Una conferencia de prensa gubernamental, en su definición profesional, debería ser un espacio en el que un funcionario informe sobre asuntos de interés público, rinda cuentas claras y responda preguntas, incluidas aquellas de seguimiento, cuando los periodistas consideran que se evita una respuesta franca y directa.
El gobierno de Rodrigo Chaves, sin embargo, las convirtió en un espectáculo televisivo, con un guion diseñado para mezclar verdades, medias verdades y falsedades, o para vilipendiar. La trama es copia de programas de telerrealidad como Caso cerrado, concebido con un lenguaje agresivo para captar a una audiencia que se deleita con las humillaciones de la doctora Polo.
De manera similar, las pretenciosas “conferencias” de los miércoles siguen este patrón. Los participantes incluyen dueños de pseudomedios, mientras que los periodistas profesionales e independientes que asisten —se cuentan con los dedos de una mano— no han interiorizado que los usan para dar una apariencia de legitimidad a la sátira. Se les mezcla con fans del gobernante para crear esa sensación de autenticidad a un show cuyo verdadero objetivo es denigrar a quienes se atrevan a cuestionar. Aquellos que formulan preguntas incómodas son embestidos con burlas malintencionadas y proyectados como idiotas por insistir en obtener respuestas que se les niegan intencionadamente.
Tampoco cabe duda de que el mandatario siente un profundo desprecio hacia la prensa crítica. Lo confirman el Programa de Libertad de Expresión y Derecho a la Información (Proledi) y el Centro de Investigación en Comunicación (Cicom), ambos de la Universidad de Costa Rica, en un estudio que analizó 64 conferencias de prensa en las que se contabilizaron 291 menciones de Chaves a los medios de comunicación: solo cuatro fueron positivas; las 287 restantes, negativas.
Esta es la mejor prueba de que las “conferencias” las han convertido en un arma para deslegitimar a la prensa independiente. Por ello, los periodistas profesionales deben mantener su dignidad, respetarse a sí mismos y evitar participar en estos espectáculos vulgares, donde se les utiliza para degradar la noble labor de informar sobre aquello que el presidente y sus colaboradores no quieren que se sepa.
amayorga@nacion.com
El autor es jefe de Redacción de La Nación.