Persiste el estereotipo de que ciertas expresiones culturales son añejas, desactualizadas, algo que hay que “rescatar” del desdén y la indiferencia de la sociedad contemporánea. Sin embargo, los miembros de la Comisión Domingueña de Mascaradas y Alboradas destrozan el prejuicio con solo caminar una cuadra en el centro de Santo Domingo de Heredia.
La comisión está integrada por personas muy jóvenes, pero además, cuando marchan por el cantón herediano generan reacciones alejadas de la indiferencia. Los transeúntes los saludan, les gritan y les preguntan “¿dónde es hoy?“. Los conductores pitan y sacan la mano por la ventana para saludarlos. Una mascarada nunca pasa desapercibida; sus portadores tampoco, y eso les genera orgullo.
Tal capacidad para provocar interés en los domingueños, atraer a un público joven y generar cohesión entre las comunidades del cantón es lo que hizo a la Comisión de Mascaradas y Alboradas ganadora del Premio Nacional de Cultura Inmaterial Emilia Prieto 2024, entregado por el Ministerio de Cultura y Juventud.
Los jueces consideraron que este grupo, con más de 60 años de historia, fomenta el fortalecimiento y empoderamiento de las relaciones comunitarias. Además, sus miembros, casi todos jóvenes, son portadores de tradición que fortalecen el sentido de identidad domingueño.
En entrevista con Áncora, el líder del grupo, Juan José Carazo, explicó que organizan varias actividades a lo largo del año para fomentar la tradición de las mascaradas. Adicionalmente, visitan escuelas y colegios para motivar interés en el público más joven.
Según Carazo, no es posible determinar un año exacto de fundación del grupo, ya que su nacimiento está vinculado con la organización de fiestas patronales.
“Es una comisión que tiene su historia en los turnos, donde se hacían diferentes comisiones. Una se encargaba de la venta de comidas, otra se encargaba de contratar los músicos, y había una de mascaradas y alboradas. Así fue quedando a lo largo del tiempo. Hace unos 60 años se registraron por primera vez los integrantes y el grupo tomó fuerza”, detalló el joven, que además es fabricante y restaurador de máscaras.
La comisión realiza cuatro eventos grandes al año. Todos son recorridos por las calles acompañados de música de cimarrona. El primero es la Mascarada de Verano, que empezó a realizarse en 2012 en compañía de la Cimarrona Original Domingueña.
También se organizan dos alboradas: la primera el 8 de agosto, por el día de Santo Domingo, y la segunda el 7 de octubre, por el día de la Virgen del Rosario. El festejo final se realiza el 31 de octubre, por el Día Nacional de la Mascarada. En algunas ocasiones realizan una quinta actividad durante la época navideña y fin de año.
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Carazo reconoció que el fomento de un sentido de comunidad fuerte es vital para la Comisión de Mascaradas, ya que todo su trabajo es ad honorem, motivados por la pasión que despierta esta tradición en Santo Domingo.
“Algunos somos músicos o fabricamos máscaras, pero casi siempre somos personas normales, simplemente domingueños amantes de esta tradición. Desde 2011 el grupo tomó una nueva faceta, una nueva generación con gente joven, entonces se ha hecho un trabajo más intenso en ese sentido”, declaró.
La Mascarada de Verano fue una de las actividades que nació en la última década como estrategia para mantener activo al público amante de los festejos populares. Así, además, aprovechan el buen clima de la primera mitad del año.
“El objetivo principal era sumar gente, porque hubo unos años en que se dejaron de hacer los festejos patronales y empezaron a decaer las actividades. Por eso decidimos hacer algo por las nuevas generaciones, para que no se perdieran de esto que nosotros vivimos cuando éramos niños”, agregó el artista.
Cambios para erradicar cultura del alcohol y modernizar fabricación
El cambio constante es una regla y una necesidad para los integrantes de la Comisión Domingueña de Mascaradas, una parte de atraer a la población y mantener el interés es actualizar la forma en que se realizan los festejos.
Carazo explica que, anteriormente, las mascaradas y alboradas se relacionaban con el consumo de alcohol y las peleas. Por tanto, la comisión decidió hacer un cambio para garantizar que las actividades sean seguras para las familias.
“Basta con ver que cuando andamos en la calle con las mascaradas la gente grita, saluda, pregunta dónde es la fiesta, y Dios guarde ahorita suene medio tambor o media trompeta porque esto se llena en cinco minutos. A la gente esto le gusta, es parte de la identidad domingueña”, aclaró Carazo con orgullo.
La Comisión de Mascaradas también ha trabajado en la modernización de los materiales de construcción, especialmente con el objetivo de hacer las máscaras más livianas y resistentes.
A Carazo, por su vocación como fabricante, también le gusta investigar sobre la historia de los materiales. Según explica, esta tradición tiene más de 120 años en el cantón, ya que existen documentos de finales del siglo XIX que contienen menciones al respecto. En Costa Rica, tiene antecesores desde la época colonial, aunque se fue entremezclando con otras costumbres; se estima que las primeras mascaradas propiamente se organizaron en Cartago a finales del siglo. Luego la tradición se expandió por el Valle Central.
Cada pueblo tiene un estilo propio. Las mascaradas y cimarronas de Barva no se ven ni suenan igual que las de Santo Domingo o las de Aserrí. “Eso pasa con las máscaras, hay una forma de hacerlas, y el estilo de Santo Domingo es heredado de un mascarero de Barva, que se llamaba Adrián Villegas. Acá no habían mascareros, la tradición aquí ha sido de músicos, de cimarronas, las máscaras se traían de otros lugares”, detalló Carazo.
“A la hora de la pintura a mí me gusta conservar el estilo de las máscaras antiguas, aunque hay diferentes tipos. Ahora se diversifica más; no creo que sea un pecado hacer una máscara del Chapulín Colorado, pero a nosotros nos gusta mantenerlo tradicional”.
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Según el artesano, es usual que los diseños representen a personas célebres de la comunidad. Por ejemplo, tienen una personificación de Marino Cantillano, un domingueño reconocido que falleció en 2024, o de Rocío Boina, otrora fabricante de licor de contrabando en la comunidad.
Mantener una tradición así tiene un costo, por supuesto. Carazo explicó que una mascarada pequeña tiene un precio aproximado de ¢120.000, mientras que una pareja de “gigantes” puede costar ¢500.000.
De este modo, la labor de la comisión se acopla a los objetivos del Premio Emilia Prieto, que se dedica a quienes mantienen vivos saberes y prácticas que enriquecen el tapiz de la cultura costarricense. Desde un rincón del Valle Central, las alegres mascaradas traen al presente retazos del pasado, pero para animar el presente.
“No lo esperábamos, porque es un premio que reconoce una trayectoria de toda una vida colaborando por la tradición de la mascaradas. En la comisión no nos definimos como un grupo de mascaradas, sino como un grupo de personas que busca transmitir la tradición. Nos sentimos muy halagados y muy contentos”, agradeció el líder de la Comisión Domingueña.
Recibimos con gran alegría la noticia del Premio Nacional al Patrimonio Cultural Inamterial “Emilia Prieto”. Este...
Publicado por Comisión Domingueña de Mascaradas y Alboradas en Miércoles, 5 de febrero de 2025