“Harry debes saber que eres un mago”. Hace 20 años, Harry Potter recibió , junto a miles y miles de niños y jóvenes, la noticia más importante de su vida. Aquella frase de Hagrid –en adelante, su fiel amigo y protector– abrió un mundo mágico y fabuloso para un niño aparentemente común y corriente, y un universo fantástico que varias generaciones de fanáticos no dejan de adorar.
El 26 de junio de 1997, el libro Harry Potter y la piedra filosofal salió a la venta para el mundo anglosajón. Alrededor de un niño huérfano , maltratado por sus tíos y odiado por su primo, surge una historia emocionante de magos, hechiceras y muggles , animales fantásticos, la constante amenaza del mal y amistades a toda prueba.
Los lectores se rindieron ante aquellas aventuras; niños, jóvenes y adultos crecieron siguiendo –y viendo– al mago con la cicatriz de relámpago.
Rowling, la creadora
Harry Potter y la piedra filosofal vio la luz gracias a la pluma de J. K. Rowling, quien no había publicado nada y cuya idea había sido rechazada por varias editoriales hasta que Bloomsbury –empresa pequeña– apostó por publicar el relato de magia que se levantaba sobre una escuela maravillosa que solo puede existir en los sueños.
La historia de Rowling es muy conocida. Vale la pena rescatar su tenacidad para que su pequeño Harry fuese publicado. No solo le debemos aplausos a su imaginación, sino que construyó una saga de culto, un título que impulsó la literatura infantil y juvenil, y un emporio comercial y de entretenimiento.
Harry no solo es un cuento de hechicería, lucha por vencer al enemigo o ficción. Va más allá. De la mano de él, sus amigos Ron y Hermione, del propio Hagrid, del profesor Dumbledore y los demás maestros de Hogwarts, hicimos un intenso viaje que apela a la amistad, la lealtad, el respeto, la valentía, la confianza y el perdón.
Sentimos un terrible dolor o nos enojamos al leer las injusticias que cometieron los tíos Vernon y Petunia contra el chico, pero también nos dio esperanza saber que, con la carta del colegio, al pequeño le llegaron nuevas oportunidades.
También dijimos en coro: “En Slytherin no, en Slytherin no”, cuando el Sombrero Seleccionador se posó sobre la cabeza de Potter. Porque, como bien lo dijo Dumbledore (en La cámara secreta ): “No son las habilidades lo que demuestran lo que somos, son nuestras decisiones”.
El miedo a un nombre
Poco a poco los lectores, nos dimos cuenta de que el mal existe. Quizá quienes nos adentramos en la historia muy chicos no sabíamos hasta dónde podía llegar la ambición.
La vida de Harry –desde su nacimiento– se vio amenazada por el mago más malo de la historia. Lord Voldemort buscó matar al niño por culpa del miedo. Sí, el miedo a ver disminuida su poder por un inocente. “Utiliza siempre el nombre correcto de las cosas. El miedo a un nombre aumenta el miedo a la cosa que se nombra”: de nuevo, sabias palabras de Dumbledore.
Aprendimos a afrontar nuestros temores, a volvernos valientes y a saber que, para alcanzar metas en común, es necesaria la compañía y el apoyo de los amigos. También que la inteligencia y el estudio son muy importantes, pero que la entereza es fundamental en una lucha.
Otra de las moralejas es que siempre, sea quien sea, tiene magia en su interior. Harry no sabía de su talento para el quidditch , pero se aventuró a dar lo mejor de sí y se convirtió en el buscador más joven en un siglo de historia de la escuela.
Disfrutamos de grandiosas clases de transformación, pociones, encantamientos, herbología y defensa contra las artes oscuras. Hubo oportunidad de recordar que, aunque la apariencia nos engañe, al explorar los corazones de las personas podemos descubrir hermosos sentimientos.
Después de 20 años, siete libros publicados sobre esta historia, ocho películas, parques temáticos y el cumplimiento de los sueños más alocados, Harry Potter sigue cautivándonos, inamovible en la cultura pop. Una estrella que recordó que el amor es la magia más fuerte de todas.