La diferencia no se explica por factores demográficos, sino que responde a brechas en conocimiento autodeclarado sobre inteligencia artificial (IA), donde los hombres reportan sentirse más familiarizados con estas herramientas. Factores adicionales, como preocupaciones sobre privacidad y confianza en la tecnología, también contribuyen a la menor adopción femenina.
El caso costarricense no es ajeno a esta tendencia. En 2023, la Encuesta Actualidades, de la UCR, encontró que solo el 10% de las mujeres en el país ha oído hablar de la inteligencia artificial, en comparación con un 21% de los hombres.
El problema de la baja adopción de IA por parte de las mujeres no es solo un asunto de equidad en el acceso a la tecnología. Tiene consecuencias directas en el mercado laboral. Según el Foro Económico Mundial, solo el 22% de los profesionales de IA a nivel global son mujeres, y las ocupaciones más relacionadas con IA —como ingeniería de software y análisis de datos— están dominadas por hombres. En contraste, las mujeres con habilidades de IA tienden a concentrarse en roles menos remunerados, como enseñanza.
El riesgo es claro: si la IA se convierte en una herramienta indispensable para la productividad, quienes no la dominen quedarán rezagados. Esto podría generar una nueva ola de desigualdad, donde los hombres sigan ocupando los puestos mejor remunerados y las mujeres enfrenten barreras adicionales para ascender o cambiar de carrera.
Para cerrar esta brecha emergente, se requieren acciones concretas, como aumentar la capacitación en IA con una perspectiva de género y fomentar confianza en la tecnología mediante políticas que atiendan preocupaciones sobre privacidad y uso ético de la IA.
El 8 de marzo nos recuerda las brechas que aún debemos cerrar. Hoy, la inteligencia artificial nos plantea un nuevo desafío: garantizar que la revolución tecnológica sea inclusiva y no profundice la desigualdad de género.
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Andrés Fernández Arauz es economista.