Finlandia se ha distinguido por ser el país que lidera los índices del mejor nivel educativo. Su secreto ha sido tener a los y las mejores como educadores, darles las herramientas que necesitan y distinguirlos con el reconocimiento social, el que merecen al ser los responsables del futuro de los niños y jóvenes de la nación.
Soy, orgullosamente, hija de dos educadores; practiqué la docencia por 20 años y viví en una familia donde la máxima siempre presente fue: “la mejor herencia que les podemos dar a nuestros hijos es una buena educación”.
Estos, que parecieran conceptos con los que la mayoría de costarricenses, estoy segura, coincidimos, lamentablemente no se ven reflejados en la realidad de nuestro país. Me resultó muy triste leer en un reportaje de la Revista Dominical de este medio, sobre las paupérrimas condiciones en que muchos maestros deben trabajar para cumplir con su labor.
Pésimas condiciones de infraestructura, falta de materiales, pupitres que, muchas veces, los mismos educadores deben comprar de su bolsillo. Y estoy segura de que lo que hacen con gran amor, pues si hay una carrera cuyo requisito es la vocación sincera, es precisamente la educación.
Por otra parte, el MEP, lejos de apoyar a sus trabajadores como lo haría cualquier departamento de Recursos Humanos, brindándoles las mejores condiciones, por el contrario maneja mal las cargas de trabajo. En vez de facilitar que se concentren en enseñar, les encarga labores administrativas que no agregan valor y que sobrecargan la ya pesada tarea de estos profesionales.
Con una mala interpretación de derechos y deberes, se ha creado un desbalance en el que se exigen obligaciones a los educadores, pero cuando ellos claman por sus derechos, se encuentran con reclamos de los padres e incluso con denuncias administrativas, algunas llevadas hasta tribunales. Se perdió el norte y se devaluó el respeto histórico a estos indispensables profesionales.
Trágicamente, la cartera a cargo, lejos de luchar por más presupuesto, permite que Hacienda no gire lo aprobado por el Poder Legislativo y, para rematar, solicita recortes adicionales. Esperemos que lo dicho sea un llamado al nuevo jerarca, recordándole una máxima del liderazgo: se debe contar y retener al mejor talento y que estos cuenten con las condiciones óptimas para desempeñar su trabajo.
Nuria Marín Raventós es politóloga.