Pocos días antes de dejar la presidencia, Joe Biden hizo un apreciable regalo a Xi Jinping. No era el propósito, pero sí un efecto de impedir, por inverosímiles razones de seguridad nacional, que el gigante japonés del acero Nippon Steel adquiriera la estadounidense U. S. Steel. Bloqueó una inversión de $14.000 millones para modernizarla y mejorar su eficiencia, y redujo así sus posibilidades de competir con China, que seguirá ganando mercado. A esto se añade un grave mensaje de desconfianza hacia Japón, aliado esencial para la defensa de Asia y el Pacífico.
Sus perjuicios son evidentes. Sin embargo, palidecen frente a una avalancha de decisiones de Donald Trump que, al debilitar el ímpetu económico, tecnológico y geopolítico estadounidense, darán más amplias ventajas a los chinos y otros rivales.
Un frente de impacto es económico y tecnológico. Emana de sus decretos contra la transición energética y el desarrollo de industrias “verdes” y de punta, entre ellas, baterías y vehículos eléctricos. Desmontar este proceso, iniciado por Biden, no será fácil. Sus estímulos se basan en leyes, y muchos de los distritos más beneficiados son republicanos, por lo que tendrá serios obstáculos en el Congreso. Sin embargo, Trump sí puede —y ya lo hizo— frenar desembolsos a proyectos iniciados al amparo de esa política. El ruido creado será suficiente para, al menos, alterar el avance y desestimular inversiones y empleos.
Que Estados Unidos camine en reversa en sectores tan críticos acentuará el liderazgo chino en energías limpias y movilidad eléctrica, es decir, el futuro. Sus implicaciones se vinculan con la geopolítica, donde las señales son inquietantes.
Trump ha comenzado a orquestar el repliegue de Estados Unidos del multilateralismo y las alianzas. Además de su ambivalencia sobre la OTAN, abandonó nuevamente el Acuerdo de París sobre cambio climático, dispuso la salida de la Organización Mundial de la Salud, ha formulado recurrentes críticas a la del Comercio y arremetido contra el sistema de Naciones Unidas. Entretanto, los chinos siguen una política sistemática para ganar influencia en todas esas instancias. El vacío estadounidense la potenciará.
Trump no cesa de repetir que hará “más grande” a su país; por ahora, sin embargo, parece que será China.
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