Según el refrán, “el que va detrás de la carreta nunca le ve la cara al caballo”.
Yo entiendo que un refrán no es una predicción ni una profecía. Es un consejo que conjuga experiencia y reflexión. Por lo general, de la misma manera que el proverbio, ilustra sobre algún asunto que conviene tener presente al momento de la acción, ya fuera para seguir adelante o para abstenerse: para poner las barbas en remojo. Es una regla de prudencia.
El refrán que menciono al principio previene contra los riesgos de dejarse llevar por la corriente, pero también de confiar ciegamente en el discurso sin precaverse del que lo pronuncia. Pero esto es solo un modo de entenderlo, que pone de relieve su ductilidad, su capacidad de adecuarse a situaciones muy distintas.
De parecido linaje es el que dice que “es mejor no conocer a tus héroes”. Podría suponerse que previene contra el desengaño, pero interpretado en sentido contrario, lo hace contra el engaño. Va un poco en la dirección del que enuncia: “Cuando el leñador entra en el bosque con su hacha al hombro, los árboles dicen: el mango es de los nuestros”. Nada más que este último nos anticipa el peligro de la falsa confianza, la que se concede porque sí, por la novedad, el contraste o el gracejo del discurso, y no advierte que conviene adoptar como principio la actitud escéptica de otro refrán que dice: “A caminar despacio me ha enseñado mi ganado”.
Si reparásemos más en el refrán, seguramente seríamos más juiciosos en todos los órdenes de la vida. En la política, por ejemplo, que es un fenómeno donde frecuentemente, como alguien ha dicho, lo que uno cree no tiene nada que ver con la verdad. En este campo, recuérdese que “el que se acuesta con perros, amanece con pulgas”, y que hoy a menudo ocurre lo que otro largo refrán sugiere: “¿Cómo segarle las patas a un cerdo vivo sin que grite; cómo sacarle los ojos; cómo, por último, destriparlo y desollarlo y que siga sin gritar? Es muy fácil, se comienza por cortarle la lengua”.
Recordemos que “cuando cortas leña, saltan astillas”. Pero no todo es turbio, como ejemplifica el proverbio árabe: “Dar al necesitado un pan y una flor: el pan, para poder vivir; la flor, para querer vivir”.
Carlos Arguedas Ramírez fue asesor de la Presidencia (1986-1990), magistrado de la Sala Constitucional (1992-2004), diputado (2014-2018) y presidente de la Comisión de Asuntos de Constitucionalidad de la Asamblea Legislativa (2015-2018). Es consultor de organismos internacionales y socio del bufete DPI Legal.