
El nombre de Luisga siempre ha sido sinónimo de fiesta. Con su voz, el cantante de Los Ajenos ha puesto a bailar a miles y decenas de tarimas en toda Costa Rica se han encendido gracias a su poderoso y enérgico carisma. Todo eso a un ritmo frenético, sin duda, que por años y a la sombra de muchos tuvo un indeseado ingrediente: el alcohol.
Desde los 12 años, el alcohol lo acompañó en cada celebración, en cada acorde, en cada noche de euforia. Pero hoy, tras una dura batalla contra el vicio de la bebida, sigue siendo el mismo Luisga: intenso, carismático y entregado a la música… solo que ahora sobrio.
“Mi nombre es Luis Gabriel Loría Yockchen, nacido en Nicoya, Guanacaste, con cédula cinco en el pecho. ¿Para qué se mete, cochinada, si no aguanta?”, así fue como se presentó Luisga para esta entrevista, que desde el inicio estuvo impregnada de ese espíritu alegre que lo ha caracterizado a lo largo de su vida y que lo ha llevado a ser uno de los artistas más reconocidos del país, tanto por su faceta como solista como por los 16 años de existencia de Los Ajenos.
Es músico, cantante, compositor, showman. Llegó al mundo en una familia de músicos y u primer llanto, podría decirse, lo dio con melodía.
Su papá es músico, su mamá canta. Algunos de los primeros recuerdos en su memoria están relacionados con despertarse por las mañanas y ver los ensayos del grupo de su padre en casa.
“Siempre supe que esto era lo que quería, que la música fue, es y seguirá siendo mi pasión, lo que amo. Lo hago con todas las ganas del mundo. Nunca busqué ser conocido, ni tampoco las cosas banales que ahora quieren algunos al imaginarse como artistas”, afirmó.
“Bueno, es que, aparte de la música, soy bastante inútil, entonces no sé qué más hacer”, agregó el músico, finalizando la frase con una carcajada de esas que lo caracterizan.
Impetuoso desde pequeño, Luisga salió de su casa a los 15 años. Su destino fue San José, para estudiar en el Conservatorio de Castella, porque sí, porque la música lo jalaba. Fueron años muy duros para él, pues estaba empezando a forjar su futuro, pero alejado de su familia.
El sacrificio le fue abriendo puertas. Tocó en bares, hizo conexiones y, en el 2008, llegó a la semifinal del prestigioso Festival Viña del Mar con el tema Desnúdame el alma, de su autoría. Un par de años más tarde, con la complicidad de varios amigos, nacieron Los Ajenos. De eso han pasado ya más de tres lustros y, entre la banda y el grupo La Revo, Luisga logró cumplir sus sueños.
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“Esto es lo que hago. Tengo la bendición de que mi trabajo sea llevarle alegría a la gente”, manifestó orgulloso.
Sin embargo, entre conciertos, fiestas, bares y noches largas de espectáculos, “el cuerpo va sufriendo algunas pérdidas”, como él mismo explicó.
Los excesos le han pasado la factura en Luisga, pero, para su fortuna, se dio cuenta a tiempo de que la cosas no andaban bien, tomó decisiones e hizo un alto en su vida. Luisga fue sincero y se abrió en esta entrevista para hablar sobre sus problemas y sus luchas con el licor.
“No ha sido fácil, pero ha sido lindísimo. Es un camino con mucho aprendizaje y con muchos errores. No me arrepiento de absolutamente nada”, aseveró.
El músico aclaró que su profesión es un trabajo estresante y que, pese a que en el escenario siempre se le ve con un buen talante, tras bambalinas son muchas horas de trabajo, dedicación y, por supuesto, esfuerzo.
“Todo esto lleva un nivel de estrés bastante fuerte… ¡bastante fuerte!”, expresó.

La música, la fiesta, el trabajo y Luisga en el medio
Luisga recalcó que trabajar en el mundo del entretenimiento es muy pesado.
“Muchos dicen: ‘Es que siempre estás de fiesta, siempre estás disfrutando. Te invitan a todo’. Sí, sí, es cierto, pero los años y los excesos te cobran”, se sinceró.
El artista habló no solo del licor, sino también de las trasnochadas, de sacrificar tiempos de descanso y hasta de alejarse de la familia mientras está trabajando.
“Eso también te va causando soledad y la soledad provoca depresión. Como seres humanos cometemos errores y caemos en cuestiones que creemos que van a ayudarnos o, al menos, a alivianar esos problemas, como los vicios (…) En mi caso, y no me da vergüenza contarlo, mi vicio era el alcohol”, dijo.
Recordó que tomaba todos los días y a todas las horas. Trabajaba en modo standby, como desconectado, pero nunca faltó a un compromiso. Contó que no había momento en el día en que no tuviera dentro de su cuerpo una gota de licor. Aclara, eso sí, que nunca fue “un borracho problemático” y que nunca llegó al punto de terminar en el suelo.
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“(El alcohol) Era una curita, pero lo que pasa es que puedes poner una curita en una herida, pero si no sana bien, se te va a ir abriendo y haciendo más grande hasta que la curita queda pequeña”, reflexionó.
Luisga tomaba para tapar algo, para desconectarse, para no sentir, para no acordarse.
“Ahí es donde está el problema. Salir de fiesta y disfrutar con los amigos no está mal, pero lo otro no tanto”, agregó.
La herida se hizo más y más grande. Pasó de ser un tema de soledad, depresión y estrés a convertirse en uno de salud física.
“Sí, soy alcohólico”, Luisga
“Empecé a tomar muy joven, si no me equivoco, desde los 12 años”, confesó Luisga, por lo que en la conversación con el músico las preguntas sobre su actual condición comenzaros a aflorar.
—¿Te consideras alcohólico? ¿Te diagnosticaron alcoholismo?
—Yo sé que mucha gente le tiene miedo a la palabra, pero sí, soy alcohólico. No me da vergüenza decirlo. Soy alcohólico, no estoy curado, no es algo que se cure de la noche a la mañana.

En retrospectiva, Luisga recordó que siempre fue una persona que decía que nunca iba a dejar de tomar, que la idea ni siquiera le pasaba por la mente.
Sin embargo, hace siete meses, un fuerte susto y un golpe de realidad lo obligaron a cambiar. En ese proceso, su novia —y ahora prometida— Mónica Barboza, jugó un papel clave.
Mónica, quien es microbióloga, comenzó a preocuparse por la salud de Luisga, aunque, según él, no tenía síntomas evidentes de alguna enfermedad. “No me dolía nada. Sí tenía deshidratación, pero era porque no tomaba agua”, recordó.
No obstante, ella, como especialista en salud, sabía que algo no estaba bien. Notó que tenía los ojos amarillos, se alimentaba mal y estaba perdiendo peso.
“¿Cómo me di cuenta de que no estaba bien? Teniendo una pareja microbióloga que me sacó sangre dormido, porque yo no quería hacerme análisis de nada, estaba en contra de los exámenes”, contó entre risas.
“En los resultados salí como una venta de ropa americana, todo a 500. Bueno, también de ropa americana premium, porque algunas cosas salieron a 1.000 y 1.000 y pico”, dijo, combinando broma y seriedad.

El doctor que revisó los análisis preguntó: “¿Dónde está internado el paciente?”, pues, al ver los resultados, asumió que la persona debía estar hospitalizada, recibiendo atención médica urgente.
A Luisga no le quedó más remedio que acudir a una cita. Los diagnósticos, a grandes rasgos, fueron que tenía el hígado muy inflamado, lo que estaba presionando el bazo e impidiendo la producción adecuada de plaquetas en la sangre. Como consecuencia, su cuerpo no podía coagular correctamente.
“Estaba ‘tocho’, ‘tocho leña’”, bromeó.
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A esto se sumaba la enorme carga de trabajo y el estrés que manejaba en ese momento.
“Gracias a Dios que puso a Moni en mi camino. Gracias a ella por ayudarme con todo, porque el doctor me dijo que estuvimos cerca de que fuera demasiado tarde”, agregó.
La sobriedad de Luisga
La orden del doctor fue clara: dejar el licor de inmediato. Nada de “un traguito”, porque ya Luisga “se había tomado la cuota de toda la vida”.
Desde entonces, el artista ha estado en un proceso de desintoxicación, con la meta de que haya Luisga para rato y así seguir cantando. “Me he sentido muy bien”, analizó.
No ha sido nada fácil. No solo se trataba de dejar el alcohol, sino también de cambiar por completo sus hábitos de alimentación, empezar a hacer ejercicio, reducir el estrés y cumplir con sus compromisos artísticos. A esto se sumó un reto especialmente difícil para quienes enfrentan una adicción: el síndrome de abstinencia.
“Como todo, ha sido un proceso. Al principio es lo peor porque te saca de tu zona de confort y te cambia todo. El síndrome de abstinencia es una cosa terrible que no se la deseo a nadie”, confesó el cantautor.
Noches de insomnio, sudor excesivo, temblores, mal humor… Todo eso lo vivió en carne propia, pero lo superó.

Hoy hace ejercicio y está emocionado porque encontró deportes que lo motivan y lo hacen feliz, como el tenis, squash, ráquetbol, pádel y ping-pong. Come bien, ha bajado de peso de forma saludable, madruga y aprovecha mejor el día, sintiéndose más productivo.
¿Y las tentaciones? Sí, las hay. Luisga es sincero y admite que no niega que le gustaría volver a tomar, pero con moderación. “Me gustaría compartir una copa de vino, tomarme una cervecita en la playa. Pero no me hace falta estar hasta el rabo”, aseguró.
En este momento rechaza las invitaciones de amigos y público que lo ve en sus conciertos. “Quiero agradecerle a la gente que me quiere invitar a algo, porque sé que lo hacen de manera bonita y como agradecimiento a que la están pasando bien. Ahí me disculpan si no lo acepto, pero es por las razones que estamos contando acá”, dijo.

Eso sí, enfatizó en que no pretende ser “más papista que el Papa” ni decirle a la gente que no consuma licor, sino simplemente advertir que los excesos, en cualquier aspecto de la vida, son peligrosos.
“No digo que la fiesta sea mala (...) No estoy diciendo que no sea rico echarse unos traguitos y pasarla bien con los amigos (...) No digo que tengan que dejarlo como lo hice yo, pero he aprendido a disfrutar la vida desde esta otra parte.
”El exceso sí es algo peligroso, sobre todo cuando lo usás para tapar problemas que, al final, no se resuelven así, y más bien se vuelven más grandes (...) Todo es muy bonito cuando estamos jóvenes, pero en algún momento comienza a pasar la factura y alguien la tiene que pagar. Nadie se va sin pagar”, reflexionó.
Desde que acudió al doctor, Luisga ha tenido controles mensuales. Los números de sus exámenes médicos se han ido regulando, pero todavía queda mucho camino por recorrer.
Aunque afirma que no quiere convertirse en alguien que “anda repartiendo escapularios”, al final de la conversación dejó un mensaje contundente: “No hace falta andar hasta el cepillo para disfrutar”.