Dacca
Bangladesh recordó, con diversos actos, el derrumbe hace dos años del edificio Rana Plaza, una tragedia en la industria textil que causó más de 1.130 muertos y cientos de heridos, así como 2.500 supervivientes que aún exigen justicia, el pago completo de indemnizaciones y rehacer su vida.
La principal concentración tuvo lugar en Savar, localidad aledaña a Dacca en la que se produjo el siniestro y en la que hoy representantes de sindicatos, organizaciones laborales y supervivientes depositaron flores, rezaron y gritaron consignas.
"Pedimos que se paguen las compensaciones prometidas y que se piense en el tratamiento continuo de aquellos (discapacitados y afectados) que requieren atención", dijo A. Mukit Jan, presidente del Comité Nacional de Coordinación para la Educación de los Trabajadores (Nccwe).
Dos años después del siniestro y pese a los aportes realizados en los últimos días, el fondo de compensación a las víctimas aún debe recibir $6 millones de los 30 estimados como necesarios.
Según Jan, más de un millar de personas, incluidos cientos de supervivientes, se acercaron al solar donde antes estaba ubicado el edificio con talleres textiles que producían para una treintena de firmas extranjeras y en el que ahora apenas quedan algunos escombros y un monumento de recuerdo.
Los asistentes pidieron que se castigue a los responsables del siniestro, incluido el propietario del edificio, Sohel Rana, que se encuentra actualmente en prisión junto a cerca de una decena de personas a la espera de que concluya en mayo una investigación policial clave para el juicio.
Pero más allá de dinero y justicia, la reinserción de las víctimas en la sociedad ha sido uno de los aspectos más destacados en muchos de los actos que desde principios de semana se han celebrado en Dacca en torno a la efeméride.
Según un estudio publicado por la ONG Action Aid, tres cuartas partes de los supervivientes no han vuelto a trabajar, en gran medida debido a que muchos todavía están sometiéndose a procesos de rehabilitación física y mental.
La incapacidad de regresar a sus empleos anteriores y el trauma de la experiencia empuja a muchos de los afectados a intentar abrirse nuevos caminos laborales con el apoyo de organizaciones de ayuda o a regresar a sus hogares en zonas rurales del país, de donde proceden la mayoría.
Sonia, que salvó su vida tras saltar por una ventana a un edificio contiguo cuando se produjo el derrumbe, regenta en la actualidad un comercio junto a su marido en la localidad meridional de Barisal.
"Hacíamos vaqueros. Solo habíamos trabajado en Savar 24 días. Fuimos al Rana Plaza escapando de la pobreza", recordó en conversación con Efe la veinteañera superviviente.
"No nos planteamos volver a trabajar en el textil. Mi marido no puede hablar ni caminar mucho. Y yo me encuentro limitada por una herida que sufrí en la cabeza. Intentaremos continuar nuestra vida con la tienda", explicó Sonia resignada.
Otros tuvieron mejor suerte y pudieron salvarse sin sufrir apenas rasguños como el joven Mustafa Zaman, que trabajó en el textil para costearse la carrera universitaria después de que sus padres lo echaran de casa por casarse mientras estaba estudiando.
"Era mi primer mes de trabajo. Estaba feliz y muy agradecido a Alá. Hacía pantalones. Todo cayó en un segundo, yo estaba en la séptima planta. Encontré un agujero en el techo y por ahí escapé", relató.
Con unos 24.500 millones de dólares de ventas en el curso fiscal 2013-14 (el 81% del total de exportaciones) , la industria textil es uno de los principales motores económicos de Bangladesh y ofrece empleo a unos 4,4 millones de trabajadores, sobre todo mujeres, en un país con 160 millones de habitantes.