La periodicidad de los conflictos que Nicaragua le impone a Costa Rica se atenuará hasta que aquella sea una democracia madura. Hasta que las actuaciones de su Gobierno de turno, tanto internamente como en el campo internacional, sean ratificadas por una opinión pública informada. Los pueblos democráticos no promueven el conflicto porque son los que ponen los muertos cuando se pierde la paz.
Son los dictadores y los gobernantes de las democracias inmaduras los que juegan con la paz de sus pueblos y de sus vecinos y generalmente actúan por motivos pueriles. En el caso de la Nicaragua de hoy me imagino que debe haber mil móviles de tramar disputas innecesarias con Costa Rica para lograr objetivos inconfesables.
Otra realidad es que la agudización actual de esta crónica situación con Nicaragua, si se prolonga o se hace más irascible, será enfocada por la comunidad internacional como otro “conflicto regional”. El problema para Costa Rica es que los conflictos regionales se enmarcan hoy día dentro del nuevo entorno internacional que surgió después del fin del mundo bipolar. En los “tranquilos” días de la Guerra Fría, cualquier conflicto regional era sometido por las dos grandes potencias a un escrutinio estratégico y si cualquiera de las dos estimaba que hacía peligrar sus precarias relaciones, rápidamente se encargaban de ponerle fin. Existía ese tipo de orden en el mundo. Hoy día no. El orden existe pero entre los países poderosos. Entre los subdesarrollados predomina el caos. No es necesario citar todas las guerras regionales que ha desatado “la paz” actual.
Es importante hacer énfasis en el destino que les espera a los pueblos del Tercer Mundo que se traban en estas hostilidades. Una vez que se producen los muertos, automáticamente se generan las razones para producir más muertos y la violencia se hace crónica. Desde luego que los grandes países protegen sus intereses y, si las guerras regionales no los ponen en peligro, no ameritan el riesgo político de incurrir en bajas por restaurar la paz. Se puede cometer hasta el genocidio como en Ruanda, por ejemplo, y a los países poderosos les faltan las palabras para condenar el hecho, pero no actúan para detener ni el genocidio. Más allá de las fronteras de los países ricos, se está extendiendo el caos en el mundo.
Indefensión psicológica. Y la otra realidad es que Costa Rica es un país desarmado, física, pero peor que eso, sicológicamente. La indefensión se ha convertido en virtud. Me parece que es dentro de este marco que se debe enfocar el conflicto actual y crónico con Nicaragua. La indefensión obliga a ser muy cuidadosos: el país debe hacerle ver a los gobernantes nicaraguenses que en Costa Rica existe una unidad nacional ante la disputa actual, debe haber conversaciones y negociaciones, debe plantearse el problema ante instancias jurídicas internacionales, se debe sacar el conflicto de las primeras páginas de los periódicos, se debe corregir la desastrosa falta de política en el campo migratorio que afecta principalmente a los nicaraguenses y que tanta mala voluntad le ha creado a Costa Rica. Todo esto y más se debe hacer pero nada gana Costa Rica a largo plazo si no resuelve el problema de su indefensión actual.
Si Costa Rica quiere seguir sin un ejército que defienda su soberanía, su integridad territorial y sus instituciones tendría que resucitar la seguridad colectiva porque esta ya no existe. Naufragó en Las Malvinas. Naciones Unidas está en otra cosa.
No se si instancias internacionales puedan resolver, con base en mapitas, un conflicto provocado por la posesión de hecho, por las armas, de una parte del territorio costarricense.
Esta pequeña muestra de indefensión puede eventualmente desvanecerse sin muertos. Pero lo más probable es que se resolverá con la pérdida de un pedazo del territorio nacional. Y si es así, no hay que olvidar que la historia confirma que no hay nada que provoque más a los matones que la indefensión ante la agresión.