Como miembro de una generación de intelectuales que contribuyó a poner los cimientos de la Costa Rica moderna, debido indudablemente a la excelente calidad de la educación que se impartía en aquellos tiempos, surge la presencia de Lilia Ramos Valverde, la humanista costarricense más notable del siglo XX: epistemóloga por elección y satisfacción propias, psicóloga, escritora, preservadora de la memoria histórica y literaria, pero más que todo, educadora sobresaliente.
Fue la primera mujer en obtener todos los altos galardones que concede la Patria: el Premio Magón de Cultura, el Aquileo Echeverría, el Carlos Gagini; el Fernández Ferraz, y lleva su nombre el Jardín de Niños Lilia Ramos, adjunto a la Escuela Ricardo Jiménez. Resulta inexplicable que no se le haya conferido aún el Benemeritazgo de la Patria, para el cual está indiscutiblemente calificada.
Lilia fue la primera mujer en graduarse en Psicología y Psicoanálisis en el país, después de haber estudiado en las universidades de Columbia y de Harvard, en La Sorbona, así como con eminentes psicólogos de Lausana, Ginebra y Barcelona.
Escribió seis obras dedicadas al conocimiento de la psique. Todas ellas tienen el acierto de abordar los problemas psicoanalíticos, psicopedagógicos e incluso psiquiátricos sin caer en un innecesario análisis teórico conceptual.
Tienen el mérito de que la lectura de parte del neófito resulta enriquecedora para descubrir o entender los conflictos propios, traumas, patologías o subterfugios, convirtiéndose así en un instrumento que induce al autoanálisis y a la búsqueda de ayuda terapéutica. De ahí que la obra científica de Lilia Ramos sea un material sumamente interesante y valioso, que continúa siendo muy atinado, oportuno, necesario y de gran actualidad como obra de consulta.
Un magisterio perdurable y fecundo
Lilia consideraba que el conocimiento puede transformar al individuo, lo cual redunda, al final, en beneficio de la sociedad y la cultura. Por eso, como educadora, se empeñó en mejorar el sistema educativo imperante interesándose en sus carencias formativas, aportando nuevas metodologías, preparando ella misma al personal docente en visitas a escuelas de todo el país y aun del extranjero para impartir cursos de actualización en pedagogía, psicopedagogía, psicohigiene; publicando materiales útiles y ampliando sus conocimientos en esos campos de acción y en la cultura en general.
Escribió cuentos y obras de teatro para niños. Sus antologías de poesía y drama infantil son un catálogo conscientemente elegido con fines didácticos, ejemplarizantes, ya que contienen enseñanzas cívicas, históricas, ecológicas; enseñan los valores de la familia, la solidaridad, la compasión; combaten los prejuicios raciales y sociales, los roles sexuales, constituyéndose en un espacio generador de reflexión y análisis sobre las ideologías que los sustentan, pero también con el afán de divertir y estimular el fértil reino de la imaginación de los niños.
Por su experiencia profesional, Lilia consideraba que la lectura de cuentos y poesías constituye un medio idóneo para educar a los niños, enseñarles a discernir, transmitirles valores, sentimientos, hábitos, despertar su imaginación creadora, estimular las capacidades lingüísticas, aumentar el vocabulario, adquirir las estructuras idiomáticas.
Involucrada de lleno en el quehacer intelectual, fundó varias sociedades literarias, científicas, filantrópicas y artísticas y solía brindar charlas y conferencias en numerosas actividades culturales, tanto en Costa Rica como en el extranjero, ya que podía disertar fluidamente en tres idiomas. Promotora incansable de la cultura, editó libros propios y ajenos, rescatando así el valioso acervo cultural de su país.
Fue cofundadora y directora ad honorem por siete años de la Editorial Costa Rica. Pertenecen ya a la historia de la literatura costarricense las páginas en que narra las singulares reuniones del Círculo de Amigos del Arte, allá por los años treinta, una de las tantas tertulias literarias y artísticas a la que acudían Yolanda Oreamuno, Max Jiménez, Carlos Salazar Herrera, Julián Marchena, José y Francisco Marín Cañas, Francisco Amighetti, José Basileo Acuña, Enrique Macaya, Juan Manuel y otros costarricenses notables.
Labor hemerográfica
Desde muy joven, comenzó a publicar en revistas y periódicos. Escribió una cantidad importante de artículos de crítica y comentario sobre escritores, artistas plásticos, biografías, pedagogía, reseñas de libros, crónicas y comentarios sobre diversas actividades artísticas, los cuales ofrecen una amplia visión de las ideas estéticas, literarias y culturales del país en el siglo XX.
También escribió artículos de opinión sobre acontecimientos de interés público. Respecto de las políticas educativas, abogó por el bienestar y el respeto a los niños, la calidad de la enseñanza, la igualdad de oportunidades y la influencia del magisterio en la formación de los ciudadanos.
En cuestiones políticas, defendió la democracia en contra de las ideologías extranjeras; condenó las tiranías; luchó por preservar los valores patrios y la libertad, con base en los grandes principios universales.
Su actitud visionaria y de avanzada, así como su carácter franco e indoblegable, le trajeron más de una vez serias dificultades. La tildaron de comunista, posición ideológica que ella adversaba. Le molestaba profundamente que ella, la individualista, la amante de la libertad, la que luchó incansablemente por la integración de la persona como individuo único e irrepetible, fuera considerada como tal.
Lilia Ramos fue una persona auténtica, franca y valiente. Vivió en la consecución de los más altos ideales humanistas e intelectuales, teniendo en cuenta que las ideas no proceden exclusivamente de la inteligencia, sino que también son producto de las facultades espirituales del ser humano. Dotada de muchos talentos, supo hacer buen uso de ellos, pues pensaba que «la vida no le llega a uno con un sentido, sino que en su transcurrir le otorga a la persona una serie de potencias, de recursos, para que uno sea quien le dé un sentido».
Está claro que logró con creces darle un sentido valiosísimo a su vida, la cual se centró en el servicio a los demás. Lilia Ramos fue un verdadero triunfo del intelecto y del espíritu.