José Sebastián Esquivel Herrera tenía 23 años y toda una vida por delante. Trabajaba en un call center, soñaba con independizarse y ya había comprado el menaje para su propio hogar. Estaba a solo pasos de su casa en Desamparados cuando una bala perdida lo alcanzó y le arrebató la vida.
La noche del martes, alrededor de las 11 p.m., José Sebastián bajó del autobús después de su jornada laboral. Vestido con pantalón oscuro, un suéter, audífonos y un bulto a la espalda, caminaba hacia la casa en la que vivía con su abuela materna, a menos de 50 metros. Una cámara de seguridad grabó su andar tranquilo hasta que el eco de varios disparos llamó su atención. Él volteó la cabeza al escuchar las detonaciones y empezó a correr, pero el tiempo fue insuficiente, porque a unos pocos metros cayó herido.
Según el Organismo de Investigación Judicial (OIJ), los disparos estaban dirigidos a un grupo de personas que no tenía ninguna relación con José Sebastián.
Xinia Herrera González, su madre, contó a La Nación que su hijo era una persona que no tenía problemas con nadie y con muchas metas por cumplir.
“Él no tenía nada que ver. Solo quería llegar a casa después del trabajo, y esto pasó. Mi hijo era un excelente muchacho, bachiller y técnico medio en electrónica industrial. Había comprado el menaje para vivir solo. No quiero que nadie piense que estaba metido en cosas raras o que él andaba metido en ciertas cosas, porque no es así.”, relató entre lágrimas.
José Sebastián era un joven disciplinado, apasionado por el ejercicio, y frecuentaba el gimnasio con regularidad. Había adquirido una motocicleta recientemente y esperaba sacar su licencia para conducirla. Su horizonte de sueños también incluía aprender inglés para mejorar sus oportunidades laborales.
“El domingo lo vi por última vez. Estábamos en casa de mi mamá, conversando. Se puso a arreglar la moto con un amigo, y luego nos despedimos. Nunca imaginé que sería la última vez que lo vería con vida”, recordó Xinia, con la voz quebrada por la tristeza.
Además, otro joven de apellido Rodríguez, de 20 años, también resultó herido en la balacera. Recibió un disparo en una rodilla y fue trasladado a un centro médico para recibir atención.
“Se presume que estas personas podrían ser víctimas colaterales; no obstante, la investigación sigue en curso por parte de los agentes de la Sección de Homicidios para esclarecer los hechos y localizar a los sospechosos”, indicó la Policía Judicial. De los responsables de este fatídico desenlace no se tienen detalles.
Los barrios al sur de San José viven una espiral de violencia. En esta semana se registran cuatro homicidios en Alajuelita, otro en Hatillo y el crimen de José Sebastián en Desamparados.
En apenas 22 días, la provincia capital registra 19 homicidios, dos más que el año anterior durante el mismo periodo. Aunque 2023 cerró con una reducción de asesinatos, el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) reportó un aumento de víctimas colaterales, pasando de 52 a 54 personas. De ese total, ocho eran menores de edad.
Papá asesinado en el 2018
Hace casi siete años José Sebastián enfrentó la muerte de su papá, Jonathan Esquivel Sánchez, quien en ese momento tenía 37 años. Él murió el 26 de agosto de 2018, tras una balacera en la ciudadela Rossiter Carballo, en La Uruca, San José.
Aquella noche, el padre de José Sebastián se encontraba con un grupo de personas cuando fue atacado por hombres que descendieron de dos vehículos. Intentó huir y refugiarse en casa de un familiar, pero fue alcanzado por las balas. Los disparos en la axila y la ingle resultaron fatales. Aunque fue llevado al Hospital México, llegó sin signos vitales.
Otras víctimas colaterales
Apenas el 9 de enero anterior, un hombre que ofrecía servicios de transporte en moto y sus dos pasajeras, una mujer y una niña de cinco años, murieron atacados a balazos en un sitio conocido como Coquital de Los Chiles, muy cerca de la trocha fronteriza con Nicaragua.
Se presume, según la información que trascendió aquel día, que los gatilleros querían asesinar al motociclista, un hombre de apellido Sobalvarro, de 46 años, quien era conocido en la zona por ofrecer servicios de transporte de pasajeros. Sin embargo, en el ataque fallecieron sus dos pasajeras inocentes, una mujer de origen nicaragüense, apellidada Guzmán, de 26 años y una niña de 7 años.
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Además, el 25 de diciembre, un niño de 9 años falleció luego de recibir un impacto de bala en la cabeza, mientras descansaba en su casa en Tejarcillos, en San Felipe, de Alajuelita, en un lugar conocido como la Esquina Feliz. Un hombre conocido como Chavo fue detenido ese mismo día como sospechoso del crimen.
Según el reporte preliminar de la Policía, al parecer, Chavo participó en una riña con un ocupante de la casa donde vivía el niño, por lo que posteriormente regresó con un arma de fuego y disparó desde las afueras.
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