Para pasar de un simple soldado que rompía las nueces a gusto de sus dueños a uno de los protagonistas de la Navidad alrededor del mundo, el Cascanueces primero conquistó la literatura y, luego, el mundo real (la artesanía y la danza), al punto de ser hoy un infaltable de las decoraciones de estas fiestas junto al Niño Jesús, Santa Claus, el Muñeco de Nieve y los renos, en esta ecléctica mezcolanza que vemos en hogares, comercios y medios de comunicación en nuestros días.
Los cascanueces son una herramienta muy útil que se usa, desde hace siglos, para abrir las nueces; de hecho, los artesanos de Alemania, Francia e Inglaterra los tallaban en maderas preciosas de diferentes regiones para elaborar bellas piezas.
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Sin embargo, para hablar de cómo se volvió un personaje tan célebre, debemos remontarnos al siglo XIX, cuando el escritor alemán Ernst Theodor Amadeus Hoffmann (1776-1822) publica el cuento El cascanueces y el rey de los ratones (Nussknacker und Mausekönig, en alemán) en 1816. Este se volverá un relato de referencia que servirá de semilla para otros libros, para música, para el ballet, para el cine, la televisión e infinidad de muñequitos de los más variados colores, estilos y tamaños.
El cuento de E. T. A. Hoffman que se volvió un clásico
Antes de acercarnos al cuento, hay que recordar que E. T. A. (como se le conoce por las siglas de su nombre) Hoffmann fue un extraordinario creador romántico, que se destacó como compositor y autor de inolvidables relatos cargados de fantasías oscuras, pesadillas y ambiente fantasmagóricos. Sus textos y atmósferas no solo influyeron en su generación, sino también en Edgar Allan Poe, Franz Kafka, Ingmar Bergman o David Lynch, entre muchos creadores de diferentes campos del arte. Incluso sus historias y él mismo como personaje se tornaron protagonistas de la ópera Los cuentos de Hoffmann (1881), con música de Jacques Offenbach y libreto de Jules Barbier. Dos siglos después de su muerte, Hoffmann sigue siendo un referente.
Con tintes en ocasiones escalofriantes y cierta magia al estilo del escritor alemán, su cuento El cascanueces y el rey de los ratones tiene como primeros protagonistas a la joven Marie Stahlbaum y a su hermano (Fritz) ansiosos por abrir los regalos de Navidad bajo el árbol. Entre las manos de Marie termina un cascanueces de madera herido. El mencionado cascanueces es descrito así: “Había mucho que objetar a su figura, pues, aparte de que su torso, demasiado grande y largo, no concordaba con sus cortas y finas piernecillas, tenía una cabeza también excesivamente grande. Su correcta vestimenta mejoraba bastante las cosas, pues dejaba traslucir que se trataba de un hombre culto y refinado. Llevaba una bellísima chaquetilla de húsar, de color violeta brillante, con multitud de cordones blancos y botoncitos, unos pantalones del mismo color y las botas más bonitas que jamás calzaron los pies de un estudiante, incluso los de un oficial”. Es decir, se trataba de un ser deforme enfundado en elegante traje.
Cuando la joven visita al Cascanueces para ver cómo está, se queda dormida y despierta en la misma habitación, pero todo se ha agrandado. Del reino de los sueños pasa a la pura magia.
Siglos antes de que Disney hiciera las delicias de grandes y chicos con Toy Story, los juguetes cobraban vida en este relato de 1816 y el Cascanueces lidera al ejército de soldaditos en contra del furioso Rey Ratón y su legión. Por supuesto, Marie toma partido y acaba lastimada; mientras se recupera le cuentan la historia de cómo un príncipe fue transformado en Cascanueces y la princesa a la que salvó se niega a casarse con él. Es un cuento largo, con brillos y algunas oscuridades; hay más batallas, ofrecimientos de dulces al Rey Ratón, muchas aventuras por diferentes reinos y Marie acaba por despertarse. Al final, se casa con un bello Cascanueces, que es en realidad el sobrino del hombre que le regaló el muñeco.
El Cascanueces, un éxito que trascendió la literatura y llegó al ballet y más allá
La historia se convirtió en un absoluto éxito desde aquel siglo XIX, tanto así que el novelista francés Alejandro Dumas (1802-1870) se inspiró para crear su propia adaptación en 1844.
Estas aventuras también sirvieron de base para el libreto del ballet El Cascanueces. ¿Cómo se convirtió en un ballet ruso? En 1892, el director del Teatro Imperial Ruso encarga una versión para el ballet de esta historia. De la música se ocupó el famoso compositor Piotr Ilich Chaikovski y la coreografía fue de Lev Ivanov, aunque inicialmente también incluyó al célebre Marius Petipa.
Aunque fue una obra criticada en su estreno, ofrece una visión tan dulce, llena de personajes interesantes, niños pequeños, copos de nieves, árbol de Navidad y confites que el mundo cayó rendido a sus pies. Ahora, buena parte de los países del mundo incluyen en su cartelera de fin de año presentaciones de este ballet. La gente se sabe la historia, la ha visto en televisión, en el cine, en caricaturas, en transmisiones especiales en sitios web y otras plataformas, y no hay sorpresa alguna; no obstante, a nadie le importa saberse el final, la magia sigue conquistando a los espectadores y todos ansían ver a las bailarinas lucirse con los pasos, al gallardo Cascanueces y los otros queridos o detestables personajes.
“Es la eterna fantasía de la Navidad hecha realidad en el escenario. Tiene a la niña, al chico, el sueño, el árbol mágico que crece hasta siete pies, los copos de nieve brillantes y una coreografía realmente pesada con la partitura más asombrosa. ¿Qué es lo que no se puede amar?”, le dijo la inglesa Isabel McMeekan, quien fue primera bailarina del Royal Ballet, a la BBC.
Costa Rica no escapa a esta tendencia y hemos visto la llegada de El Cascanueces a los teatros nacionales año con año. De hecho, este viernes 6 de diciembre vuelve a escena el montaje nacional que lleva a más de 300 niñas, niños y jóvenes al escenario del Teatro Popular Melico Salazar para dar vida, una vez más, a las aventuras de Clara (así se llama en el ballet la protagonista) y su Cascanueces de juguete. La temporada del ballet se extenderá hasta el 15 diciembre y las entradas, cuyos precios oscilan entre ¢18.500 y ¢44.000 dependiendo de la localidad, están a la venta en eticket.cr.
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Entre zapatillas y tutús, la celebérrima obra arrastró al Cascanueces, que terminó por convertirse en un muñeco infaltable en toda la Navidad, a pesar de que no tiene ninguna relación con la natividad cristiana ni está emparentado con Santa Claus y anda invariablemente con su uniforme de soldado.
Una tradición alemana para el mundo
Con esta historia nacida de un literato suyo, Alemania es uno de los mayores fan de esta figura y también el mayor fabricante de Cascanueces en el mundo. La fiebre por el personaje se contagió a Estados Unidos en la década de los años 50 del siglo pasado y su popularidad resultó imparable también en el resto del mundo, asegura una información de la Deutsche Welle (DW).
El cascanueces es una tradición que Alemania tiene siglos de chinear.
En 1835, el lingüista y filólogo Jacob Grimm, uno de los célebres hermanos escritores, detalló en su libro Mitología germana que los cascanueces daban suerte, pues la figura de madera otorgaba protección y alejaba los malos espíritus. Treinta y cinco años después, en 1870, el artesano alemán Friedrich Wilhelm Füchtner, llamado el padre de los cascanueces, talló al soldado de dientes fuentes y lo convirtió en la figura que conocemos hoy en día. Curiosamente, la fábrica de la familia Füchtner alcanzó la octava generación dedicada a crear los buscados muñecos, agregó la DW.
En la actualidad, el Cascanueces como adorno decora desde portales, casa, árboles y villas navideñas. Para algunas personas son una especie de agüizote y los colocan detrás de las puertas para protección o en otros rincones de la casa en busca de atraer la prosperidad. Su boca dejó de ser usada para abrir las nueces, pero mantiene la puerta de par en par a la magia tan singular que imaginó el escritor Hoffmann.