Me sentí violado”, agregó.
“Las fronteras borrosas entre trabajo/vida social/alcohol no ayudan. Westminster es un lugar de trabajo”, escribió en un tuit la diputada conservadora Nadine Dorries, que pide el cierre de los bares.
La diputada Ruth Davidson, jefa de los conservadores escoceses, destacó la relación de “poder” entre los jóvenes asistentes y los diputados veteranos, capaces de hacer y deshacer carreras.
“La represa cedió y esas profesiones dominadas por los hombres, donde predomina la cultura del vestuario masculino y todo el mundo se ríe, ahora debe cesar”, consideró Davidson.
La primera ministra Theresa May, “profundamente preocupada”, reunirá el lunes a los jefes de los partidos políticos para discutir sobre el acoso sexual en Westminster.