Año 1995. En una clínica para migrantes en Estados Unidos, con 35 años de edad y con tres de sus hijos en Costa Rica, a casi 3.000 kilómetros. Así le detectaron el cáncer de seno en etapa dos a Marielos Corella. Ella superó el reto, pero tres décadas después se dedica a acompañar a otras personas para dar la batalla más importante de su vida, y para aceptar un adiós con amor cuando es inevitable.
Su encuentro con el cáncer moldeó a Marielos como una mujer espiritual y sensible, sus emociones siempre están en pleno punto de ebullición. Afirma que un sobreviviente de cáncer ve la vida de otra manera, aprecia el calor del sol en su piel, el olor a café recién chorreado y el crujir de las ramas de los árboles azotados por el viento.
“Para nosotros todo es grandioso: la vida no es la misma”, indica con paciencia, conocedora de que solo los que lidiaron con el cáncer pueden empatizar con su sentimiento.
Marielos recibió a Revista Dominical en su casa, en Aguas Zarcas de San Carlos, con una sonrisa y una taza de café. Es de risa fácil, pero también es fácil que se le quiebre la voz mientras recuerda los siete meses que luchó contra la enfermedad que la marcó y definió cuál sería su vocación en adelante.
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Confiesa que, tantos años después, todavía siente nervios cuando se realiza su mamografía anual. Recuerda el momento cuando le dieron su diagnóstico: pensó en sus hijos, en volverlos a ver y abrazar, en el costo de los tratamientos en un país sin seguro social, y en cómo le daría la noticia a su familia. No quería causar más preocupaciones de las que usualmente viven los migrantes.
“Es una película que pasa rapidísimo por la cabeza, en un instante, pero yo me dije: ‘Me voy a curar y me voy sana para mi país’. No podía hablar, deseaba gritar, pero no lo hice porque estaba con mi mamá, que estaba de paseo y no quería que se devolviera a Costa Rica con esa preocupación”, relata Corella.
Fueron siete meses de tratamientos, una cirugía, 35 radioterapias y tres quimioterapias. Durante cada uno de esos momentos vivió con una preocupación en su mente: ¿cómo pagaría? El culmen lo alcanzó cuando recibió la factura por $35.000, casi ¢18 millones al tipo de cambio actual.
Marielos solo pensaba en todos los años que tendría que trabajar para poder pagar ese monto. Años que tendrían que quedarse en Estados Unidos, sin volver a Costa Rica. Sin embargo, entre lágrimas siguió leyendo hasta el final.
“Cuando veo que dice ‘Total de su pago: 0′. Yo me devolvía, veía los $35.000 y luego el 0. Tuve que verlo como cinco veces porque no lograba entender que era la Sociedad Americana del Cáncer, que me donó la totalidad de mi tratamiento. Ahí yo lloraba pero de emoción”, recuerda con amplia sonrisa.
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‘Tenemos que soltar, aunque duela’: así se vive con la pérdida
Tras vencer el cáncer y regresar a Costa Rica, en el 2000, Corella cofundó la filial del grupo de apoyo Ámate en Ciudad Quesada. Asimismo, en el 2010 abrió la fundación Lluvia de Esperanza en su comunidad, Aguas Zarcas.
Desde entonces, Marielos sabe lo que es vivir constantemente el sentimiento de pérdida y duelo, ya que permanece en contacto con unos 100 pacientes y sobrevivientes de cáncer. La fundación ofrece charlas informativas, préstamo de equipos ortopédicos y ferias de salud; sin embargo, esto no siempre es suficiente. A veces llega la muerte.
“Una nunca se acostumbra. Al principio me golpeaba mucho, pero busqué apoyo en Dios y en una psicóloga que nos ayudó a entender lo que es el duelo y la pérdida: algo natural de la vida. Entendí que voy a vivir la pérdida. Cuando sé que alguna amiga está malita me preparo, la visito, nos sinceramos, nos preparamos para el momento, lo hablamos”, dice Corella.
Uno de los servicios más importantes que brinda Marielos con su fundación es el de presentar recursos de amparo y demandas en defensa de los derechos de los pacientes. Este servicio es cada vez más requerido, conforme aumentan las filas de espera.
En junio del 2024, la entonces presidenta ejecutiva de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Marta Esquivel, reconoció el fracaso de la actual administración en la tarea de reducir las listas de espera. “No avanzamos y la gente se está muriendo”, declaró.
La Nación publicó el pasado 21 de enero que los hospitales Max Peralta, de Cartago; San Vicente de Paúl, de Heredia; Escalante Pradilla, de Pérez Zeledón; y San Rafael de Alajuela son los que acumulan las peores listas de espera, con un total de 209.000 exámenes pendientes como ultrasonidos, mamografías, resonancias y radiografías.
Marielos confirma que ese es el problema más importante que enfrentan.
“A usted le diagnostican un cáncer en etapa dos o hasta tres entonces alargan la espera, lo atrasan. Ahí es donde les pregunto, ¿el cáncer espera? No, no espera, cada día que pasa se reducen las posibilidades“, reclamó Corella.
De cualquier manera, Marielos confirma que seguirá trabajando. “Puedo ayudar a muchos más y será hasta que Dios me permita vivir”, concluye.
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