Para determinar si una persona tiene obesidad, normalmente se utiliza un indicador llamado índice de masa corporal (IMC), una relación del peso y la estatura del individuo.
Sin embargo, este concepto es poco confiable y podría prestarse para errores que luego afecten la salud de las personas, según concluyó la Comisión sobre la Obesidad Clínica. Su manifiesto y propuesta se publicaron este 14 de enero en la revista The Lancet Diabetes & Endocrinology.
“Los enfoques médicos actuales para diagnosticar obesidad se basan en el IMC, que no es una medida fiable de salud o enfermedad a nivel individual. Esto puede dar lugar a diagnósticos erróneos, con consecuencias negativas tanto para las personas que viven con obesidad como para la sociedad en general”, cita la Comisión.
Estos especialistas recomiendan un nuevo enfoque, más detallado, que combine las medidas de grasa corporal, como la circunferencia de cintura o medición directa de la grasa (además del IMC) para detectar la obesidad y reducir el riesgo de una clasificación errónea.
“La pregunta de si la obesidad es una enfermedad es errónea, porque presupone un escenario simplista de todo o nada, donde la obesidad es siempre una enfermedad o nunca lo es. La evidencia muestra una realidad más compleja. Algunas personas con obesidad pueden mantener el funcionamiento normal de sus órganos y una salud general adecuada incluso a largo plazo, mientras que otras presentan una enfermedad grave de manera inmediata”, señaló Francesco Rubino, presidente de la Comisión e investigador del King’s College, de Londres.
De acuerdo con los especialistas, considerar la obesidad únicamente como un factor de riesgo, y nunca como una enfermedad, puede negar de manera injusta el acceso a la atención médica oportuna a quienes experimentan problemas de salud debido a la obesidad.
Precisamente este 8 de enero Costa Rica declaró la obesidad como enfermedad crónica de importancia para la salud pública. Esto contempla también una nueva norma, bajo la cual a nadie se le puede negar la atención para tratar esta condición.
No obstante, la Comisión también indicó que una definición de obesidad como enfermedad puede resultar en un sobrediagnóstico y en un uso indebido de medicamentos y procedimientos quirúrgicos, “con el potencial de causar daño al individuo y costos desmesurados para la sociedad”.
Este planteamiento busca una atención más personalizada y enfocada a las condiciones propias de cada individuo.
El problema del IMC como indicador
Para entender el problema del IMC con el fin de determinar la obesidad en una persona, es necesario entender cómo se calcula.
Lo primero es pesarse en una báscula con la menor cantidad de ropa posible. Con el resultado se divide el peso entre la estatura en metros, elevada al cuadrado.
Si el resultado es mayor de 30, se considera que hay obesidad según los estándares actuales. Si el número es entre 35 y 39,9 el individuo tiene “obesidad severa”, y si el resultado es más de 40, la obesidad es “extrema” o “mórbida”.
Este es un ejemplo: si alguien pesa 87 kilos y mide 1,70 metros, debe multiplicar 1,70 por 1,70. El producto es 2,89. Luego se dividen los 78 kilos entre 2,89. El resultado es 30,1. En este caso, hay obesidad.
Sin embargo, la relación entre el peso y la estatura no basta.
“Basarse únicamente en el IMC para diagnosticar la obesidad es problemático, ya que algunas personas tienden a almacenar el exceso de grasa en la cintura o en los órganos y alrededor de ellos, como el hígado, el corazón o los músculos, lo cual se asocia con un mayor riesgo para la salud que cuando el exceso de grasa se acumula debajo de la piel de los brazos, las piernas u otras áreas del cuerpo”, afirmó Robert Eckel, miembro de la Comisión e investigador del Centro Médico Anschutz de la Universidad de Colorado (EE. UU).
“Sin embargo, las personas con exceso de grasa corporal no siempre tienen un IMC que indique que viven con obesidad, lo que significa que sus problemas de salud pueden pasar desapercibidos”, añadió.
Entonces, ¿cómo definir la obesidad?
Antes de detallar las definiciones propuestas por la Comisión, deben repasarse los otros indicadores y mediciones que deben tomarse en cuenta:
- Al menos una medición de tamaño corporal: circunferencia de cintura, relación entre cintura y estatura. Estos números se utilizarán en combinación con el IMC.
- Al menos dos de las mediciones anteriores que se trabajarán independientemente del IMC.
- Medición directa de la grasa corporal. Esto puede realizarse con básculas especiales o densitometrías.
- En quienes tienen un IMC superior a 40, el exceso de grasa corporal puede sobreentenderse.
Dicho lo anterior, la Comisión propone dos subdivisiones de la obesidad: la clínica y la preclínica.
Obesidad clínica: condición de obesidad asociada con signos objetivos o síntomas de reducción de la función de los órganos, o una capacidad significativamente reducida para realizar actividades cotidianas que no pueda explicarse por otras razones. Estas actividades incluyen bañarse, vestirse, comer y mantener la continencia (es decir, incontinencia urinaria o fecal).
Los especialistas dan 18 criterios para definir la obesidad clínica en adultos y 13 en niños y adolescentes. Algunos de estos criterios son:
- Dificultad para respirar debido a los efectos de la obesidad en los pulmones
- Falla cardíaca inducida por obesidad
- Dolor en rodillas o caderas, con rigidez articular y reducción del rango de movimiento como efecto directo del exceso de grasa corporal sobre las articulaciones
- Ciertas alteraciones en los huesos y articulaciones en niños y adolescentes que limitan el movimiento
- Disfunciones en riñones, vías respiratorias superiores, sistema urinario, sistema reproductivo o sistema linfático.
Quienes tienen obesidad clínica deben ser considerados pacientes con una enfermedad crónica activa y deben recibir manejo y tratamiento adecuados.
Obesidad preclínica: condición de obesidad con función orgánica normal. Quienes viven con obesidad preclínica, por lo tanto, no tienen una enfermedad en curso, aunque tienen un riesgo (variable, pero generalmente elevado) de desarrollar obesidad clínica y otras enfermedades crónicas, como diabetes tipo 2, males cardiovasculares, ciertos tipos de cáncer y enfermedades mentales, entre otras.
Estas personas deben recibir apoyo para reducir el riesgo de desarrollar estas otras enfermedades.
Rumbo a una atención personalizada de la obesidad
Estas nuevas definiciones suponen una atención individualizada según las características de cada individuo.
Entonces, las personas con obesidad clínica deben recibir tratamiento oportuno y basado en evidencia, con el objetivo de recuperar o mejorar completamente las funciones corporales reducidas por el exceso de grasa corporal. En otras palabras, no deben centrarse únicamente en la pérdida de peso.
El tratamiento puede incluir cambios en el estilo de vida, medicación, cirugía y debe basarse en una evaluación individual de riesgos y beneficios, y establecerse a través de una discusión activa con el paciente.
En la obesidad preclínica, el enfoque debe centrarse en la reducción de riesgos. Dependiendo del nivel de riesgo individual, esto puede requerir solo asesoramiento de salud y monitoreo a lo largo del tiempo, o tratamiento activo, si fuera necesario para reducir los niveles de riesgo.
¿Quiénes forman parte de la Comisión?
La Comisión sobre Obesidad Clínica involucró a 58 expertos de todos los continentes. Ellos son especialistas en una amplia gama de especialidades: Endocrinología, Medicina Interna, Cirugía, Biología, Nutrición y Salud Pública. Ellos representan países y diversos sistemas de atención médica.
Además, la Comisión incluyó a personas que viven con obesidad y consideró específicamente el posible impacto de las nuevas definiciones de obesidad en el estigma generalizado en la sociedad.
Las conclusiones de la Comisión están respaldadas por 75 organizaciones médicas a nivel mundial, según un comunicado de prensa difundido por The Lancet.