César Rendueles se encontraba en Costa Rica indagando un caso “prácticamente único en el mundo”: cómo se aceleró la descarbonización, pero también la predominante presencia pública en la matriz energética. Pero de paso, ofreció una conferencia sobre algo nada raro estos días: el ascenso del odio y de proyectos políticos basados en él.
El 6 de febrero, el filósofo y sociólogo español inauguró el seminario Tribus del Odio del Centro Cultural de España (CCE) con su conferencia “El odio a la igualdad”. Ante un auditorio repleto en San José, analizó los avatares del concepto de “igualdad”, sus usos en el discurso público y los conflictos que emanan de sus aplicaciones prácticas.
El seminarioTribus del Odio, curado por el director del CCE, Ricardo Ramón, y por el filósofo Alexánder Jiménez, incluirá diversas actividades para “construir una trinchera que promueva el diálogo frente a este clima envenenado que pone en riesgo la convivencia democrática y los derechos de las personas y grupos”.
Investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, César Rendueles se encuentra en Costa Rica como parte de un proyecto que recorre países de Iberoamérica para estudiar cuestiones relacionadas con la transición energética, con los procesos de descarbonización y la implantación de energía renovables y sustitución de combustibles fósiles, desde lo técnico y desde lo social, cultural y político.

“Nos hemos encargado de las cuestiones sociales y políticas, como los conflictos sociales y políticos relacionados con la implantación de de energías renovables”, explica Rendueles. “En distintos lugares del mundo se están produciendo esa clase de tensiones relacionadas con, por ejemplo, la puesta en marcha de parques eólicos, de energía fotovoltaica, etcétera”.
El caso de Costa Rica les interesaba por ser “casi único en el mundo “ por lo rápido que fue el proceso de descarbonización de la matriz energética, de energía eléctrica, pero también por el hecho de que Costa Rica tenga todavía una enorme presencia pública y de cooperativas en la producción y distribución de energía (en la mayoría del mundo, y sobre todo en Europa, está privatizada).
— Eso toca a uno de los temas de su trabajo: la posibilidad, aun hoy, de plantearse proyectos comunes. Incluso a nivel nacional, como usted dice, en Costa Rica; si bien es un proyecto que ya tiene muchas décadas, continúa teniendo una aceptación y defensa significativas de parte del de la ciudadanía.
— Estamos viviendo una oleada de lo que podríamos llamar ‘afectos negativos’. De sensaciones, pasiones tristes relacionadas con con el miedo, con la ansiedad, con la ira, con el resentimiento, relacionadas sobre todo con la soledad. Con afrontar los problemas, las tensiones que que vivimos en común con efectivamente, individualmente, de uno en uno.
“Entonces, aparecen proyectos basados en el odio, pero también en el miedo, liderados por figuras carismáticas, figuras de autoridad que prometen protegernos frente a un mundo hostil, protegernos frente a las amenazas que son los demás.
“Nos piden que depositemos en ellos nuestra fe, nuestra confianza y que a cambio miremos a a los demás con resentimiento, con miedo, con agresividad. Creo que en el fondo todas esas pasiones tristes son la la resaca, son el efecto, el subproducto de la descomposición del neoliberalismo.
“Estamos viviendo en estos años el fin del proyecto neoliberal que durante muchos años prometió a la gente que la mercantilización de todas las cosas les iba a traer prosperidad y sobre todo concordia, un mundo de paz después de tantas décadas de enfrentamiento de bloques frente a la amenaza nuclear. Después de la crisis del 2008, ese mundo empezó a descomponerse.
“De esa descomposición salieron algunos proyectos en distintos lugares del mundo que apostaban por construir algo en común desde la igualdad, desde la fraternidad, en distintos lugares del mundo. Esos proyectos, lamentablemente, la mayor parte se vieron truncados por muy distintos motivos y es lo que estamos viviendo ahora: la aparición del lado oscuro de la historia tras ese final acelerado y terrible del neoliberalismo.

— Es curioso, ¿no? Que continuemos conversando sobre esa posibilidad de construir en común en este último par de semanas donde ha habido como una agitación tan violenta hacia proyectos que no están apuntando al bien común, que están nutridos por el odio.
— Las fuerzas de la derecha radical, del populismo autoritario, antidemocráticas, han entendido bien que nos enfrentamos a una policrisis, a una crisis compleja que requiere nuevas respuestas. En el trasfondo de esa policrisis está la más importante de todas, la crisis crisis ecosocial, climática, la crisis de recursos.
“Creo que las fuerzas del autoritarismo y del odio han entendido que, en un plazo muy corto, la alternativa a la que nos vamos a enfrentar es compartir los recursos de los que dispongamos, construir una vida buena en común con repartiendo aquello de lo que dispongamos o bien matar. La guerra a matar por los recursos disponibles. Han entendido cuál es su opción y han apostado por ella. Han elegido la muerte y están apostando por ella y esta semana es lo que estamos viendo, la propuesta de Trump en Gaza, que es un plan de genocidio”.
— ¿Y por qué los progresismos eran tan buenos en caracterizar la policrisis y tan deficientes en plantear una respuesta?
—Hablar en general de los progresismos y de las derrotas que han sufrido... siempre es fácil hablar luego, como decimos en España, ‘toro pasado’. Lo que tienen en común muchos de esos proyectos que han fracasado es, por un lado, que están enfrentados a una reacción muy bien armada, ideológicamente y mediáticamente también.
“Es algo que se ha vivido en Chile, en España, en EE.UU. En muchos lugares del mundo esos proyectos progresistas se han enfrentado a una auténtica muralla en distintos medios, primero en los tradicionales, pero cada vez más en nuevos medios más flexibles, más hábiles. Todo ese universo de la posverdad se ha dirigido básicamente contra proyectos progresistas; la derecha de los proyectos iliberales y antidemocráticos son los grandes triunfadores.
“También hay problemas internos, sin duda. Muchas veces es algo que ha caracterizado a muchos proyectos progresistas: cuando han conseguido llegar a alguna posición de poder, lo han hecho con un proyecto muy fuerte ideológicamente, bien armado discursivamente, pero a veces pobre programática y técnicamente.
“En España y en Chile se ha visto muy bien: falta de cuadros técnicos, falta de personal capaz de poner en marcha a toda velocidad, como hay que hacerlo cuando uno llega al poder, esos proyectos que, creo, sí estaban bien armados discursiva y conceptualmente.
— Cuando hablamos de discursos basados en odio, el reclamo común de esas fuerzas (que están ahora aliadas y tomando el poder en muchas partes) es que los progresistas le están diciendo ‘odio’ a lo que no quieren y bajo esa etiqueta tan ‘odiosa’ juntan lo que no les gusta. Entonces, ¿cómo definimos el odio?
— Hay muchos tipos de odio. Está presente en nuestra vida cotidiana y es un afecto imposible de extirpar de nuestras vidas, ¿no? Pero esa clase de odio político creo que tiene que ver con el miedo y son miedos a veces comprensibles.
“Tienen que ver también con una estrategia muy poderosa que hemos vivido durante años para introducir inseguridad en la vida de la gente. Las fuerzas del mercado se han esforzado deliberadamente porque nuestras vidas sean precarias, sean efectivamente frágiles, nos han expuesto a una intemperie social muy grande. Es muy fácil que el miedo prenda”.
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— (En el contexto del seminario), ¿se imaginó que hablar de eso en Costa Rica fuera tan relevante?
—No, la verdad, yo tenía una imagen de de Costa Rica marcada por tantas décadas de un proyecto de estado social exitoso en un contexto geográfico además poco proclive a ello. Tenía identificada a Costa Rica como una isla en medio de una marejada mercantilizadora (...) Hay otras maneras de hacer posibles, que no son utopías, son realidades perfectamente factibles.
“Creo que Costa Rica debería luchar por conservar ese patrimonio institucional y político, no solo por Costa Rica, sino por todo el mundo. Esee carácter de utopía.
“Sabía que que desde los años 80 han habido tensiones, por supuesto. Estaba al tanto, sobre todo en el campo energético, de conflictos, tensiones que habían tenido lugar. Pero no conocía el incremento de homicidios tan dramático.
“La aparición de proyectos de populistas tan vigorosos me ha preocupado muchísimo, porque la desaparición de referentes como lo ha sido Costa Rica, como lo han sido distintos países con sus propias dinámicas internas, creo que es es preocupante, porque yo creo que son ejemplos de de otras maneras de hacer, de otras formas de hacer.