Las conexiones sociales, como las relaciones de pareja o vínculos familiares estrechos, podrían estar relacionados con alcanzar una vida más larga. Esta es una de las conclusiones de un estudio sobre longevidad realizado con 2.735 adultos mayores en Costa Rica.
De acuerdo con los resultados publicados en la revista Journal of Aging and Health, quienes disfrutaban de mayores relaciones sociales tuvieron un riesgo de muerte hasta 30% menor durante el periodo de estudio, que fue del 2004 al 2019.
“Nuestros hallazgos subrayan la importancia de las conexiones sociales para promover un envejecimiento saludable y motivan próximas investigaciones para entender los mecanismos que pueden explicarla. Esto permitirá hacer intervenciones potenciales para una mayor integración social y apoyo a adultos mayores”, concluye el estudio.
La Nación conversó con el costarricense Edward Ruiz Narváez, autor principal del artículo científico. Él es investigador y profesor en la Universidad de Michigan, en Estados Unidos.
Esta investigación se hizo con datos del estudio Costa Rica: Estudio de Longevidad y Envejecimiento Saludable (CRELES), liderada por el Centro Centroamericano de Población, de la Universidad de Costa Rica (CCP-UCR).
“Las personas con mayores conexiones sociales presentaban una reducción de aproximadamente un 30% en la mortalidad, en comparación con quienes tenían menos”, destacó Ruiz.
¿Cómo se hizo el estudio de longevidad?
El estudio CRELES comenzó en 2004 y tomó en cuenta a 2.827 costarricenses de todo el país que nacieron en 1945 o antes.
Se les visitó en 2004, 2006 y entre 2009 y 2010. Desde entonces, se hace una vigilancia de los registros de mortalidad del Registro Civil.
En cada visita se les entrevistó por unos 90 minutos para abordar temas como funcionamiento físico y cognitivo, uso de los sistemas de salud, alimentación, si fumaban o habían fumado, si tomaban licor, si hacían actividad física. También se hablaba de su historia de empleo y de pensión, sus condiciones en la niñez y de otras etapas de su vida.
En las preguntas del cuestionario se indagaba si estaban casados o vivían en pareja, con cuántas personas vivían y su relación con vecinos, familiares que no viven con ellos y otras personas cercanas. También se les preguntaba si asistían regularmente a la iglesia.
Además, se les tomaron muestras de sangre y de orina, se les pesó y se les midió.
Con base en las respuestas, a los participantes se les evaluó con el índice de conexiones sociales (SNI, por sus siglas en inglés), utilizado internacionalmente.
Este índice tiene cuatro dominios:
- Estar casado o vivir en pareja.
- Relación con las personas cercanas que no viven en casa.
- Participación en grupos cívicos (Club de Leones, Cruz Roja, grupos municipales).
- Pertenencia a un grupo religioso.
“A mayor puntaje en la escala, mayor el número de conexiones sociales. Nuestra hipótesis era que, cuanto más conectada estaba una persona, menor sería su tasa de mortalidad. Eso fue justo lo que encontramos”, explicó el investigador.
La mortalidad se determinó de dos formas. La primera ocurría cuando, al regresar a los hogares a una visita posterior, los familiares informaban sobre el fallecimiento. La segunda se establecía a través del Registro Civil, que documenta las defunciones.
Ninguna de estas formas logró determinar la causa de muerte. Hasta el 31 de mayo de 2019, fecha de corte del análisis, fallecieron 1.650 participantes.
Las relaciones sociales más determinantes en la longevidad
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Con estos resultados, los científicos se preguntaron si algún punto de la escala tendría un impacto mayor. Descubrieron que estar casado o convivir con una pareja estaba asociado con una reducción del 23% en la mortalidad.
El matrimonio ofrece soporte emocional, social y económico. Además, la pareja puede ser motivadora para mejorar los hábitos de vida, concluye el artículo.
“Yo lo veo directamente. Mi esposa es quien me dice: ‘Edward, tenés que ir al doctor, ya es tiempo de tu chequeo médico anual’. Además de todo el apoyo emocional, alguien con quien compartir”, sostuvo Ruiz.
Esto se refleja en otro estudio, realizado con la base de datos de CRELES. Según la investigación, los cónyuges incluso compartían factores de riesgo para enfermedades crónicas. Es decir, si una persona tenía hipertensión, diabetes, niveles altos de colesterol o sobrepeso, era muy probable que su pareja también los presentara.
El artículo más reciente comprobó que quienes asistían a la iglesia al menos una vez por semana tenían un riesgo de mortalidad un 24% menor. Lo anterior, independientemente de su credo.
“Esto también ayuda en la parte social pues se comparte con otras personas pues hay actividades que van más allá de un servicio religioso”, destacó el investigador.
El componente espiritual de asistir a una iglesia no se analizó directamente. Ruiz reconoce que eso es muy difícil, pero sabe que el doble componente social y espiritual de los servicios religiosos influye en cómo la persona ve la vida.
Ruiz expuso que estos resultados son consistentes con estudios en otras partes del mundo.
Porciones de cromosomas más largas relacionadas con longevidad
Los investigadores analizaron los extremos de la molécula del ADN en las moléculas de los cromosomas, llamados telómeros. Conforme se envejece, estos extremos se acortan y su integridad estructural se debilita. Los telómeros más largos están relacionados con longevidad.
“Nuestra hipótesis era que las conexiones sociales podían desacelerar el envejecimiento biológico y los participantes tendrían telómeros más largos”, dijo Ruiz.
La longitud de los telómeros se determinó al analizar las muestras de sangre a 1.113 participantes.
Los científicos encontraron que quienes estaban en el cuarto nivel de SNI (índice de conexiones sociales por sus siglas en inglés) y tenían mayores conexiones sociales, presentaban en promedio 100 moléculas de ADN más que aquellos ubicados en el nivel 1. Esas moléculas de ADN se conocen como nucleótidos.
“La molécula del ADN es como dos cadenas entrelazadas. Cada eslabón en cada cadena es un nucleótido. Las personas en el cuarto nivel del SNI tendrían en promedio 100 eslabones (nucleótidos) extra en las puntas de la molécula (telómeros) si lo comparamos con las personas en el primer nivel”, profundizó.
Limitaciones y lo que falta por estudiar
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Los investigadores admiten que una de las limitaciones del estudio es que se ignoran las causas de los fallecimientos. Tampoco se abordó el contacto con los amigos ni la participación en grupos cívicos.
Otra limitante está relacionada con el tipo de escala que se usó para medir las relaciones.
“Esta escala mide el tamaño de la red social, pero para algunos adultos mayores puede ser más importante la calidad de las relaciones que la cantidad de las relaciones. Conforme se envejece, se valora más la calidad de la relación que el número de personas con quienes se relaciona”, explicó el científico.
Otro aspecto que no se estudió es la soledad y si tiene impacto en la mortalidad.
¿Qué podemos aprender de esta investigación de longevidad?
Estos estudios motivan cambios para mejorar la calidad de vida y tener un envejecimiento más saludable.
A Ruiz, esto le recuerda la importancia de valorar las relaciones. Pone el ejemplo de la relación con sus papás, que viven en países diferentes. Se hablan por Zoom constantemente pero cuando Ruiz viene a Costa Rica comprende que esta puede ser la última vez que los vea o que ellos lo vean a él.
“Yo no sé quién vaya a morir primero. Podría ser yo. Cuando se es consciente de eso, de la existencia tan corta, es necesario hacer conciencia de la calidad de las relaciones. Que las personas se sientan bien estando con uno. Y para eso, dejemos los celulares y dispositivos, y démonos la atención que merecemos”, concluyó.