En alguna ocasión, me preguntaron a modo de adivinanza que cómo se hace para diferenciar una canasta llena de langostas costarricenses de una con langostas de cualquier otro país. Como no supe qué decir, mi interlocutor contestó que la respuesta estaba en el comportamiento.
Me indicó que mientras unas langostas trabajan en equipo y se colocan en forma de columna para que sus compañeras puedan trepar y salir del canasto; en el cesto vecino ningún crustáceo se mueve, pero en cuanto alguno logra sacar las antenas, los otros le dan un fuerte coletazo para que se caiga al fondo.
No sé ustedes, pero yo encuentro mucha similitud entre las langostas del último canasto y algunos personajes nefastos que se han convertido en verdaderos profesionales del obstruccionismo, en momentos en que más bien se requiere sumar esfuerzos para impulsar iniciativas positivas para el país.
Este es el caso del tren eléctrico metropolitano, un proyecto propuesto para mejorar la movilidad urbana, reducir las emisiones contaminantes y estimular la economía, pero que se encuentra paralizado luego de recibir el intenso bombardeo de grupos interesados en descarrilarlo.
De acuerdo con el anteproyecto, el nuevo servicio permitiría movilizar a 190.000 pasajeros al día a lo largo de una línea de 84 kilómetros que conectaría 15 cantones de la Gran Área Metropolitana (GAM), con vagones que pasarían cada siete minutos en horas pico.
Si bien durante la discusión en el Congreso afloraron una serie de aspectos técnicos, financieros y de procedimiento que debían ser corregidos, el cálculo político impidió que las fracciones legislativas se arrollaran las mangas con el Incofer para subsanar las deficiencias y potenciar las ventajas del plan.
De hecho, en medio de los triquitraques de la campaña electoral quedó atrapado un crédito blando por $550 millones del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), con el cual se financiaría la contrapartida del Estado para el proyecto, cuyo costo total asciende a $1.550 millones.
El empréstito todavía no ha sido aprobado y no hay claridad sobre si verá la luz antes de que los actuales diputados entreguen sus curules. Tampoco existe certeza sobre si el futuro gobierno y los nuevos legisladores querrán retomar el proyecto o enterrarlo en forma definitiva.
Tal parece que las langostas se han convertido en los maquinistas del tren eléctrico. Adivinen en cuál canasto estaban.
El autor es jefe de Información de La Nación.
