En su primer y multitudinario acto público junto a Kamala Harris, en Filadelfia, Tim Walz, gobernador de Minnesota, agradeció por dos cosas: seleccionarlo como compañero de fórmula y, “quizá todavía más —dijo— por devolvernos la alegría”. Joy fue su palabra. También puede traducirse gozo o disfrute.
Quiso así resaltar el contraste entre las propuestas y el discurso de Harris, afines a la búsqueda del logro y la superación típicos de la sociedad estadounidense, y la campaña de Donald Trump, basada en el miedo, los rayos apocalípticos e insultos a granel. Sin embargo, la frase también puede verse como un llamado a superar la política desde los ímpetus destructivos y los escarnios, y asumirla como un ejercicio de competencia propositiva, que inspire y rinda resultados. Es algo que necesitamos con urgencia en Costa Rica.
Esa noción, aunque imperfecta, prevaleció durante el gobierno de Carlos Alvarado. Entonces, la interacción entre Ejecutivo y Legislativo concretó iniciativas esenciales, con atención al presente y mirada al futuro. Pensemos en la reforma fiscal, la ley de empleo público, la de contratación administrativa y el ingreso a la OCDE. Sin embargo, el gobierno no logró conectar estos y otros puntos de éxito para comunicar una visión integral de su acción. Fue una política de luces largas, pero relato corto.
Durante el gobierno actual, nos hemos sumergido en un universo político bifurcado. Los poderes colegiados (legislativo, judicial y electoral) y otras instituciones centrales generan y se abren a iniciativas constructivas, pero el Ejecutivo, que debería impulsar el liderazgo creativo, la visión integradora y la comunicación asertiva, se mueve entre la impericia, los reclamos, los choques y la intransigencia. Su desempeño es de luces cortas, discurso lúgubre y crispación fabricada.
Aparte de dañar las dimensiones tangibles del bienestar, me preocupa que nos esté induciendo a un readiestramiento emocional colectivo, que coloca el pesimismo, el conflicto y la exclusión por encima del optimismo, la serenidad y la tolerancia como rasgos de acción política y convivencia social. Para contrarrestar este nocivo proceso, debemos, al menos, encender las luces individuales de nuestras esperanzas e impulsar el respeto a los demás que nos caracterizan como pueblo.
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El autor es periodista y analista.