El plomo está en todas partes, a menudo oculto a plena vista: en el agua que bebemos, el aire que respiramos y los alimentos que comemos; en los productos de cuidado personal y en los juguetes de nuestros hijos. Es un metal útil, pero muy tóxico y difícil de detectar: sus emanaciones no emiten olores, y en la mayoría de los casos, la exposición no provoca síntomas evidentes inmediatos.
Esto es muy preocupante, porque la exposición al plomo y su ingestión pueden tener efectos perjudiciales sobre casi cualquier parte del cuerpo.
Investigaciones recientes señalan que la exposición al plomo es un factor significativo de enfermedades cardiovasculares que matan a millones de personas en todo el mundo. Pero aunque la intoxicación por plomo, o saturnismo, causa en un año más muertes que el VIH/sida y la malaria juntos y más que la tuberculosis, recibe apenas una pequeña parte de la financiación destinada a esas enfermedades más conocidas.
Los efectos del plomo sobre la salud suelen ser irreversibles y distribuirse en forma desigual. Por ejemplo, es especialmente dañino para el desarrollo cognitivo de los niños, en quienes causa la reducción del coeficiente intelectual y problemas de conducta.
Hoy uno de cada tres niños del mundo tiene niveles peligrosos de este metal en la sangre, y casi todos los afectados viven en países de ingresos bajos y medios (PIBM). Esta exposición desigual explica más del 20 % de las diferencias de aprendizaje entre los países de ingresos altos y bajos.
Además, el saturnismo causa cada año pérdidas económicas enormes, del orden del 6,9 % del PIB mundial. Solo en Estados Unidos, la atención médica para los enfermos y la financiación adicional destinada a servicios de educación especial para tratar los problemas de desarrollo y conducta derivados de la intoxicación cuestan millones de dólares cada año. Además, las personas afectadas tienen menos potencial de ganancias durante su vida, lo que se traslada a una pérdida de recaudación tributaria.
De allí la importancia de reducir y eliminar la exposición al plomo. La buena noticia es que la presencia de plomo en el suelo, las especias, los alimentos, la pintura, los utensilios de cocina y otros materiales sólidos se detectar con un analizador portátil de fluorescencia de rayos X (pXRF), un dispositivo capaz de ofrecer resultados casi inmediatos y con eficacia ya comprobada en una variedad de entornos.
El uso de pXRF en Nigeria salvó miles de vidas, al identificar y eliminar las fuentes de una epidemia de saturnismo que mató a más de 400 niños. Y cuando se usaron para evaluar los niveles de plomo en muestras de bienes de consumo y alimentos en 25 PIBM, se halló que el 45 % de las vajillas de cerámica, el 52 % de los implementos de cocina metálicos y el 41 % de la pintura superaban los límites reglamentarios.
Algunos gobiernos utilizan esta tecnología para verificar la seguridad de juguetes y parques infantiles, fiscalizar la normativa sobre contenido de plomo en las pinturas de los hogares e investigar la relación entre la exposición al plomo y diversos incidentes sanitarios.
En Guyana, los pXRF detectaron niveles peligrosos de pintura con plomo (que aún se vende en muchos PIBM) en escuelas y parques infantiles.
Pero todavía muy pocos PIBM usan pXRF para detectar fuentes de saturnismo. En algunos casos, las autoridades no son conscientes de que la exposición al plomo es un problema de salud pública grave. Y sobre todo, comprar y mantener estos aparatos es costoso, y todavía no hay suficiente personal preparado para interpretar los datos que producen.
¿Qué se necesita para mejorar el acceso a esta valiosa tecnología, de modo que los PIBM puedan identificar y eliminar fuentes de intoxicación que ponen en riesgo a sus poblaciones, y en particular a los más jóvenes?
Para responder esta pregunta, un grupo de trabajo internacional, formado por expertos en saturnismo, profesionales, funcionarios y aportantes de fondos, se reunió en la Sala 3 (vinculada al objetivo de desarrollo sostenible 3 sobre buena salud y bienestar) dentro de la iniciativa 17 Rooms.
Nuestro debate sobre cómo lograr la disponibilidad universal de los pXRF en 2030 concluyó que el mejor ámbito para reunir a las partes interesadas en apoyar una iniciativa de esa naturaleza es la nueva Alianza para un Futuro sin Plomo (PLF, por la sigla en inglés), que cuenta con el respaldo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Podrían crearse centros regionales, coordinados por la PLF, que provean pXRF a bajo costo, formación para usuarios autorizados y apoyo técnico (en términos de mantenimiento y análisis de datos) a gobiernos, ONG y entidades asociadas dentro de la academia.
Si se logra una demanda suficiente, los centros que proponemos podrán negociar directamente con los fabricantes de pXRF para bajar los precios y adaptar el diseño de los dispositivos con el objetivo de hacer posible una detección económica y exacta de la presencia de plomo en una variedad de fuentes.
Así la PLF podrá desplegar esta tecnología en todo el mundo, y ese avance actuaría como un mecanismo para que organizaciones internacionales y locales colaboren en concientizar a los gobiernos de los PIBM sobre la gravedad de la intoxicación por plomo. Además, se podrían definir protocolos y directrices claros para el uso de los pXRF en la detección de plomo en distintas fuentes y la respuesta necesaria en función de los resultados.
Frente a la exposición al plomo, la prevención es la única opción, porque no hay cura. Un mayor acceso a pXRF puede ayudarnos a ganar la lucha contra el saturnismo, proteger la salud y el potencial futuro de millones de niños y jóvenes, y liberar miles de millones de dólares en beneficios económicos.
Angela Bandemehr es especialista en protección ambiental internacional y trabaja en la creación de capacidades en el área de la contaminación por plomo dentro de la Agencia de Protección Ambiental de los Estados Unidos. Albert Park es economista principal del Banco Asiático de Desarrollo.
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