El primer domingo de la primavera en Rosario (Argentina) fue un día nítido y resplandeciente. Hasta las piedras parecían brillar con una luz propia. Desde el sétimo piso del Museo Macro estuve observando cómo el sol se reflejaba en las aguas del río Paraná. Me dejé llevar por la lentitud con la que avanzaba una embarcación hacia el puerto o, mejor dicho, hacia una zona de pensamientos incomprensibles. La vista desde ahí es tan hermosa que uno puede enfermarse.
Después caminé treinta cuadras por el bulevar Oroño, esquivando perros y muchachas en rollers, bajo la sombra de plátanos y eucaliptos, sintiendo en el cuerpo las primeras descargas de polen. Me acosté en el pasto y usé la mochila de almohada. Más tarde tomé una última lata de cerveza frente al río.
La feria editorial del Festival de Poesía de Rosario, en la que yo había estado vendiendo revistas y libros, se empezó a dispersar. Era hora de hacer las maletas y regresar a Buenos Aires. En la plaza, la gente bailaba salsa. El cielo estaba anaranjado. Washington Cucurto guardaba sus libros cartoneros en una camioneta. Abracé a los amigos.
Llegué a la casa pasadas las 12. En la mesa de noche me estaba esperando el último libro de Luis Chaves, Vamos a tocar el agua, recién publicado por Los Tres Editores. Me puse a leerlo de inmediato. Sabía que me iba a topar con una narración de cosas pequeñas, pero también de días decisivos.
Quería que el libro me absorbiera y se mezclara con mis vivencias recientes. No resultó difícil. Le creí a Chaves: “Todo lo que leemos, vemos y oímos deja un sedimento”.
Mientras escribo esto, por casualidad, descubro a una banda rosarina que suena maravillosa. Tienen unas canciones nostálgicas, sencillas y atmosféricas. El grupo se llama Mi Nave y el disco, Tristeza. Bien podría ser la banda sonora del fragmento más luminoso de Vamos a tocar el agua. Ese en el que Chaves describe la caída de las semillas de los álamos. Vuelvo a subrayar: “livianas, leves, como unos copos de nieve que no se derriten nunca, cruzan detrás de todo lo que sucede, lentamente, en suspensión, convirtiendo las imágenes mentales en recuerdos en cámara lenta”.
Con una prosa fluida y evocadora, Chaves nos cuenta, en esta novela corta que también puede ser leída como una carta larga a los amigos, el trajín de una familia costarricense trasladada por un año a Berlín. De esta manera sigue explorando lo que él mismo ha definido como la autobiografía no autorizada.
La novela transcurre en el barrio berlinés de Friedenau y en viajes cortos a otras ciudades europeas. Pero el núcleo de sus narraciones parece estar siempre anclado en el patio trasero de su casa en Zapote. Ese microcosmos de pasto y cielo donde está el árbol de cas que sembró su abuela muchos años atrás, unas luces navideñas en la ventana de la cocina y los dibujos que pintaron sus hijas en los muros. Desde ese territorio íntimo y doméstico se expanden las ondas gravitacionales que reverberan en toda su literatura, incluso con los pies enterrados en la arena frente al mar Báltico.
La mayoría de los textos que componen este libro ya habían sido publicados como crónicas y por entregas en Internet. Algo de eso nos advierte el autor en una nota al inicio. Volví a leerlos buscando las partes aumentadas, corregidas y editadas. Pero, sobre todo, los volví a leer para llegar a ese paseo familiar en las montañas de Hausach: “Caminábamos por el centro al final de un día, admirando los jardines frontales de las casas –con sus fuentes y enanos de cerámica, como decorados de un cuento de hadas–, el cielo cóncavo y punteado de estrellas, cuando LaMayor dijo, mientras avanzaba sin mirarnos, como hablándole a la noche: –Qué lindo sería vivir aquí”.
Al otro lado de esa noche está uno, el lector, bajo el cono de luz de una lámpara, sintiendo que en esa parte de la novela algo se astilla, un crac, y te deja indefenso. ¿Qué será? De algo parecido están hechas las canciones de Mi Nave.
En el colofón de esta segunda edición de Vamos a tocar el agua, Los Tres Editores y el autor dejan entrever que ya se sienten más relajados, con las sillas dispuestas al aire libre. Esperamos con ansias sus próximos libros.
Historias en Alemania
- Título: Vamos a tocar el agua
- Sello editorial: Los Tres Editores
- Año: 2017
- ¿Dónde comprarlo? Librería Internacional, Libros Duluoz, Librería Andante, Frantz & Sarah y Buhólica.
- Conversatorio: Miércoles 1.° de noviembre, a las 6:30 p. m., en la Librería Internacional de Multiplaza Escazú. Luis Chaves y Jochen Vivallo hablarán sobre cómo se hizo 'Vamos a tocar el agua'.