Riad. La Policía detuvo a mandos militares y funcionarios y se incautó de fajos de billetes escondidos en techos falsos, depósitos de agua e incluso en una mezquita durante una campaña anticorrupción que suscita a la vez miedo y satisfacción.
En las redadas de los últimos meses, los agentes han detenido a decenas de personas sospechosas de cobrar sobornos, “en flagrante delito”, y han confiscado dinero también en buhardillas o en una caja fuerte subterránea, según medios de comunicación públicos.
Esta campaña dirigida por la agencia nacional especializada, Nazaha ("probidad" en árabe), ha sido bien recibida por la opinión pública. Se ha puesto a su disposición un número gratuito para denunciar cualquier caso sospechoso.
“El mensaje que los dirigentes transmiten a los corruptos es: ‘no irás al Ritz, irás a una cárcel de verdad’”, comentó con ironía un funcionario local, refiriéndose a una operación llevada a cabo en el 2017 contra príncipes y magnates acusados de corrupción y encerrados en el lujoso hotel Ritz-Carlton de Riad.
“Quienquiera que cobre sobornos y comisiones ilegales ahora teme ser el próximo”, declaró esa fuente, que pidió el anonimato.
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Arabia Saudí es el principal exportador mundial de crudo y una rica monarquía ultraconservadora del golfo Pérsico gobernada desde sus inicios por la familia de los Al Saud. La corrupción es endémica y la práctica social de la wasta, o nepotismo, está muy arraigada.
Ocupa el puesto 51 entre 180 países según el índice de corrupción de Transparencia Internacional.
En noviembre del 2017 hubo una purga anticorrupción sin precedentes en el reino por iniciativa del príncipe heredero, Mohamed bin Salmán, hijo del rey. Cientos de personalidades, príncipes, ministros y hombres poderosos fueron arrestados durante semanas en las que permanecieron en el Ritz-Carlton.
Fueron puestos en libertad tras llegar a acuerdos financieros que permitieron a las autoridades recaudar más de 88.000 millones de euros ($107.000 millones), fondos malversados o utilizados para la corrupción durante décadas, según el fiscal general.
Práctica arraigada
Los partidarios aplauden la iniciativa que consideran necesaria para erradicar una cultura de mala gestión.
La campaña anticorrupción quiere demostrar que “solo hay un sheriff en la ciudad”, dice uno de ellos.
En noviembre, el príncipe heredero afirmó que la campaña aportó 247.000 millones de riales (unos $65.000 millones) desde el 2017, además de activos, bienes inmobiliarios y acciones por valor de miles de millones.
Según David Rundell, exjefe de misión de la Embajada de Estados Unidos en Riad, se ha tomado como blanco a “algunos opositores políticos”, pero la razón principal de esta campaña es “acabar con la corrupción” y “recaudar fondos que el país necesita mucho”.
“Y parece funcionar. Muchos empresarios saudíes me dicen que la corrupción ha disminuido y se ha vuelto menos aceptable socialmente”, expresó.
Recelos
La represión preocupa a las oenegés. Human Rights Watch advirtió a principios de este año de “procedimientos judiciales no equitativos” con un sistema judicial opaco.
El columnista de The Washington Post David Ignatius reveló en julio que el reino prepara “cargos de corrupción y deslealtad” contra el depuesto expríncipe heredero Mohamed bin Nayef, detenido desde marzo.
Las autoridades saudíes no han comentado públicamente los motivos de la detención.
En setiembre, el comandante de las fuerzas conjuntas, el príncipe Fahd bin Turki, y su hijo Abdelaziz bin Fahd, emir de la región de Al Juf, fueron destituidos y están siendo investigados por corrupción.
Estas medidas ilustran un intento por “socavar a potenciales oponentes”, estimó Capital Economics en setiembre.