In this Oct. 10, 2013 photo, Aida Diallo, whose ten-year-old son Bamba was killed when a fire struck the Dakar shack where he was sleeping along with other Quranic students, stands in her one-room home in the village of Ndame, Senegal. Bamba's older brother Cheikhou, 13, managed to escape the fire which killed Bamba and three of their cousins. For now the surviving boys and their teacher are back in Ndame, but, says Diallo, when their teacher, her brother, returns to Dakar, Cheikhou will go too. (AP Photo/Rebecca Blackwell) (Rebecca Blackwell)
Ndame, Senegal. AP. Siete noches a la semana, Cheikhou de 13 años y su hermano menor Bamba se dirigían a una cabaña de madera que compartían con decenas de otros niños descalzos que se dedicaban a la mendicidad. Acostados, todos cubrían el piso con sus cuerpos.
Una noche alguien tiró una vela y aquel lugar se convirtió en un infierno. Cheikhou se sumó a unos 50 menores que intentaban huir por la puerta mientras los vecinos llenaban baldes con agua en un intento inútil por sofocar el fuego.
Cheikhou logró ponerse a salvo, pero al menos ocho menores fallecieron, entre ellos su hermano de 10 años y tres primos más pequeños.
La tragedia atrajo nuevamente la atención a la situación de decenas de miles de alumnos islámicos en Senegal, conocidos como talibes , que son obligados a mendigar.
En este país, m ás de 50.000 niños son obligados a pedir dinero para educarse en los internados llamados daaras, según la organización Human Rights Watch.
El Gobierno ha intentado durante años prohibir la práctica, pero está profundamente arraigada en Senegal, donde muchos padres pobres la consideran la única opción educativa para sus hijos.
Promesas vacías. Un número desconocido de talibes han muerto arrollados mientras mendigaban entre el tránsito, pero la tragedia ocurrida en marzo parecía que tendría un peso importante. Detuvieron a tres morabitos —los profesores de dichos estudiantes— para interrogarlos, y el presidente Macky Sall dispuso cerrar todas las daaras que no cumplen con la normativa.
“Se adoptarán medidas para poner fin a la explotación de los menores con el pretexto de que son talibes”, dijo Sall.
“Esta tragedia nos obliga a intervenir e identificar todos estos sitios donde existan. Estos lugares serán cerrados y los niños devueltos a sus padres”, agregó.
Sin embargo, nueve meses después de aquellas palabras firmes, no hay detenidos ni clausuras.
“En verdad nos sentimos traicionados... es verdadera esclavitud”, dijo Bamba Fall, alcalde adjunto en el vecindario de Medina, de Dakar, lugar del fatal incendio.
El funcionario presume que el caso penal fue desechado por exigencias de los dirigentes religiosos de mayor rango.