Durante la Semana Santa, una de las épocas más solemnes del calendario litúrgico, la comunidad católica acostumbra a observar diversas prácticas que invitan a la reflexión espiritual y al recogimiento. Entre ellas destaca el consumo de pescado, particularmente durante el Viernes Santo, como expresión de respeto y devoción.
Este periodo litúrgico, que culmina con la celebración de la Pascua, rememora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Por ello, la Iglesia invita a los fieles a vivir jornadas de oración, introspección y penitencia. Muchos católicos deciden acompañar este proceso espiritual con el ayuno y la abstinencia, como forma de purificación interior.
El Viernes Santo, día en que se conmemora la crucifixión de Jesús, marca especialmente esta tradición. En señal de sacrificio y respeto, gran parte de los creyentes opta por abstenerse del consumo de carnes rojas o de ave, sustituyéndolas por pescado, un alimento simbólicamente vinculado con la fe cristiana desde sus orígenes.
Más allá de la ingesta de pescado durante el Viernes Santo, el concepto esencial de estos días es realizar un sacrificio personal, que puede estar vinculado a otras acciones o valores, como el perdón, la tolerancia, la empatía, un gesto de ayuda y solidaridad hacia los demás, o la intención de cambiar alguna actitud que no va en línea con los preceptos bíblicos.
LEA MÁS: Llega Semana Santa: Conozca cómo se comportan los precios del pescado y chiverre este 2025
Por qué se come pescado en Semana Santa
“Todos los viernes, a no ser que coincidan con una solemnidad, debe guardarse la abstinencia de carne, o de otro alimento que haya determinado la Conferencia Episcopal”, se lee en un fragmento del artículo 1251, parte del capítulo II del Derecho Canónico, que recoge las normas, derechos y obligaciones de la Iglesia católica.
“Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia; sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días penitenciales, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismos, cumpliendo con mayor fidelidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones que siguen”, define el canon 1249 de la ley evangélica.
Es por ello que en el Viernes Santo se busca alejar a los fieles de los placeres en la alimentación. Esta tradición remite a la Antigüedad, cuando las carnes rojas eran las protagonistas de los banquetes.
El pescado, en cambio, toma otro significado virtuoso para la liturgia, ya que, por asociarse con el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, tanto el pescado como los mariscos, sí pueden consumirse en esta fecha.
Como sucede en cada Viernes Santo, es importante considerar que el hecho de guardar ayuno no significa necesariamente no ingerir alimentos, sino hacerlo de manera más moderada.