Wendy Acosta tiene 25 años. Vive en Curridabat. Estudia educación preescolar en la UCR y educación física en la UACA. Es profesora de educación física en una escuela en Santa Ana, entrenadora de fútbol en un colegio en Heredia y también trabaja en los Programas de Formación de Talentos de la UCR. Es jugadora de Moravia –en Primera División– y de la Selección Nacional. Dos carreras, tres trabajos y dos equipos.
Cuando el 9 de junio la Selección Nacional debute ante España en el Mundial de Canadá, sobre la cancha habrá numerosas historias como la de Acosta. Jugadoras que inician su jornada a las 4:30 a. m., cuando se levantan para ir a entrenar con la Selección, y que la culminan llegada la noche, cuando salen de sus trabajos o lugares de estudio. No hay mejor apelativo para ello que "amor a la camiseta", pues por jugar al fútbol no reciben remuneración alguna.
Amelia Valverde, entrenadora de la Selección, ha respirado de cerca las dificultades de las mujeres para practicar el fútbol, aunque reconoce los avances en los últimos años. "Ahora las jugadoras tienen la oportunidad de entrenar a edades más tempranas. Hasta hay torneos sub 9. En cambio, cuando yo era pequeña, los amigos del barrio no me dejaban jugar, hasta que empecé a entrenar en un equipo, a los 15 años", relata la preparadora física de 26 años. "Creo que el Mundial sub 17 el año pasado en Costa Rica marcó un antes y un después. Ahora la sociedad acepta que las mujeres jueguen fútbol. Aunque no todos. Aún hay papás, incluso a nivel de Selección, que dicen que no quieren que sus hijas jueguen fútbol, a pesar de que tienen gran calidad", agrega.
Las dificultades financieras se vieron reflejadas hace unas semanas, cuando una campaña anónima en el sitio Go Found Me solicitó donaciones para la preparación de las muchachas previo al Mundial. Las jugadoras han calculado que semanalmente requieren unos ¢70.000 para poder cumplir con entrenamientos y partidos. Sin embargo, la iniciativa fue finalmente cancelada después de la desaprobación de la Fedefútbol.
"El fútbol femenino se convierte en una familia, porque nosotros no jugamos para nadie más que para nuestros papás, nuestros amigos, nuestros entrenadores y las personas que nos han apoyado", dice Daniela Cruz, defensora de Saprissa, de 24 años. Oriunda de Tibás, ella es una de las jugadoras que hacen recorridos en carro desde las 4:30 a. m. para recoger a varias compañeras e ir a los entrenamientos de la Selección, que son a las 5:30 a. m., en Proyecto Gol (en San Rafael de Alajuela). "Prácticamente dejo a mi mamá sin carro, pero si no fuera por ella, seis de las jugadoras no podríamos venir a entrenar", dice.
Para ponerlo en perspectiva, potencias como Estados Unidos, Francia o España cuentan en sus ligas con clubes que brindan todas las condiciones para que las jugadoras puedan dedicarse únicamente a entrenar y competir. "Estados Unidos, que es el mejor proyecto de fútbol femenino en el mundo, tiene ocho millones de jugadoras inscritas. Tienen gran cantidad de escuelas de fútbol a nivel nacional, donde las niñas comienzan desde los tres años a jugar. Esas jugadoras llegan con condiciones motoras extraordinarias que aún no hemos logrado acá", dice Víctor Alfaro, presidente de la Liga Femenina de Fútbol de Costa Rica.
En Costa Rica la liga sigue siendo de carácter amateur, aunque algunos clubes han comenzado a brindar ayudas simbólicas a sus jugadoras, desde montos que rondan los ¢20.000 mensuales hasta oportunidades de estudio. Saprissa, Alajuelense y Herediano ya acogen dentro de su organización a un equipo femenino.
Además, algunas muchachas cuentan con patrocinios. La portera Dinnia Díaz recibe cada mes un par de guantes, que luego van pasando a manos de colegas de otros equipos. También es cada vez más frecuente que jugadoras obtengan becas deportivas en el extranjero. Daniela Cruz, por ejemplo, volvió este año al país después de graduarse de Ciencias del Ejercicio, en University of West Florida (Estados Unidos).
Poco a poco
¿Qué hace falta para que el fútbol femenino dé el salto al nivel profesional? "Tiempo", responde Víctor Alfaro. "Cuando el fútbol femenino sea un verdadero espectáculo, cuando podamos competirle de tú a tú a Estados Unidos, la gente va a ir a los estadios, y eso va a generar que podamos tener jugadoras profesionales".
Para ello, según Alfaro, se está trabajando en que las chicas comiencen a entrenar desde niñas, y no a los 15 años, como venía sucediendo. Ya existen torneos U-9 y U-12, que se suman a Primera División, Segunda División, U17, U15 y Juegos Nacionales.
Una liga consolidada (existe desde 1991), con primera y segunda división, nos coloca como una potencia centroamericana que ya puede codearse con México, a quien se derrotó en la eliminatoria al Mundial, recuerda Alfaro.
Por clasificar al Mundial, la Liga Femenina recibió cerca de ¢160 millones. Según Alfaro, cada año se le entregarán ¢2 millones a cada equipo de Primera División, sumados a 25 balones y camillas.
"La fe es que seamos las pioneras de esto. Que esto avance un poquito. Que los clubes y la Federación den más apoyo", dice Adriana Venegas, de 25 años, quien combina su práctica deportiva con la labor de ama de casa y madre de una bebé de año y medio. Como otras jugadoras, renunció a su trabajo para poder estar con la Selección.