La deficiente enseñanza pública en preescolar, primaria y secundaria condena a la pobreza a esta generación por falta de oportunidades. Y, el gobierno, como si nada pasara
Si lo dicho es cierto, el mandatario Rodrigo Chaves actuó con sensatez al destituir al presidente ejecutivo del Instituto Nacional de Aprendizaje (INA), Juan Alfaro López, por el fracaso de la estrategia de bilingüismo. Según informó la Casa Presidencial, al ser llamado a cuentas, Alfaro admitió que “no existe un avance significativo”. Digno de destacar: el señor fue honesto al reconocer el fiasco en un plan vital para dar herramientas de trabajo a por lo menos 35.000 personas a las que va dirigida la enseñanza de un segundo idioma.
Sin embargo, los pormenores de la destitución quedaron en el habitual secretismo de la presidencia. No se informó sobre el escaso avance logrado, a pesar de que el Estado asignó presupuesto para capacitar a la población vulnerable. En otras palabras, el problema no es la falta de dinero, sino la mala gestión.
Lo extraño de esta historia de Chaves y sus llamados a cuentas es que no las pide a la ministra de Educación, Anna Müller, por el chasco de la dizque Ruta de la Educación. A dos años y medio de mandato, no hay tal. El 30 de agosto, incluso, venció el plazo que le dio la Contraloría General de la República para presentar la política educativa en preescolar, primaria y secundaria, y ella pidió prórroga para entregarla el 26 de mayo del 2025, ¡tres años después de haber tomado el cargo! Tal tolerancia del gobernante con una jerarca a la que se confía un presupuesto superior a los ¢2 millones de millones al año es sumamente curiosa.
Con el retraso en la política educativa no son 35.000 personas las afectadas, como en el INA, sino un millón de niños y adolescentes a los que se condena a la pobreza por la precaria educación que les ofrece el MEP. La ministra, con el permiso del gobernante, llegó a destruir lo bueno que había para, supuestamente, construir un mejor modelo. Nada. Solo promesas, y el gobierno en 20 meses dirá adiós. Ya no le queda tiempo.
Müller incumplió, pero su jefe falló por ser demasiado permisivo, condenando a esta generación a la pobreza por la falta de oportunidades derivada de su deficiente preparación académica. Esto, señor presidente y señora ministra, es una auténtica e imperdonable canallada contra los ciudadanos menos favorecidos.
Ingresó a La Nación en 1986. En 1990 pasó a coordinar la sección Nacionales y en 1995 asumió una jefatura de información; desde 2010 es jefe de Redacción. Estudió en la UCR; en la U Latina obtuvo el bachillerato y en la Universidad de Barcelona, España, una maestría en Periodismo.
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