Al reexaminar 10 estudios publicados anteriormente, se halla que "no hay datos en humanos ni en animales que apoyen la creencia común de que comer la placenta, ya sea cruda, cocinada o en cápsulas, ofrezca protección contra la depresión posparto, reduzca el dolor que sigue al alumbramiento, revitalice energéticamente, colabore con la lactancia, favorezca la elasticidad de la piel, mejore la relación madre-hijo o reponga el hierro en el cuerpo", señaló la investigación de la universidad Northwestern.