El 8 de mayo del 2018 el presidente, Carlos Alvarado, visualizaba la complicada situación del país y en su discurso reconoció los problemas prioritarios y el alto precio de posponer las soluciones.
El mandatario cumplió su palabra, y junto con los diputados aprobó la reforma fiscal, sin importar el costo político o la impopularidad. También fueron aprobadas la Ley para brindar seguridad jurídica sobre la huelga y sus procedimientos, la Ley para combatir la contaminación por plástico y proteger el ambiente y la educación dual, no muy bien recibidas en ciertos sectores sociales y empresariales.
Pero ahora no vemos la estrategia económica requerida con urgencia. En cambio, aparecen ciertos proyectos aislados: el gobierno propone, pero los diputados lo devuelven porque no es un asunto prioritario o no se ajusta a lo apremiante en estos momentos.
Un buen ejemplo son los presupuestos. La administración presenta recorte del gasto y los diputados no ven el recorte del gasto; el gobierno pide disminución de salarios y jornadas para los trabajadores del sector público y los diputados encuentran el proyecto mal planteado. Y así podría seguir enumerando hechos similares.
¿Por qué el presidente ya no hace honor a las palabras expresadas cuando recibió la banda presidencial? ¿Por qué los diputados ya no están en la misma línea con el Ejecutivo? ¿Por qué, si el país necesita unión política, no están unidos?
Muy sencillo, ni el presidente ni los diputados quieren asumir el costo político de las decisiones, como sí lo hicieron en la primera mitad de esta administración.
Entramos en un juego donde ni el Ejecutivo ni el Legislativo quieren pagar por la reestructuración del Estado, el cierre de instituciones, la reforma del empleo público y la reducción de salarios a altos mandos, como ministros, gerentes, presidentes ejecutivos, miembros de juntas directivas, diputados y jueces.
Son decisiones dolorosas y deben tomarse cuando un país está al borde de la mayor crisis económica y social de su historia.
Los costarricenses debemos tener claridad del juego político perverso actual y el deseo de no llevar en las espaldas ese costo por temor al cobro en las próximas elecciones presidenciales.
Como sociedad, debemos exigir a la clase política gobernante y a sus partidos dejar de lado el jueguito y que actúen en beneficio de los costarricenses. Los costarricenses solo queremos ver liderazgo y no lucimientos, un freno a los intereses personales y ser responsables para lo cual fueron elegidos.
El autor es exdiputado.