La inseguridad ciudadana, los altos índices de criminalidad, el crimen organizado y el sicariato, son los temas de los titulares que, día a día, nos ofrecen los medios de información escrita, radiofónica y televisiva, así como los medios virtuales.
Por un lado, se nos brindan los hechos en su contexto: la cruda realidad de la muerte, el tráfico de drogas, robos, estafas y cuanto delito se ejecuta con sus atroces consecuencias. Por el otro, se nos muestra el lado humano (o inhumano) del hecho: las víctimas en su contexto. Las personas que lloran la pérdida del ser querido; la pérdida material de sus bienes patrimoniales, y daños materiales, morales y psicológicos irreparables o de difícil reparación.
Viene luego el clamor de justicia por parte de unos y de otros: los que, viéndose afectados por los hechos, piden que caiga todo el peso de ley sobre los responsables, y cuando se determinan los presuntos responsables del hecho, otros también piden justicia para estos y para el trato que se les debe dar durante el proceso judicial que seguirá.
Autoridades y medios informarán a los ciudadanos de los avances de las investigaciones. Observamos y escuchamos muchas veces que las autoridades judiciales, el Ministerio Público, el Organismo de Investigación Judicial, el Ministerio de Seguridad Pública, la Policía Migratoria y la Policía Fiscal ejecutan acciones para determinar la identificación y lograr la detención de los presuntos responsables y, además, ordenan el acopio de pruebas y acciones requeridas en la investigación.
Un clamor social se eleva para pedir acciones, pero, muchas veces, las autoridades a cargo de actuar evaden la responsabilidad que tienen para con los ciudadanos.
Ha sido común escuchar, por parte de las autoridades, que no se cuenta con los recursos económicos suficientes para gestionar el apoyo de recursos humanos y técnicos requeridos para combatir el problema delincuencial actual. De la misma manera, se repite que para nada sirve brindar los recursos, si la puerta giratoria de la justicia continúa.
Dicha expresión se dice en referencia a casos en los que trasciende que se detuvo a los presuntos responsables, pero las autoridades judiciales no han impuesto como medida cautelar la prisión preventiva, o bien, cuando se conceden beneficios carcelarios a personas privadas de libertad sin que se hubiere cumplido la totalidad de la pena impuesta, o se otorga la libertad condicional cuando se considera que el beneficiado no es merecedor de ello. Esta misma expresión se utiliza cuando, en juicio, se declara no culpable al inculpado de los hechos.
Así, el término “puerta giratoria” se usa popularmente para criticar la esencia del sistema judicial, tratando de establecer una causalidad, sin evidencia alguna, entre la impartición de justicia, la inseguridad y la alta criminalidad que afronta el país, sin dejar de criticar con ello el garantismo y la reincidencia delictiva.
Solo se habla de “la puerta giratoria” sin analizar que esta puede establecer la salida lícita y legítima de una persona que ha sido expuesta como presunta culpable de los hechos contrariando su presunción de inocencia y que es percibida socialmente como injusta o incorrecta.
Lo contrario
El antónimo de la “puerta giratoria” sería la teoría de la “ventana rota”, la cual, en términos criminológicos, explica que los signos visibles de desinterés y deterioro pueden incitar a comportamientos delictivos. Estos evocan el experimento en el cual se deja un viejo edificio con una ventana rota en su fachada sin reparar durante días, semanas o meses. Pasado un tiempo, los demás cristales que no estaban agrietados o agujereados también terminarán destruidos, al igual que la ventana rota que no fue reparada.
Esto es lo que consideramos que pasa en Costa Rica. A la “ventana rota” llamémosla delincuencia. A sus actores se les ha dejado en abandono, no se ha trabajado sobre las causas que los llevan a delinquir; se olvida la necesidad e importancia de la prevención social y el sistema se centra en la represión. La falta de prevención, la ventana rota en Costa Rica es un signo visible de abandono donde el mensaje que se da es: “Nos despreocupa el orden, no requerimos de cuidado”. Grave mensaje.
Si buscamos reparar –adentrándonos en las causas que provocan el actuar delictivo y, con ello, buscando los medios para su reparación– no estaremos dando oportunidad de que las demás “ventanas” –nuestros conciudadanos, niños, niñas, adolescentes, personas vulnerables– también caigan en las redes delincuenciales.
La política criminal gubernamental debe ser integral. No solo debe preocuparse por los hechos de mayor gravedad, sino crear conciencia de que los hechos delictivos menores deben ser atendidos pues su erradicación va a permitir la reducción de los más graves. Es decir, si eliminamos el desorden inicial, se reducirán los otros hechos de mayor desorden, es decir, los delitos graves.
Cuando existan mayores oportunidades para cada ciudadano, cuando se reduzcan las desigualdades sociales y se brinden oportunidades a todos en igualdad de condiciones, cuando se permita la educación de todas las personas y se fortalezcan los valores cívicos y familiares sin distinción alguna, podremos aspirar a una sociedad más justa para cada persona.
Si reparamos la ‘ventana rota’, nos podremos olvidar de la ‘puerta giratoria’. Que no salga más cara la cura que la enfermedad; siempre será mejor prevenir que lamentar.
rafael@lafirmadeabogadoscr.com
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