Ella quería embellecer sus glúteos; darles firmeza, contorno y volumen. Este objetivo no parecía difícil de alcanzar, ya que podía conseguirlo con una inyección de ácido hialurónico, o al menos así le dijeron. Un médico le aplicó una inyección, que funcionó de maravillas al principio, pero una década después es la causa de todos sus problemas. Ahora, enfrenta las consecuencias de lo que resultaron ser biopolímeros: sustancias sintéticas que afectan su salud física y emocional.
Esta es la realidad de una mujer a quien llamaremos Emilia, de 53 años y originaria de Puntarenas, quien vive con dolores intensos que afectan su calidad de vida. Actualmente, no puede trabajar e incluso intentó suicidarse en dos ocasiones por las secuelas del daño causado a su cuerpo. Como ella, decenas de personas son víctimas de engaños en procedimientos estéticos, donde una promesa de mejora física termina en graves problemas de salud.
Solo en el Hospital México, en San José, se atienden en promedio entre uno y dos casos mensuales de pacientes que llegan a Emergencias debido a la inyección de biopolímeros en diversas partes del cuerpo. Así lo confirmó a La Nación el médico cirujano Mario Alberto Quesada Arce, jefe del Servicio de Cirugía Plástica del centro hospitalario.
Una situación similar se repite en el Hospital Calderón Guardia. El doctor Jovel Bogantes Ledezma, jefe del Servicio de Reconstructiva, afirmó que en los últimos tres años se han atendido ahí a seis pacientes diagnosticados con infección de tejidos blandos.
Procedimientos como un relleno de labios o el aumento de pechos y glúteos no debería convertirse en una fuente de sufrimiento. Sin embargo, para Emilia ha sido un calvario y más. El suyo no es un sufrimiento aislado: solo en el 2024, el Colegio de Médicos y Cirujanos de Costa Rica recibió 41 denuncias por negligencia médicas, de las cuales 19 están relacionadas con procedimientos estéticos.
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Anhelar un aumento de glúteos y terminar con biopolímeros
Todo comenzó hace diez años, cuando una amiga de Emilia le comentó sobre una clínica en San José, donde un médico le había aplicado un tratamiento de ácido hialurónico para aumentar la firmeza de sus glúteos. Los resultados eran realmente sorprendentes, lo que motivó a Emilia a someterse al mismo procedimiento. Confiada, se dirigió hacia la capital.
Una vez en la clínica, Emilia pagó cerca de un millón de colones por la inyección. Le aseguraron que el procedimiento se aplicaría una única vez, con anestesia local, y obtendría efectos inmediatos que se mantendrían entre seis y ocho meses. Incluso, el médico que la atendió presumía de los resultados conseguidos con otros pacientes y del trabajo de su equipo.
En ese momento, nada despertó sospechas de la mujer. La inyección causó dolor únicamente al aplicarla, como cuando una aguja ingresa a cualquier otra zona del cuerpo, y los efectos se hicieron visibles pronto, tal como se lo habían prometido en el centro médico.
Durante los primeros meses, e inclusive los primeros años, Emilia se mostró plenamente satisfecha con los resultados. Se sentía cómoda, con una apariencia natural y sin ningún tipo de molestia. Sus glúteos lucían más firmes, con un volumen y tamaño deseados, por lo que no tenía razones para quejarse. En esencia, había conseguido exactamente lo que buscaba.
No obstante, siete años después de haberse sometido al procedimiento, comenzó el martirio. Inicialmente, las molestias parecían menores: picazón y cambios en la textura de la piel, que sentía más suave. Con el paso del tiempo, los síntomas no solo persistían, sino que se intensificaron.
Ante las molestias, Emilia contactó al médico que le había realizado la inyección. Quería encontrar una solución a sus problemas y, sobre todo, obtener la seguridad de que todo estaba bien. Al principio, el doctor le recetó unas inyecciones para aliviar el dolor, pero pronto comenzaron a surgir inconsistencias en sus respuestas.
Durante meses, por recomendación del médico, Emilia acudió a diversas farmacias para aplicarse las inyecciones. Aunque estos tratamientos le aliviaban temporalmente, no representaban una solución real. Recuerda que el personal de las farmacias le cuestionaban por qué se inyectaba esas sustancias, ya que se trataban de medicamentos fuertes, pero ella mentía por miedo a revelar lo que realmente estaba ocurriendo.
Después de este periodo de tratamientos, Emilia confrontó al médico y le planteó la posibilidad de que le hubiera inyectado biopolímeros. Ya informada y consciente de la gravedad de la situación, buscaba una solución para preservar su salud. Empero, el doctor intentó tranquilizarla y negó haberle administrado ninguna sustancia nociva. Aun así, conforme pasaba el tiempo, más crecía su dolor.
En aquel momento, la mujer sentía vergüenza por lo sucedido y ni siquiera quería contarle a sus seres queridos lo que estaba viviendo. Tan solo lo había conversado con el médico que ocasionó el problema, pues no quería exponerse al juicio social.
“No es un tabú, pero la verdad es que como mujer uno piensa que lo van a culpar y a criticar. Yo no quería contar, me quedaba callada”, contó la afectada.
A medida que los dolores persistían, Emilia comenzó a notar síntomas alarmantes: una sensación de ardor intenso, manchas oscuras en la piel, deformaciones visibles y un dolor prominente, sin importar si estaba de pie o sentada. Estas molestias físicas desencadenaron un deterioro significativo en su autoestima y salud mental; perdió el interés en salir con sus amigos, dejó de asistir al gimnasio y terminó una relación sentimental. Todos estos factores la sumieron en un estado de completa desolación.
Ante el agravamiento de la situación y la ausencia de respuestas del médico, decidió realizarse una resonancia magnética. El examen, a cuyo resultado este diario tuvo acceso, confirmó la presencia de biopolímeros en sus glúteos: al menos 341 centímetros cúbicos (cc) en el lado derecho y 300 cc en el lado izquierdo, con presencia de migración hacia fibras musculares. La noticia la hizo sentirse más sola que nunca y la llevó al borde de la desesperación, hasta el punto de intentar quitarse la vida en dos ocasiones.
El peligro de los biopolímeros va más allá de reacciones inflamatorias o picazón. Estas sustancias pueden desplazarse a otras áreas del cuerpo, afectando órganos, tejidos y sistemas, lo que puede derivar en lesiones severas e irreversibles.
La situación emocional de Emilia se complicó aún más, ya que no encontraba ayuda médica cercana. Aunque investigó sobre los procedimientos de extracción de biopolímeros en el extranjero, los costos eran exorbitantes, lo que la llevó a pensar que nunca encontraría una solución. Además, el temor al juicio social la paralizaba y evitaba acudir a una clínica local por miedo a que su caso se convirtiera en tema de conversación en su pueblo.
“En el área de los glúteos la temperatura se pone muy alta, es muy caliente, como si tuviera calentura. La piel se pone muy sensible. Hasta un roce de la ropa interior duele, me sacaba las lágrimas. Tampoco podía, ni puedo, dormir (...). Yo estaba pensando que esto me iba a matar”, agregó.
Eventualmente, cuando ya se había resignado a lo peor, Emilia decidió compartir su historia con su hijo y una amiga cercana. Fue esta última quien le habló de una creadora de contenido que se había sometido a una cirugía similar en Costa Rica y, gracias a esta información, descubrieron que la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) ofrecía atención para casos como el suyo.
Cuando acudió a su clínica local, debido a la gravedad del padecimiento, la refirieron al Hospital México para ser evaluada por un especialista en cirugía plástica.
Tras años de inmenso sufrimiento, Emilia tuvo su primera cita en el hospital en el 2024. Bastaron solo unos minutos para que los especialistas confirmaran que tenía biopolímeros inyectados. Afortunadamente, también fue incluida en la lista de espera para una extracción, y, si todo transcurre según lo planeado, podrá someterse a la cirugía a inicios de este año.
Aunque el procedimiento no asegura que Emilia recupere las condiciones de vida que tenía antes de los problemas, podría representar un avance significativo. Es posible que las manchas en sus glúteos persistan y que el dolor no desaparezca por completo, pero la extracción busca retirar los biopolímeros que tanto han afectado su bienestar.
Hoy, Emilia espera la intervención médica sin ningún otro tratamiento que le alivie las molestias que enfrenta a diario: dolor de cabeza, caída de cabello, y un dolor extremo e hinchazón en manos y pies. La incomodidad es tan intensa que no puede aplicarse crema en la zona afectada, pues le provoca ardor. Además, recientemente fue incapacidad por un psiquiatra, ya que estos malestares crónicos le impiden continuar con su labor como educadora.
Los peligros de los biopolímeros en el cuerpo
Mario Alberto Quesada Arce, quien también es presidente del Sindicato Nacional de Médicos Especialistas (Sinem), explicó que, cuando se busca un aumento de volumen en áreas como pechos, glúteos, brazos e incluso piernas, las dos técnicas más comúnmente utilizadas son los implantes y el autotransplante de grasa, también conocido como injerto.
Estas son técnicas seguras cuando son realizadas por especialistas debidamente capacitados e incorporados al Colegio de Médicos; sin embargo, han emergido tendencias que distorsionan estas prácticas, como la inyección de biopolímeros, que representan un riesgo para la salud.
Para el médico, es comprensible que algunas personas busquen someterse a procedimientos estéticos por diversas razones, pero muchas caen en la trampa de las opciones de bajo costo y sin una adecuada asesoría. Esto sucede tanto en procedimientos pequeños, como en el caso de los rellenos de labios, mentón, pómulos y nariz, como en intervenciones de mayor escala.
Lo que siempre se debe tener en cuenta es que los buenos productos son caros. Por ejemplo, solo unos pocos centímetros cúbicos de un buen material para el rostro pueden costar entre 300 y 700 dólares. Sin embargo, abundan las ofertas que parecen atractivas, en las que se promete la aplicación de ácido hialurónico, cuando en realidad esta sustancia no se utiliza para volúmenes grandes.
“Te dicen ‘vas a quedar divina y te vamos a inyectar 500 cc de silicón en las nalgas, en las mamas, en las caderas. Esto te va a costar $1200, $1500 o $2000′. Entonces ya no hay una lógica. Realmente llenar un glúteo con suficiente ácido hialurónico para un volumen como los que estamos hablando no puede ser ácido hialurónico por definición. Ahí es donde entra todo lo que es el acto criminal de inyectar sustancias extrañas. Te dicen que es una cosa, pero te inyectan otra diferente”, explicó el médico.
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Las sustancias sintéticas utilizadas para “aumentar” el volumen son diversas: desde aceite de cocina, aceite mineral, aceite de avión, hasta silicón de grado industrial. Lamentablemente, en la mayoría de los casos no se logra determinar con exactitud cuál sustancia fue inyectadada, ya que se introducen en los tejidos y se comienzan a impregnar en el cuerpo.
Esto provoca el desarrollo de enfermedades asociadas, que pueden manifestarse localmente con síntomas iniciales como enrojecimiento y dolor leve. A medida que avanza, las complicaciones pueden incluir descamación, cambios en la coloración de la piel y, en circunstancias más graves, ulceraciones.
De manera paralela, surge una manifestación sistémica que puede asemejarse a una enfermedad autoinmune o reumática. El cuerpo, al tratar de defenderse de una sustancia extraña que no puede eliminar fácilmente, desencadena una serie de reacciones. Esto puede provocar agotamiento generalizado y efectos como la caída del cabello, entre otros.
En estos casos, lo que se recomienda es realizar estudios como ultrasonidos y tomografías para determinar la ubicación y la cantidad del producto inyectado, así como para evaluar si es posible extraerlo de manera segura. Cuando el producto no está causando molestias al paciente, no es necesario retirarlo; pero, para la mayoría, la única opción es la cirugía. Aun así, este procedimiento no garantiza la desaparición del dolor ni la restauración completa del estado natural del cuerpo.
“Por eso se considera realmente un acto criminal, porque prácticamente va a quedar con secuelas de por vida. Desde enrojecimiento, esas observaciones de enfermedades sistémicas, ya no hay manera”, añadió el especialista.
Además, las cirugías para extraer biopolímeros requieren un equipo médico multidisciplinario, que abarca desde cirujanos plásticos hasta reumatólogos y psicólogos. Este enfoque integral es necesario, para tratar tanto los procesos inflamatorios causados por las sustancias inyectadas como las alteraciones emocionales que afectan a los pacientes.
Un caso notable de las consecuencias de los biopolímeros es el de la cantante mexicana Alejandra Guzmán, quien ha sufrido complicaciones por estas sustancias inyectadas en sus glúteos. De manera similar, la modelo colombiana Jessica Cediel ha advertido públicamente sobre los peligros de estos procedimientos, que la han llevado a someterse a múltiples cirugías para evitar la amputación de sus glúteos.
En Costa Rica, también han surgido incidentes de mala praxis relacionados con la inyección de biopolímeros, que incluso han escalado a los tribunales de justicia. Tal fue el caso de la modelo Cristina García Chacón, quien sufrió una infección y deformaciones en sus glúteos debido a un tratamiento estético realizado en el 2011.
¿Qué hacer si quiero un aumento de glúteos o pechos?
Si una persona está considerando un tratamiento estético no quirúrgico para el levantamiento de pechos o glúteos, la principal recomendación de los especialistas es que se asesore adecuadamente sobre lo que realmente desea y no espere una “cura milagrosa”. Es fundamental tener expectativas realistas sobre los resultados y los riesgos asociados.
Además, es crucial elegir a un médico debidamente colegiado, preferiblemente especializado en cirugía plástica o dermatología. No se debe dejar influir por ofertas económicas que prometen resultados rápidos, ya que, en muchos casos, estos tratamientos pueden ser inseguros o no estar respaldados por profesionales capacitados. Al considerar procedimientos estéticos, la seguridad y la salud deben ser siempre la prioridad.