La cultura del boyero, los bueyes y la carreta es el resultado de siglos de trabajo arduo para, literalmente, construir las calzadas, edificios y fachadas que le dan forma a la Costa Rica de hoy.
Desde mediados del siglo XIX, las carretas jaladas por bueyes transportaron los granos de café desde el Valle Central, en las montañas, a Puntarenas en la costa del Pacífico. Un viaje requería de 10 a 15 días. Las carretas tenían ruedas de madera, diseñadas para avanzar en medio del barro de los trillos sin pegarse.
Según Unesco, “en muchos casos, las carretas de bueyes eran el único medio de transporte de una familia y simbolizaban su estatuto social”.
Esto es lo que celebró la comunidad de Venecia de San Carlos el 1.° de febrero, con 92 yuntas provenientes de Escazú, Puriscal, Upala, Sarchí, Cartago y muchos pueblos más.
Usualmente las parejas de bueyes son de la misma raza, la misma edad, son criados juntos y sus dueños procuran que sean tan parecidos como sea posible. Esto genera un gran vínculo entre ellos, aunque siempre hay uno dominante. Normalmente, a la hora de trabajar, los boyeros ajustan el yugo a sus bueyes con una cinta de nailon o poliéster, ya que este material soporta la lluvia y el sol. Sin embargo, cuando de un desfile se trata, los boyeros sacan su tradicional cinta de cuero para vestir a sus bueyes con las mejores galas. Don Luis Barahona viajó el sábado 1.° de febrero desde Upala hasta Venecia de San Carlos, donde se quedó a dormir para al día siguiente asistir al desfile con sus bueyes Palomo y Muñeco. Este es El Muñeco, de un año y dos meses, el menor de los dos bueyes de Luis Barahona, oriundo de Upala. Su compañero, El Palomo, tiene un año y cuatro meses. Es usual que a las yuntas de bueyes se les ponga a jalar tucas de madera a modo de entrenamiento y ejercicio. El tamaño de cada tuca se elije según el tamaño, edad, fuerza y experiencia de cada yunta. Desde antaño, entre el buey y el boyero hay una relación de confianza y trabajo en equipo; no obstante, algunas yuntas solamente aceptan que sea su dueño quien las dirige. La cultura del boyeo usualmente se transmite entre generaciones. Un niño crece mientras ve a su padre domar a dos bestias imponentes, cuando el novato alcanza la edad propicia, le pierde el miedo a los bueyes y empieza su propio camino. Eso sí, siempre bajo la paciente vigilancia de su padre. Ningún costarricense duda que la pintura de carretas es un arte, especialmente arraigado en Sarchí de Alajuela. Cada boyero busca llevar la carreta más bonita de su arsenal a los desfiles. Esto implica un desembolso honeroso. Aproximadamente con un año de edad se le empieza a colocar el yugo a las parejas de bueyes. Aunque a esa edad no puede transportar objetos pesados, los boyeros se aseguran de que los jóvenes bovinos se acostumbren a coordinar sus movimientos. Los bueyes de don Carlos Luis Valverde son gemelos, ambos de gestaron en la misma bolsa amniótica. Esto los hizo perfectos ejemplares para convertirlos en bueyes; además, cumplen con otros requisitos, como la docilidad y el crecimiento de cuernos fuertes y simétricos. Este es un objeto de tiempos muy antiguos: un pequeño trapiche móvil que se utiliza para extraer el jugo de la caña de azúcar. El 'jugoecaña' era la principal bebida refrescante para los jornaleros de la Costa Rica en plena construcción. Según Unesco, el proceso de pintar y decorar las carretas inició en el siglo XX, y cada región del país tenía un estilo propio, aunque destacaban las decoraciones de flores, rostros y paisajes. La pieza de madera que se coloca en la nuca de los bueyes se llama "yugo". El yugo se amarra al timón de la carreta con un mecate. Estos bueyes de raza sardo negro son tan dóciles que se dejan enyugar sentados. En este caso, lucen un yugo que fue diseñado y pintado hace 31 años en Sarchí. Los bueyes de Gerardo Fernández tienen tres años y son de raza sardo negro cruzada con gyr. Esto implica que son muy dóciles pese a su gran tamaño. Los pintores de carretas tienen un estilo propio, no hay dos carretas iguales. Además, estos artistas firman cada una de sus obras. Los boyeros ponen atención hasta al mínimo detalle para los desfiles. En este caso, colocaron una cinta con los colores de la bandera en la punta del cuerno.
Periodista de la Revista Dominical desde 2025. Labora en cobertura política desde 2022. Graduado de bachiller en periodismo en la Universidad de Costa Rica en 2021. Trabajó en verificación de noticias falsas, sucesos e internacionales. Recibió el premio de La Nación como “Periodista del año” en 2023.
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