El escritor e investigador literario José Ricardo Chaves ha hecho un importante aporte al conocimiento de la literatura costarricense, al demostrar que, desde sus inicios, existió una corriente dedicada a la producción de narrativas fantásticas.
De esta manera, en contraste con el enfoque todavía prevaleciente, que enfatiza en el carácter esencialmente realista de esa literatura entre finales del siglo XIX y primeras décadas del XX, Chaves se ha dado a la tarea de recuperar aquella narrativa que se aparta de lo convencionalmente aceptado.
Con este propósito, en vez de limitarse únicamente a los libros, Chaves ha emprendido una revisión sistemática de las revistas culturales de la época. En estas publicaciones periódicas, encontró una amplia y diversa producción narrativa que apenas empieza a ser descubierta.
Antologías
Los esfuerzos de Chaves se materializaron en un primer libro, publicado por Uruk Editores en el año 2012 y titulado Voces de la sirena, en el que se recopilan 24 textos narrativos pertenecientes a 17 personas, cuatro de ellas mujeres (María Fernández de Tinoco, María Ester Amador, Yolanda Oreamuno y Eunice Odio).
En esa misma línea, Chaves acaba de publicar, con la Editorial de la Universidad de Costa Rica, una segunda antología, compuesta por relatos escritos por León Fernández Guardia (1871-1942), uno de los cuales, El ojo de Pacriquí, es el que inspiró el título de la obra. Este cuento ocurre entre los indígenas de Talamanca y se relaciona con una enorme y enigmática esmeralda.
Se trata de un libro con 17 textos, publicados en su mayoría en la revista Páginas Ilustradas entre 1906 y 1911. En estos cuentos, Fernández Guardia aborda temas como el desdoblamiento, el magnetismo, lo sobrenatural, las ciencias ocultas y el sonambulismo. a partir de tramas policiales, que se desarrollan en escenarios urbanos o exóticos.
También incluye esta antología el cuento titulado El número 13013, que combina los géneros de terror, policíaco, fantástico y de ciencia ficción. Con este relato, Fernández Guardia contribuyó al Libro de los pobres, impreso en 1908; posteriormente fue traducido al inglés y dado a conocer en ese idioma en 1925,
Estudio
Desde esta perspectiva, Fernández Guardia sería un pionero en la producción de este tipo de narrativa, no solo en lo que respecta a Costa Rica, sino en Hispanoamérica, donde la conceptualización de la literatura fantástica estaba aún lejana.
También Chaves considera la producción literaria de Fernández Guardia en el medio nacional, en relación con sus predecesores, como Manuel Argüello Mora, sus coetáneos, como María Fernández de Tinoco, y sus sucesores, como Alfredo Cardona Peña.
Biografía
Asimismo, en ese valioso estudio introductorio, Chaves elaboró la biografía más acabada de que se dispone hasta ahora sobre Fernández Guardia, en la que analiza diversos aspectos relacionados con su familia, en particular acerca del temprano fallecimiento de su madre, Isabel Guardia Gutiérrez (hermana de Tomás Guardia), y el asesinato de su padre, León Fernández Bonilla, a manos de Antonio Figueroa.
Igualmente, Chaves considera la posición subordinada, en los ámbitos familiar, político, intelectual y literario, en que se ubicó León Fernández Guardia, en comparación con su célebre hermano mayor: el reconocido historiador y escritor Ricardo Fernández Guardia.
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Sobre las diferencias físicas entre ambos hermanos, Chaves recuperó imaginativamente las referencias del poeta y dramaturgo Eduardo Calsamiglia, quien contrastaba a Ricardo (“el alto”), con León (“el bajo”, “el moreno”).
Otra diferencia importante entre dos los hermanos fue que Ricardo perteneció al círculo espiritista Franklin, que funcionó en San José a mediados de la década de 1900, mientras que León más bien se inclinó por la teosofía, campo en el que destacó como editor de la revista Virya, de la cual era director el pintor español Tomás Povedano.
Periodos
Chaves sugiere que el involucramiento de León en los círculos ocultistas y teosóficos pudo haber influido en el tipo de relatos que escribió, cuyo innovación no se basó en el refinamiento verbal, que solía estar presente en las narrativas realistas y modernistas de la época, sino en un estilo periodístico, inspirado en modelos literarios como los de Edgar Allan Poe, Georges Rodenbach y Guy de Maupassant, entre otros.
De acuerdo con Chaves, en la creación literaria de León pueden distinguirse dos períodos: uno más intenso, que comprendería el año 1906, en el que publicó 7 de los 17 relatos que conforman la antología; y el quinquenio 1907-1911, en el que se ubicaron los 10 restantes y se caracterizó por una producción más irregular.
Si bien –como Chaves lo explica– todavía falta revisar más revistas culturales para determinar si León publicó otros relatos, la periodización precedente, pese a su carácter preliminar, es interesante porque deja ver que él inició su carrera literaria tardíamente, a los 35 años, en contraste con Ricardo, que lo hizo alrededor de los 25.
Tal diferencia impactó también en la duración de los ciclos de producción específicamente literaria: mientras el de Ricardo se extendió, aunque con algunas interrupciones considerables, por casi 30 años (1892-1920), el de León parece haber comprendido apenas un sexenio.
Nicho
Sin duda, el no haber publicado sus cuentos en un libro contribuyó a que los relatos de León quedaran en el olvido. A este resultado pudo haber coadyuvado también que, en la década de 1930 (es decir, en la etapa final de su vida), él se ubicó claramente del lado de las fuerzas anticomunistas.
De esta manera, se situó en la orilla opuesta a la de los círculos de intelectuales, escritores y artistas que tuvieron una considerable influencia en definir la cultura costarricense del periodo posterior a 1940.
Pese a todos los factores que tuvo en contra, León procuró crear un nicho propio en el mercado cultural de la época y, para ello, apostó por abrirse un espacio en los círculos ocultistas y por la producción sistemática de un tipo de narrativa que iba en contra de las tendencias literarias predominantes por entonces.
En ese incansable nadar en contra de la corriente, dejó una obra que, gracias a la paciente y cuidadosa labor de Chaves, retorna ahora, distinta y desafiante, en una bella edición impresa que permite recuperar esos pasados –cada vez menos desconocidos– que la literatura fantástica costarricense puede reclamar como suyos.