Mientras Juan Pablo II fue un embajador de la esperanza, Benedicto XVI lo fue de la fe, y Francisco lo es de la caridad
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PorLuis Alonso Arguedas Barrantes
En días recientes, el mundo ha seguido de cerca la evolución de una noticia que ha entristecido especialmente a la feligresía católica: el ingreso al hospital, en estado crítico, del máximo líder de la Iglesia, el papa Francisco, debido a problemas respiratorios. Se trata de afecciones que han sido frecuentes desde hace muchos años en la salud del Pontífice, a quien tiempo atrás le extirparon la parte superior del pulmón derecho. A sus 88 años, estas nuevas complicaciones comprometen claramente su vida.
Puede parecer lamentable decirlo, pero, como católico, tengo claro que Su Santidad se ha preparado toda su vida para llegar al encuentro con Cristo. Como lo decía San Agustín de Hipona: “Nos has hecho, Señor, para Ti y nuestras almas no descansarán hasta que encuentren descanso en Ti”.
La fe que profesamos se sustenta en la resurrección de Cristo y en la participación que tendremos en la gloria eterna, como lo dijo el apóstol San Pablo. Así que, a pesar del dolor que genera la pérdida de un sumo pontífice (en mi caso, he vivido las de san Juan Pablo II y Benedicto XVI), nos conforta la esperanza cristiana de la resurrección y la fe de que también el papa Francisco en algún momento tendrá su Pascua.
Ante la actual coyuntura, vienen a mi memoria los últimos dos predecesores de Francisco: Juan Pablo II y Benedicto XVI, y recuerdo las palabras del presbítero Germán Rodríguez Smith, prefecto de la catedral metropolitana, quien, en una conversación, hacía este paralelismo: mientras Juan Pablo II fue un embajador de la esperanza, Benedicto XVI lo fue de la fe, y Francisco lo es de la caridad.
Y es que nadie puede olvidar que san Juan Pablo II fue un viajero incansable que llevó su mensaje a todos los rincones del mundo. Su carisma, amor y cercanía permitían a propios y extraños encontrar en él el anhelo de un mundo mejor ante las convulsas situaciones vividas durante el siglo XX. La frase “¡No tengáis miedo! ¡Abrid de par en par las puertas a Cristo!”fue uno de sus claros mensajes de esperanza.
Por su parte, el papa Benedicto XVI asumía los retos del nuevo milenio con un duro y claro mensaje antes de su elección como líder de la Iglesia: “Se va construyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada definitivo y que deja solo, como medida última, al propio yo y sus apetencias”. Lo suyo fue lanzar un llamado al mundo para que no se dejara llevar por las cambiantes corrientes en las que todo está permitido y, para ello, el cardenal Joseph Ratzinger apelaba a la fe.
Por último, el papa actual, Francisco, es un claro representante de la caridad. Su mensaje suele subrayar la necesidad de vernos todos como hermanos, con la dignidad que da el ser hijo de Dios, e incluye reiterados pedidos a no dejarnos llevar por la avaricia, sino a vivir en solidaridad con el más necesitado. Esto, en una sociedad dominada por el consumismo y las apariencias.
Ruego a Dios por la pronta recuperación y salud de nuestro Papa. También para que, cuando se dé su partida a la eternidad, los católicos no nos dejemos llevar por corrientes amarillistas sobre cuál cardenal será su sucesor y si con él llegará el temido fin del mundo. Por el contrario, será momento de rezar para que el próximo ocupante de la cátedra de san Pedro sea un gran misionero, uno que lleve a todo lugar el mensaje de la fe, la esperanza y la caridad.
arbarluis@gmail.com
El mensaje del papa Francisco suele subrayar la necesidad de vernos todos como hermanos, con la dignidad que da el ser hijo de Dios. Foto: AFP
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