“En marzo, mi hermano trajo una perrita doberman pincher miniatura cruzada con chihuahua. Era tan pequeña que la pasábamos por entre las celosías del baño para bañarla. Una noche, soñé que la veía toda envuelta en su cobijita de franela verde, sentada en un coche de bebé, despidiéndose de toda la familia. Yo lloraba mucho y una amiga me decía: ‘¿Por qué llorás si en noviembre vuelve?’. Me desperté llorando y dos semanas después, Lolita murió al ser atacada por otro perro. Murió envuelta en la cobijita y aún la lloramos. La buena noticia es que la mamá de Lolita está preñada y esperamos una hermanita para noviembre”.
“Desde los 5 años, y en cinco ocasiones, soñé con un paseo familiar en el que me adelantaba corriendo y me asomaba por la baranda de un puente. En la orilla del río, se veía a un padre y a sus dos hijos varones almorzando en picnic. Tratando de verles la cara, me colgué de la baranda y caí al vacío. El papá y el hijo mayor se tiraron a atraparme pero siempre, al estar cerca de la abrupta caída, me despertaba muy asustada. A unos días de mi matrimonio y en casa de mi suegro, Antolín Fernández, veíamos fotos y salió una imagen de él en la orilla de un río haciendo picnic con sus hijos, Luis Diego (mi esposo) y Fabián Fernández. Quedé anonadada al percatarme de que era la misma familia y el mismo escenario que veía en mi pesadilla”.
“Mi hermana menor estudiaba en Estados Unidos, cuando tuve un sueño con ella. Tenía que recogerla en San José, pero cuando llegué, la encontré muerta y vestida de novia. En el sueño apareció mi otra hermana y juntas la metimos en la cajuela de un taxi. Lo curioso es que no estábamos tristes. Quince días después, mi hermana me llama y me da la noticia de que se casa y me invita a su boda en Estados Unidos”.