Poeta, novelista, política y una de las voces más influyentes de la literatura latinoamericana: Gioconda Belli. Su obra, que ha conmovido al mundo desde los años 70, retrata con hondura la resistencia del pueblo nicaragüense sometido al autoritarismo. Desde su trinchera, da testimonio de la vida en el exilio, como una de las tantas artistas expatriadas de su amada Nicaragua.
A sus 76 años, mientras celebra la publicación de su novena novela Un silencio lleno de murmullos, la cual se suma a una extensa colección poética, la escritora nicaragüense compartió con La Nación su mirada crítica y reflexiva hacia la realidad de Costa Rica y Centroamérica.
Además, subrayó la urgencia de unirse entre latinoamericanos y la relevancia de contar historias desde una perspectiva femenina. Todo, sin dejar de expresar su amor por el cine y el sorbete de vainilla.
— Usted vino a Costa Rica por la presentación de Un silencio lleno de murmullos. En este libro, ¿qué tanto hay de su propia vida? ¿Conversó con sus hijas sobre sus experiencias de cuando usted salió exiliada a México, para construir la historia de los personajes?
— No, porque no es absolutamente autobiográfica, es una novela de ficción después de todo. Por la experiencia de mi propia vida y la experiencia no solo de mis hijas, sino de otras hijas de personas que estuvieron involucrados en la revolución, conozco cómo se sintieron. Hay incluso una película muy buena de la cineasta Gloria Carrión (Heredera del viento, 2017), que habla exactamente sobre esa relación difícil con los padres.
“Hay una mezcla de todo. Siempre que uno escribe una novela, hay partes de uno que se van en la novela. Decía Doris Lessing que toda novela es autobiográfica porque parten de tu propia experiencia (...). Pero, sería una equivocación leer ese libro como que es historia mía, porque sigue siendo ficción”.
— Seguramente una gira de este tipo le impide tener mucho tiempo a solas, pero, ¿qué está leyendo actualmente?
— He estado leyendo Los nombres de Feliza, que es una novela que acaba de sacar Juan Gabriel Vázquez. Leí Las huérfanas, una novela buenísima de una escritora colombiana que se llama Melba Escobar. También he estado releyendo El Principito, porque quiero escribir un prólogo para una edición que se va a hacer en Costa Rica.
“Siempre estoy leyendo cosas, como El mejor libro del mundo de Manuel Vilas. Empecé a leer el libro de Julia Navarro, El niño que perdió la guerra, quien también estuvo aquí (Costa Rica). Leo siempre y leo bastante”.
— ¿Cómo ha cambiado su forma de escribir y concebir la literatura desde abril de 2018? ¿Es lo mismo escribir en Madrid que en su casa de tantos años en Managua?
— Es igual. Yo tengo un centro que me he construido, que es como un pilar dentro de mí, que me ha costado mucho y que por eso no me desplazo. Mientras yo sienta que tengo mi ser, mi centro en su lugar, no me importa estar en cualquier parte. Como dicen muchos escritores también, mi patria es el español. Mi patria es lo que escribo y mi patria soy yo. Nicaragua es un país portátil, es chiquitito y siempre lo ando conmigo.
“Por supuesto que me me ha afectado, me ha dolido y me ha desgarrado la pérdida que siento de ese país por la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Y pues también el exilio. Nunca me imaginé que me iba a tocar en la vida otro exilio”.
— ¿Cómo se siente de estar en Costa Rica? ¿Qué significa este país para usted?
— Este país significa para mí la solidaridad, que sentí cuando viví aquí tres años durante mi exilio del somocismo. Fui muy feliz y tuve un hijo, quien ahora está exiliado aquí, en Costa Rica. Ese niño nació muy prematuro y si está vivo es gracias a la atención que le dieron en el Hospital México, que fue donde él nació.
“Además tengo amigos, me siento muy conectada con Costa Rica. Respeto mucho lo que ha podido hacer Costa Rica. Me impresionó mucho cuando la otra noche (durante la presentación de Un silencio lleno de murmullos) que todo el mundo se levanta para las firmas. Eso en Nicaragua no pasaría, por el molote. Aquí ustedes son muy cívicos; esa educación cívica que hay en Costa Rica me impresiona mucho“.
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— Usted ha venido a Costa Rica desde los años 70. ¿Qué ve diferente en el país hoy, en la calle, en su gente?
— Siento que el tráfico es insoportable (entre risas). Eso ha cambiado pero bueno, siento más angustia de parte de los costarricenses sobre sus gobiernos, sobre el futuro. Ha habido muchas transformaciones políticas que son interesantes, pero no voy a comentar. En general siento el mismo ambiente cívico, que eso es bien bonito sobre todo en Centroamérica, donde el civismo no abunda.
“Aquí me siento contenta y ahora que está mi hijo aquí, que tengo dos nietos costarricenses y que acaba de nacer otra niña, imagínate. Voy a estar viniendo más con más frecuencia. También agradezco muchísimo que me dieran el doctorado honoris causa en la Universidad de Costa Rica (UCR). Fue muy linda la experiencia, muy importante para mí”.
— Comparado con lo que usted vivió en Nicaragua durante la dictadura de los Somoza y la actual de Daniel Ortega, ¿ve paralelismos con la situación de Costa Rica?
— Es muy difícil para mí verlo, por los pocos días que estoy aquí. Yo lo único que puedo decir es que se está quebrantando la democracia en muchas partes del mundo y que hay que estar muy alerta e impedirlo antes de que la transformación no se pueda detener”.
— ¿Es un panorama alarmante?
— Sí, exactamente, pero eso está pasando en Europa, en todo el mundo.
— En otros países de Centroamérica se han visto cambios políticos significativos en los últimos años. ¿Cómo analiza la situación política actual de la región?
— Me parece que es una región con muchos problemas sociales y políticos. Ahora va ser muy golpeada por la administración de Donald Trump, pienso. Costa Rica no creo que la golpeen tanto, pero vamos a ver cómo le va a Guatemala. Me alegra que se tenga una clara visión de lo que está pasando en Nicaragua, pero, ¿cómo se va a solucionar eso? No sé.
“En general, yo creo que la política centroamericana tiene de todo, ¿no? Porque en Guatemala y en Costa Rica, a pesar de que haya conflictos, todavía existen democracias. Honduras, El Salvador ya son otro otro tipo de análisis y de más preocupación. Nicaragua ni que se diga; Nicaragua es la oveja negra de Centroamérica”.
— ¿Se podría hablar de populismo en los gobiernos de Centroamérica?
— En Costa Rica, no sé, la verdad. No es comparable, creo. Todavía, por lo menos.
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— A usted la despojaron de su nacionalidad en Nicaragua hace casi dos años. ¿Considera que las corrientes políticas de Donald Trump en materia migratoria siguen una lógica similar de exclusión y desarraigo a los latinoamericanos?
— Sí, creo que la migración enorme que hay de América Latina hacia Estados Unidos, que están tratando de detener, tiene que ver con las condiciones de vida en América Latina. Y tiene que ver con que no hemos logrado, los latinoamericanos, una situación favorable para nuestros pueblos. Por eso yo estaba pensando que este ataque a la latinoamericanidad, ojalá nos una.
“En América Latina falta mucha unidad; unidad de conceptos, unidad de estrategia, unidad de querernos, de darnos cuenta que estamos todos juntos aquí en este continente, que todos hablamos español. Tenemos tantas raíces comunes que deberíamos estar más unidos para enfrentar estos retos que se nos van a venir”.
— El Secretario de Estado de los Estados Unidos, Marco Rubio, afirmó en su visita a Costa Rica que Nicaragua, Venezuela y Cuba son ‘enemigos de la humanidad’. ¿Qué opina de este tipo de afirmaciones, en las que no se habla solo de un dictador como individuo, sino la identidad del pueblo completo?
— Me parece que los gobiernos de esos países tienen serios problemas. Serios problemas que afectan enormemente a sus pueblos. Creo que es una desgracia lo que han hecho. Es una desgracia que hayan usado un lenguaje de izquierda para crear unos regímenes totalitarios, que le dan a la izquierda muy mal nombre, y que han obligado a sus pueblos a una transacción. Como decir, si vos querés justicia social, me vas a entregar tu libertad. Entonces, no hay libertad en esos pueblos.
“¿Cómo vas a creer que la oposición en Venezuela ganaron las elecciones, y tranquilamente Maduro se las roba? ¿Cómo vas a creer que en Nicaragua cambian la Constitución y digan que es una reforma y pongan un cogobierno? Que hayan creado una fuerza paramilitar, donde en la foto salen los hombres con pasamontañas...
“El sistema legal ya no existe, ya no existe la separación de poderes. Es un gobierno terriblemente autoritario sin compasión, es una desgracia. Es una mancha en nuestra historia que me duele mucho, después de todo el sacrificio que hizo el pueblo nicaragüense para liberarse de una dictadura, que volvamos a esta tiranía que no para en ningún ámbito de la vida de los nicaragüenses. Está metida, espiando y castigando”.
— En algún momento lo había comparado con 1984 de George Orwell...
—Sí. En mi novela, Un silencio lleno de murmullos, yo creo que una de las cosas importantes es que cuento un poco de qué pasó en Nicaragua después de la revolución (sandinista) y qué pasó en Nicaragua en 2018. Hay mucha gente que no sabe exactamente qué pasó. Hay mucha gente que todavía cree que la revolución sandinista todavía existe, pero ya no existe nada, ningún rastro de esa revolución.
“Yo quería contextualizar la historia sin que la política la dominara, porque la historia es bien intrigante. Hay mucha intriga, porque es sobre esta madre que se muere y la hija llega a hacerse cargo de sus cosas en Madrid. En el tiempo que ella está en la casa, se declara la pandemia (por el Covid-19). Ella está sola, las cosas se mueven y pasan un montón de cosas misteriosas.
“Es una novela de fantasmas también. A mí me encantan esas novelas, entonces ahí hay un poco de esa fascinación mía con las novelas góticas. Creo que la persona que agarra esa novela no la puede soltar, porque está el misterio metido en todas las páginas. Y está lo que pasó en Nicaragua, lo que pasó cuando se perdieron las elecciones en 1990, lo qué pasó en 2018 y por qué hemos llegado a este punto”.
— En su experiencia, ¿cuáles son las señales o elementos que marcan el nacimiento de una dictadura?
— Cuando ves, por ejemplo, que el sistema judicial empieza a funcionar por intereses políticos. Cuando en los casos no hay justicia, sino lo que hay es un un claro sesgo político. Ahí hay que preocuparse, porque cuando perdés el Estado de derecho, es bien fácil perder el país. Es lo que nos pasó a nosotros, no les importó.
“Cómo vas a creer que a mí me hayan quitado todo, me hayan declarado expatriada sin haberme hecho un juicio, sin darme pruebas de que yo hice algo incorrecto. Me quitan mi casa. Es una arbitrariedad. No tuve, jamás, derecho a la defensa ni derecho a nada”.
— Si Daniel Ortega ya no gobernara mañana, ¿qué necesitaría el pueblo nicaragüense para rehacerse emocionalmente, espiritualmente? ¿Es posible sanar después de años de un régimen dictatorial que asaltó la moral de su pueblo?
— Sanamos después de la dictadura somocista, un poquito. Pero sí, yo creo que va a ser un trabajo que va a tomar bastante tiempo. No va a ser fácil romper la secuela de todo esto que está pasando en Nicaragua. Creo que la gente va a estar muy ansiosa de tener otra vez un país donde pueda existir libremente.
— En su experiencia, ¿cómo ha logrado sobrevivir la identidad nicaragüense a un régimen que la ha monopolizado? ¿Cómo se preserva?
— Por amor. Nada más, por amor. Porque amo mi país, amo mi gente. La identidad es una cosa que no se pierde. Mi identidad es lo que te decía, ¿no? Ese centro que yo he construido y que lo construí en medio de toda esta lucha por la libertad. Quizás por eso está bien asentado en mí.
— En el caso de la juventud, ¿cómo sobreviven las personas que nacieron dentro de la dictadura y no conocen algo diferente al régimen?
— Fue la juventud la que se movilizó en 2018. Hay ciertas arbitrariedades, por ejemplo, ver a un gobierno que echa a la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) porque da un reporte donde dice que hay hambre en Nicaragua. En vez de decir “bueno, veamos este reporte y por qué dicen esto”, lo echan. No quieren que nadie los vea. Están aislando a Nicaragua.
“Lo que creo que ve la juventud, es eso. Ve el rechazo, ve toda la gente que sale del país y no la dejan volver. A los nicaragüenses que no los dejan volver y no saben por qué. Simplemente llegan al counter de la línea aérea y les dicen: “No, no tiene autorización para volver”.
“Con la migración, todas las familias que se han separado, que se han tenido que venir para Costa Rica o irse para los Estados Unidos, son familias que tienen gente joven y la gente joven está viendo eso. No es simplemente el discurso del poder. El discurso del poder no corresponde con la realidad que está viviendo la gente.
“Es un discurso totalmente mentiroso, manipulador. Volvé a ver. Están echando a la iglesia católica y, sin embargo, la señora Murillo cuando habla suena como Madre Teresa de Calcuta. Que Dios y que la Virgen, cuando está violentando todas las formalidades y la devoción de los sacerdotes que han estado por años en Nicaragua”.
— ¿Cómo es Gioconda en la intimidad? ¿Cómo se divierte? ¿Ve series, cocina, va al cine?
— Me encanta el cine. Me encanta ver series. En la pandemia yo veía poquísima televisión, pero en la pandemia me volví fanática de las series, o quizás no fanática, pero sí me gusta ver series.
“Me gusta leer, soy bastante retraída. Me encanta estar en mi casa. Me encanta estar en silencio. Trabajo bastante en pensar, en urdir lo que voy a escribir. Echo de menos escribir más artículos de opinión, porque antes escribía más.
“Me gusta mucho el sorbete, el helado de vainilla con chocolate. Mi marido cocina divino. Tengo un marido que es fantástico, cocina y me ayuda muchísimo. Ahora que estamos en España, él cocina todos los días.
— ¿Sus libros preferidos han cambiado con el tiempo? ¿Sigue siendo Rayuela una referencia?
— Rayuela siempre la voy a amar. El otro día que fui a la biblioteca, porque me compraron mis archivos, en una colección en la Universidad de Austin, Texas, tienen los archivos más importantes, a mi manera de ver, de América Latina. Entre ellos tienen los manuscritos de Cien años de soledad y de Rayuela.
“Cuando llegué, me pusieron un montón de cosas para ver y lloré cuando toqué Rayuela, imagínate que es tan importante. Y por supuesto que Cien años de soledad. Había también un papel firmado por la reina de Aragón Juana I de Castilla, de la que yo sé mucho por El pergamino de la seducción.
Entonces, sí, hay libros que nunca pasan para uno. Rayuela es uno de ellos y también Cien años de soledad. Otros libros del boom latinoamericano fueron muy importantes para mí, como La muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes.
Ahorita estoy leyendo muchas mujeres latinoamericanas, que están escribiendo sumamente bien. Como Fernanda Trías, como Camila Sosa Villada, de quien me encantó su libro Las Malas, como Mónica Ojeda. Hay un montón de mujeres ahorita escribiendo y escribiendo muy bien; Selma O’Hara y Pilar Quintana. Una de las cosas que he hecho en este tiempo y que quiero seguir haciendo, es leerlas.
— Después de recibir un ‘honoris causa’, el premio Reina Sofía y muchos más reconocimientos, ¿tiene la Gioconda Belli de hoy la misma convicción con la que empezó a escribir poesía los años 70, para hacer notar la voz de una mujer a través de la literatura?
Sí, absolutamente, todavía. Por supuesto. Todavía siento que falta mucho. Es importantísimo que sigamos hablando de las mujeres. Que sigamos contando la vida desde nuestros ojos.