
En el Transitarte 2025, este sábado 29 de marzo, el DJ COLME se encontraba en la tarima del Parque Nacional ofreciendo un set de música electrónica para unas pocas personas. Pero aunque su público era reducido, destacaba un hombre rubio y alto, con cara de extranjero, que se pegó bajo el sol la bailada de su vida.
Se trataba del médico alemán Johannes Neumann, quien vino por primera vez a Costa Rica hace 15 años y ya lleva más 3 años radicado en el país, donde trabaja para la ONG Osa Ecology. Él, de hecho, estaba esperando que salieran a escena sus amigos de la banda Maf é Tula, pero mientras tanto gozó como nadie, de la música electrónica.
Él contó que este es su tercer festival de música que disfruta en San José en un mes y asegura que en la capital, como pasa en todo lugar, hay cosas malas, pero que también se pueden tener experiencias memorables.
“Mucha gente dice que San José es fea, pero hay muchos lugares muy lindos también, que tal vez a veces están un poco escondiditos o se ven en momentos especiales. Pero la verdad es que desde que llegué he visto los lados más chivas de San José. Aquí se puede pasar bien bonito, la verdad”, comentó el doctor, de 34 años.
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Además, aclaró que es normal perderle el gusto a la ciudad por la que se transita a diario, pues a él le pasó lo mismo en Alemania. Considera que la rutina y los aspectos negativos hacen que uno mismo se prive de las cosas lindas que hay por hacer.
“Yo siempre pretendo en mi vida salir a hacer las cosas bonitas también y no solo frustrarme por el tráfico. También busco hacer algo y tal vez ayudar a limpiar un poco las playas, o aquí las calles, para que los ríos no sean tan sucios. Hay que involucrarse. Por ejemplo, ¿cuánta gente no trabaja aquí? Todo el mundo poniendo su esfuerzo, su tiempo para que los demás puedan vivir un momento bonito. Entonces, hay que aprovechar los momentos y pasarla bien”, concluyó Neumann.

Johannes tenía mucha verdad en sus palabras, al afirmar que sí es posible transformar los espacios en lo que se anhela. Para ver a San José con otros ojos no hace falta ser turista, y así lo demostraron las cientos de personas que hicieron de las calles josefinas la pasarela de su disfrute.
Porque no solo en los cuentos las calabazas se convierten en carruajes y las nubes en algodón de azúcar. La magia está en todo aquel que, a pesar de los horrores del mundo, conserva en sus alforjas raciones de asombro con las que alimentar sus ilusiones.
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