Cartas

La democracia se desgarra

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Resulta incomprensible la educación política de ciertos grupos. Por un lado, se sienten encantados en democracia y, por el otro, abrazan sin pena alguna el populismo pueril y antiético, por cierto, antítesis y negación de la democracia misma. El costarricense ama y odia al mismo tiempo las instituciones democráticas. Avala la pachuquería, el odio y la impertinencia del presidente Chaves y una forma de gobernar que ni él mismo comprende. Con saña, ofende a diario la institucionalidad democrática del país, y ciertos sectores sociales le aplauden. Qué osadía y miopía. ¿Pensarán en cuánto ha costado construir esta democracia, que aun con sus limitantes es “trapito de dominguear” en la conciencia popular? ¿Comprenderán que apoyan el populismo, que es hijo del fascismo, el más perturbador, inhumano y destructor de todas las libertades en un modelo político de terror? Sus líderes usan toda clase de artilugios en contra del sistema para hacer creer que son los nuevos salvadores, pero en realidad la llevan al despeñadero. La exaltación de modelos irracionales de la conducta de las masas deslegitima las instituciones vitales de la democracia, sin proponer nada a cambio, salvo la destrucción de estas. Es hora de despertar del inquieto y peligroso discurso populista, que atrae principalmente a la gente con menos oportunidades y serían los primeros en ser destruidos. Concretamente, y como diría el expresidente Ricardo Jiménez: “Lo primero que se quita cuando se termina un edificio son los andamios”.








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