París. La pandemia de Covid-19 se convirtió en un terreno fértil para las redes de desinformación, amplificando mensajes de los escépticos de las vacunas, quienes aprovecharon la crisis sanitaria para ganar visibilidad y consolidar su influencia a nivel global.
Un movimiento que cambió de estrategia
Antes de 2020, los discursos antivacunas se dirigían principalmente a los padres, al ser los niños los principales receptores de vacunas. Sin embargo, con la llegada del covid-19, la narrativa cambió. Según un estudio publicado en The Lancet, este fenómeno permitió que un movimiento antes marginal se convirtiera en una fuerza más amplia y poderosa.
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“Durante este período observamos varias burbujas normalmente bien delimitadas convergiendo hacia el antivacunismo”, explicó Romy Sauvayre, socióloga especialista en creencias médicas. La pandemia permitió que actores de diferentes sectores, como adeptos a la medicina alternativa, personalidades políticas y figuras médicas, amplificaran desinformación y cuestionamientos hacia las vacunas.
Un ejemplo destacado fue el debate sobre la eficacia de la hidroxicloroquina, impulsado por el médico francés Didier Raoult, cuyo estudio inicial fue invalidado. Casos como este reforzaron la percepción de desconfianza hacia las autoridades sanitarias, según Jeremy Ward, coautor de un informe sobre la vacunación en Francia desde 2020.
La defensa de libertades como bandera
Además de las preocupaciones sobre salud, el movimiento antivacunas encontró en la defensa de las libertades individuales un punto de unión con otros sectores. Las protestas contra restricciones y mandatos de vacunación en todo el mundo son prueba de ello.
Esto permitió un acercamiento con la derecha conservadora, como se observa con figuras como Robert F. Kennedy Jr., quien ganó notoriedad al apoyar teorías conspirativas. Kennedy, sobrino del expresidente John F. Kennedy, fue designado por Donald Trump para liderar el Ministerio de Salud de Estados Unidos, consolidando su influencia política y social.
Según el Center for Countering Digital Hate (CCDH), Kennedy y su organización Children’s Health Defense estuvieron entre los mayores difusores de desinformación durante la pandemia. “Formó parte de las cuentas que más crecieron durante este período, con una audiencia de millones”, detalló Callum Hood, investigador del CCDH.
Redes sociales y un impacto duradero
Las redes sociales jugaron un papel clave en la propagación de la desinformación. “Fueron la punta de lanza de los intentos de desinformación sobre las vacunas”, señaló Noel T. Brewer, investigador y coautor del estudio de The Lancet. Aunque el impacto exacto en la salud pública es difícil de medir, la exposición repetida a estos mensajes podría haber reforzado la vacilación de ciertos grupos hacia la vacunación.
Actualmente, aunque el interés por el covid-19 disminuyó, muchas de estas figuras continúan utilizando su plataforma para promover nuevos mensajes de desinformación, incluyendo temas como el cambio climático o la propaganda prorrusa. Según Laurent Cordonier, director de investigación de la Fondation Descartes, “el motor de este fenómeno es el antisistema, un eje estratégico que une estos diferentes temas”.